-Venga, Asun, saluda a tus hijas para que se queden tranquilas, mándales un beso -dice una trabajadora de la UCI del HUCA.

-Saludadas -dice Asun con toda la gracia que le permite la mascarilla de oxígeno.

-Está estupenda, un poco cansada, pero bien -dice la sanitaria dirigiéndose a María y a Nori, hijas de Asun, mientras otra compañera de la unidad graba la conversación para enviársela.

Este pequeño vídeo, enviado a través de “Whatsapp”, tiene una importancia capital. “Fue un consuelo enorme”, explican Nori y María a LA NUEVA ESPAÑA.

Hay que explicar el contexto. Ya hacía más dos semanas que la madre y sus hijas no se veían. Esta soledad es uno de los factores que acentúa el dramatismo de algunos casos de infección por COVID-19: la interrupción de cualquier contacto entre familia y enfermo.

Este aislamiento de la paciente y esta angustia de los familiares es lo que el personal de la UCI del HUCA trata de mitigar con gestos humanos como este: conectar mediante una grabación o una videoconferencia a enfermo y familia.

“Mi madre estuvo más muerta que viva. Los trabajadores de la UCI son lo máximo como sanitarios y como personas; no vamos a vivir suficientes años para agradecérselo”, explica María, quien destaca que la unidad de críticos “tiene a una persona, Luisa, dedicada en exclusiva a hablar con los familiares, o más bien a que le lloremos nuestras penas”.

En el momento que recoge el vídeo (este martes pasado), Asun, vecina de Mieres, acaba de volver a la vida. Durante varios días ha estado conectada a un respirador en la UCI del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). Acaban de quitárselo y los médicos y enfermeros están comprobando que los pulmones ya son capaces de hacer su trabajo. Para su hija Nori, esta comunicación tiene un valor adicional: ella trabaja como matrona, y está viviendo la pandemia de coronavirus con una tensión singular.

Desde Benidorm

Asun ingresó en el Hospital Álvarez-Buylla de Mieres el domingo 15 de marzo. Como todos los años, estaba pasando unas semanas del invierno en Benidorm. Se sintió mal, fue a un centro de salud y la médico le dijo que era gripe. Su estado empeoró, su hija le compró con urgencia un billete de avión, y voló a Asturias pensando que era gripe: “Cuando la vi en el aeropuerto la vi muerta, estaba fatal”, dice su hija, que la condujo al hospital mierense, desde el que fue derivada al HUCA al día siguiente, lunes 16.

Ahora, Asun ya está en planta, respira mucho mejor. “Si todo va bien, la semana que viene estará en su casa”, destaca su hija, quien ahora consigue comunicarse con su madre también gracias a la ayuda del personal de planta del HUCA. “No sabemos lo que tenemos en la sanidad de Asturias: edificios y personas de la máxima calidad”, subrayan Nori y María.