María Teresa de Borbón Parma, prima del rey Felipe VI conocida como la "princesa roja" y miembro de la familia Borbón-Parma, que durante décadas fue pretendiente al trono de España, murió ayer por la noche en París a los 86 años de edad, víctima del coronavirus.

La noticia la anunció su hermano Sixto Enrique de Borbón, cabeza visible del carlismo tradicionalista, que en un comunicado colgado en su página de Facebook dijo encontrarse "muy apenado" y explicó que hoy se oficiará en Madrid un funeral por ella. Recordó que su hermana había nacido el 28 de julio de 1933. Era hija del entonces infante Francisco Javier de Borbón y Braganza, Príncipe de Parma y de Plasencia, que se reivindicaba como heredero legítimo de la corona española, y de Magdalena de Borbón Busset.

Se la llamaba "la princesa roja", título utilizado en una biografía que le dedicó en 2002 el historiador especialista en el carlismo Josep Carles Clemente, en la que destacaba "su vehemente defensa de los más necesitados y de la democracia". Licenciada en Ciencias Políticas por La Sorbona de París, María Teresa de Borbón Parma fue, entre otras cosas, profesora de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid y propugnó una evolución ideológica del carlismo.

Hace un año, María Teresa de Borbón Parma pronunció una conferencia en Gijón y concedió una entrevista a LA NUEVA ESPAÑA que pasamos a reproducir a continuación:

"La lucha democrática en el Tardofranquismo" fue el título de la conferencia que ayer, en la sede de la Sociedad Cultural Gijonesa, pronunció María Teresa de Borbón-Parma y Bourbon-Busset, doctora en Sociología, disciplina de la que fue profesora en la Universidad Complutense de Madrid. Su hermano Carlos Hugo de Borbón-Parma fue desde 1975 hasta su fallecimiento, en agosto de 2010, el pretendiente carlista al trono de España con el nombre de Carlos Hugo I.

-¿El "asunto" de Cataluña se puede considerar la quinta "guerra" carlista?

-No, pero tiene que ver, eso sí. El carlismo siempre ha defendido la autonomía popular en cuanto representa la nación en su profundidad, con sus mitos, sus esperanzas y su historia. El Estado es una superestructura necesaria, pero no tiene que negar la nación, y es lo que ha ocurrido en Cataluña. Pero guerra carlista, no. La gente no ve la historia de nuestro partido, que es muy interesante. El inicio es la negación de los fueros, y qué son los fueros: pues son los derechos de los pueblos de España y el fuero es la identidad de un pueblo. Por tanto, es su primera libertad. El carlismo ha considerado que tenía que cuajar en política en un federalismo, en un pacto de los pueblos con el rey o con quien estuviese al frente del Estado. Y lo creyó tanto que libró tres guerras en el siglo XIX. A nosotros se nos ha tildado de inmovilistas, en cuanto que un pueblo que lucha tiene un instinto ideológico muy fuerte y solamente se rinde a novedades cuando quienes le representan son dignos de confianza, hombres y hechos, pero no fue así. Hay unos políticos muy poco dignos de confianza, hay unos hechos absolutamente escandalosos, como la confiscación de las tierras comunales, que permitían vivir a las comunidades campesinas, como el robo de los votos populares, la negación de los fueros... Algo que la base carlista no podía aceptar.

-¿Fueros son privilegios territoriales?

-No, en absoluto, aunque la derecha así lo quiera tildar. Fueros son el derecho de un pueblo a su propia identidad.

-Da la sensación de que en España llevamos doscientos años, desde la Constitución de 1812, sin solucionar un problema que otros países solventaron hace mucho tiempo: el paso del Antiguo Régimen al Estado liberal y parlamentario, de ahí las tres guerras carlistas de las que habla, a la que añado la cuarta: la Guerra Civil...

-Tiene usted razón, los países de Europa han logrado ese paso, Francia con una revolución muy violenta. En España, efectivamente, después de un régimen autocrático como fue el de Franco es lo que querían muchos partidos, pero, ¿por qué no se logró? Lo que dijimos nosotros fue que antes del consenso democrático se hubiera debido pedir a todos los partidos que habían luchado contra el franquismo qué régimen político querían: monarquía o república, qué régimen territorial: Estado unitario, federal o confederal, y qué régimen económico. Esto le hubiera dado mucha más solidez al consenso, pero no se hizo, quizá no era posible, pero así es que esta España democrática tiene lastres antiguos que se están viendo ahora con la cuestión catalana. Los problemas de España son territoriales, religiosos y políticos que se han podido resolver medianamente; en el político hemos pasado a un Estado tipo europeo, pero no hemos resuelto el problema territorial y apenas el religioso.

-Y en el laberinto español surge ahora con fuerza la extrema derecha. Es decir, ¿el problema catalán lo está contaminando todo?

-Estoy de acuerdo y eso es lo que acabo de decir, la problemática no está resuelta y mientras no lo esté habrá surgimiento muy fuerte de un partido o de otro en los extremos. La historia del franquismo es una historia mítica y el mito es peligroso, impide el principio de realidad, la gente no ve la realidad, por eso da saltos muy peligrosos de un lado a otro.

-¿La decisión del Gobierno del PSOE de sacar los restos de Franco del Valle de los Caídos ha despertado un fortísimo franquismo sociológico?

-En efecto, pero lo de sacar los restos me parece una tontería. Los restos del franquismo hay que sacarlos políticamente, hay que sacarlo de la sociedad española a base de cultura y educación, pero sacar los restos de Franco es para deslumbrar a la opinión pública y para no hacer lo necesario.

-Vuelvo a la Sociología. ¿El auge de los populismos tanto de izquierda como de derecha tiene que ver con el fin del Estado de Bienestar que en Europa se estableció después de la Segunda Guerra Mundial como contención a la Unión Soviética?

-Creo que tiene razón, pero hay otras. Los pueblos de Europa están buscando otra salida, la democracia supone un avance continuo y no es así, ha retrocedido social y políticamente. Entonces, la reacción es achacar a alguien la culpa, y la culpa es Europa. Yo soy proeuropea, pero es cierto que Europa no obedece a los principios democráticos, hay una confusión, poca claridad y conexión con la base europea, lo que es un caldo de cultivo para la ultraderecha. Pero a la ultraderecha no hay que combatirla con adjetivos horrorosos, hay que combatirla con la cultura popular, que es lo que no se está haciendo, desde luego, en España.

-¿Qué relación hubo en la lucha contra el franquismo entre el Partido Carlista y el Partido Comunista?

-Hubo mucha relación por una razón: ambos eran partidos auténticamente populares. Había un enemigo común y también una meta común.

-En la Guerra Civil lucharon en bandos contrarios...

-Ambos lucharon por sus ideas. Lo que les diferenciaba era la religión. A lo largo de la historia el pueblo carlista ha considerado a la religión católica como un bien del pueblo y como tal lo han defendido, lo que explica su beligerancia, pero nunca hemos caído en el integrismo, ni la dinastía ni el pueblo carlista.

-¿Por qué el carlismo no obtuvo buenos resultados electorales en la Transición?

-No teníamos amarres en el extranjero ni financiación y tampoco fuimos legalizados a tiempo como lo fueron otros partidos.

-El carlismo también estaba dividido...

-El Partido Carlista estaba muy unido y los que nos atacaron no fueron carlistas...

-¿Habla de Montejurra?

-Claro, fueron guerrilleros de la ultraderecha, bandidos muchos de ellos extranjeros.