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Orlando Pelayo y la pasión por Asturias de Albert Camus

El pintor gijonés cultivó una amistad íntima con el autor de "La peste", de madre española y fascinado por la Revolución del 34

Por la izquierda, Grenier, Camus y Orlando Pelayo, en París, en 1955. CUADERNOS DEL NORTE

El confinamiento obligado por la expansión del coronavirus es un fértil humus sobre el que, sin duda, se construirán infinidad de cuentos y novelas. Pero acaso la gran obra sobre la pandemia ya esté escrita, y no sea otra que "La peste", obra cumbre del escritor francés Albert Camus que vio la luz en junio de 1947. Ese año, curiosamente, un artista gijonés abandonaba Orán, hogar de Camus y la ciudad en la que se ambientaba la novela, para tratar de abrirse camino en los ambientes artísticos parisinos: se trataba de Orlando Pelayo, que durante los ocho años anteriores había vivido en la ciudad argelina, donde había trabado una profunda amistad con Camus.

La relación entre Orlando Pelayo y Albert Camus es uno de los aspectos sobre la vida y laobra del artista que recorre la exposición "Orlando Pelayo: exilio y memoria", la gran muestra organizada por el Museo de Bellas Artes de Asturias con motivo del centenario del nacimiento del artista y de los treinta años de su muerte, y cuya inauguración ha quedado aplazada hasta el final del estado de alarma.

Orlando Pelayo se había exiliado en Argelia al término de la Guerra Civil y, tras una prolongada retención en un campo de refugiados, se instaló en Orán en torno a 1941.

El historiador del arte Juan Carlos Aparicio, que comisaría la muestra junto al director del Bellas Artes, Alfonso Palacio, detalla cómo el artista asturiano trabó contacto con un novelista, ya entonces, prestigioso. "Albert Camus y Orlando Pelayo se conocen en el efervescente ambiente cultural de Orán en los años cuarenta y por mediación de Georges Elgozy", relata Aparicio, quien precisa que el gijonés también se introdujo en el círculo de amistades más íntimas de Jean Grenier, maestro de Camus y que "ejercerá también una influencia tutelar en el artista asturiano".

De la mano de Camus y Grenier, Orlando Pelayo se introdujo en las tertulias culturales de Orán, y logró también hacerse un hueco en su panorama artístico. "Camus estaba relacionado con la galería Colline, la gran valedora de Pelayo hasta que consiga volar en París , y de hecho le sostendrá durante sus primeros años en la capital francesa", relata Aparicio.

Con Camus, Orlando Pelayo mantiene una relación marcada pri mero por la admiración del asturiano hacia un escritor que era ya un gigante, pero que evolucionará hacia una amistad profunda y fraternal. Pelayo recordaba sus vivencias con Camus en un artículo publicado en el número 35 de Cuadernos del Norte, que vio la luz en 1986. "Mi encuentro con Camus y su obra fue para mí un deslumbramiento. (...) Aquel joven escritor, siete años mayor que yo, que ya gozaba de un gran prestigio y de quien iba a ser amigo, hablaba en sus libros de cosas que me eran entonces familiares: la pobreza y el sufrimiento; el entusiasmo y la pasión por la vida".

Para Camus, Orlando Pelayo era un nexo de unión con sus raíces. La madre del escritor, Catalina Sintes, era descendientes de menorquines. Y años antes de conocer a Orlando Pelayo, Camus ya sabía de Asturias por la lucha minera en 1934, que le parecía admirable. Tanto que un año después, con apenas 22 años, Camus encabezó a un grupo de jóvenes autores para desarrollar el ensayo de creación colectiva "Rebelión en Asturias".

En el prólogo a la obra, en la edición publicada por Ayalga en 1978, Camus reivindica el interés de los autores por introducir al lector dentro de los sucesos revolucionarios, y deja entrever su fascinación por una tierra que, en esos años, adquiría resonancias míticas para los intelectuales de izquierdas: "El decorado envuelve y presiona al espectador, le obliga a formar parte de una acción que los prejuicios tradicionales le llevarían a ver desde el exterior. No está delante de la capital de Asturias, sino dentro de Oviedo, y todo gira en torno a él".

Orlando Pelayo le conectaba, así, con una segunda patria, sentimental, familiar e ideológica. "Fui testigo muchas veces de la complacencia que sentía Camus ante el hecho de sus orígenes españoles", rememoraba Orlando Pelayo, "Jamás hubo español, por muy huilde que fuese, al que él no estuviera dispuesto a sacrificar sin regateos parte de su ocupadísimo tiempo". Pero además, Camus también admiraba a su amigo artista, que le retató en varias ocasiones.

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