La fractura entre los países del Norte y del Sur, con momentos de gran tensión en el Consejo Europeo, pasó factura ayer a las Bolsas, con caídas generalizadas (-3,63% en el Ibex 35). Los mercados reclaman auxilios públicos gigantescos frente a la pandemia, pero Alemania, Países Bajos, Finlandia y Austria, entre otros, se resisten a programas europeos mancomunados.

España e Italia, que se plantaron e hicieron fracasar la cumbre del jueves, están dispuestos a admitir un plan en dos fases pero exigen que la Unión Europea sea europea y sea unión, y que un flagelo que afecta a todos tenga una respuesta conjunta, lo que permitiría reforzar la potencia de fuego y minimizar el impacto en las primas de riesgo de los países más afectados.

Los Estados más ortodoxos invitan a los socios que lo precisen a que acudan al Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), dotado con 410.000 millones disponibles, pero recurrir al MEDE, salvo que se cambie la norma, presupone, como ocurrió con los rescates de Grecia, Irlanda, Portugal y España en 2010-2012, el aumento de la deuda del solicitante (el MEDE otorga líneas de crédito) y la aceptación de condiciones y restricciones en política económica (caso de recortes y austeridad) y el sometimiento a la supervisión reforzada, lo que rechazan Italia y España.

Con el apoyo de otros siete socios, los gobiernos de los dos grandes países del Sur reclaman a su vez la emisión de eurobonos para afrontar los gigantescos gastos económicos y sanitarios causados por la pandemia y las políticas de estímulo y de cobertura social, aunque aceptan retrasarlos a una fase posterior. Si la UE emitiera bonos de deuda compartida por los 27 países, su solvencia, su liquidez y la profundidad de mercado serían muy superiores, y esto permitiría captar recursos abundantes y a menor coste para financiar el plan de reconstrucción que pide España.

Los países con más disciplina fiscal rechazan la propuesta porque aumentaría su deuda, hoy contenida; porque no quieren ceder la única soberanía que les queda (la fiscal) en aras de mutualizar riesgos y débitos; porque creen que los países más endeudados (Grecia, Italia, Portugal, Bélgica, Francia y España, por este orden) se apalancarían aún más a costa de los socios austeros; y porque vaticinan un mayor ascenso de la extrema derecha en sus electorados si se accede a las demandas de Sur.

Sin embargo, una emisión de "coronabonos" (en tanto que serían eurobonos limitados en cuantía y finalidad a hacer frente a la crisis sanitaria y sus secuelas) no debería generar los efectos que se reprochan (salvo porque crea un precedente) mientras que su ausencia podría volver a cuestionar el euro si las primas de riesgo se disparasen como en el pasado por los diferenciales de deuda (por más que ahora se cuente con un BCE muy activo), podría alentar el populismo eurófobo en los países dejados a su suerte o sometidos a otra ronda de penalizaciones por el MEDE, y la propia Unión estaría en riesgo de fractura. Algún paso ya se dio hacia el abismo. Países Bajos exigió que se investigue a España por no haber frenado su deuda en los siete años de crecimiento. Y el primer ministro portugués, António Costa, tachó de "repugnante", "repulsiva" y "mezquina" la pretensión holandesa.