Una cuestión que ha sido ampliamente debatida es si el COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus SARS-CoV-2 y que se ha convertido en una pandemia mundial, tendrá algún tipo de cambio de comportamiento con el cambio de las condiciones meteorológicas por la llegada de épocas más cálidas. Incluso se ha referido que ese hecho guarda relación con lo ocurrido con el SARS en el año 2003. La opinión mayoritaria entre los expertos es que la incidencia, de haberla, será mínima. No obstante, será algo que solo podremos corroborar con el paso del tiempo.

El asturiano José María Loché Fernández-Ahúja, estudiante de máster en Ingeniería de Telecomunicaciones, se preguntó si existiría alguna correlación entre los casos de COVID-19 que se declaraban en los distintos territorios españoles y algunas de sus características climatológicas u orográficas. Loché Fernández-Ahuja y el catedrático de matemáticas de la Universidad de Oviedo Juan Luis Fernández exploraron si existía alguna relación en los datos.

Para llevar a cabo el análisis, se tomaron la temperatura media y la humedad de este mes de marzo según la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) y la altitud media de cada territorio. La disposición de los datos parece señalar una correlación, de modo que, con una dispersión diversa, se vislumbra una posible relación entre esas variables y el número de casos. Es esa una cuestión en la que los científicos habrán de profundizar a medida que se conocen más datos sobre la enfermedad y se incrementan las publicaciones científicas.

La posible estacionalidad del virus SARS-CoV-2 es una cuestión peliaguda. Según el epidemiólogo Marc Lipsitch, director del Centro de Enfermedades de Harvard, quizás la suposición de esa hipótesis se base en algunos mitos.

El primero, la creencia que el virus causante del SARS desapareció al elevarse las temperaturas: no, pudo erradicarse gracias a las drásticas intervenciones en China, Hong Kong, Vietnam, Tailandia o Canadá, aislando casos.

El segundo, que como los coronavirus causantes del resfriado común son estacionales, también lo será el COVID-19. Resulta una especulación presuponer un comportamiento y, además, los virus estacionales lo son por varios factores: no solo está el entorno, sino también los hábitos humanos (pasar más tiempo en interior o tener clases), el estado del sistema inmunitario del huésped o la potencial reducción del número de estos.

Lo que sí sostiene Lipsitch es que "incluso las infecciones estacionales pueden ocurrir fuera de estación cuando son nuevas", ya que los virus desconocidos tienen como ventaja la falta de población inmune a ellos.

En cualquier caso, la relación hallada por los asturianos Loché y Fernández apunta a una más que probable línea de investigación para despejar incógnitas acerca del comportamiento del virus.

En la representación gráfica se observa que una temperatura media más elevada y una mayor proximidad al mar pueden ser condiciones que minimicen el impacto del virus, y que los picos corresponden a zonas frías y elevadas. Con menor correlación, también parece observarse un patrón cuando se relacionan los contagios con la humedad, también vinculada a la proximidad al mar y otros factores geográficos.

En este sentido, los investigadores observan una relación del tipo Casos/1.000 habitantes=0.6403-0.0258 x T+ 0.0516 x Altitud (km)- 0.0024 x Humedad, donde la temperatura se mide en grados, la altitud en kilómetros y la humedad se refiere a la humedad relativa. Es decir, hay una correlación negativa con la humedad y la temperatura, pero positiva con la altitud.