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Crisis del coronavirus

Otro adiós sin despedidas: el relato de una ovetense que vio fallecer a sus padres en Madrid

Una ovetense relata el fallecimiento de sus padres con tres días de diferencia en una residencia de Madrid: "Aquello es un caos, desesperante"

Cesárea Andrés y Alfonso Ariza, en una imagen tomada en 2001.

Vivieron más de medio siglo juntos, y se fueron juntos. Ese es, al menos, el consuelo que les queda a sus tres hijas, rotas no solo por el dolor de no poder acompañarlos, sino por el trato que recibieron de la residencia geriátrica de Madrid en la que vivía la pareja y que ahora denuncia una de ellas, Almudena Ariza, que reside en Oviedo desde hace más de dos décadas. "Esto es muy duro. En el centro nos dijeron que habían llamado al hospital para que trasladaran a mi padre y que se negaron a hacerlo. Y nadie nos explicaba nada. Aquí me parece que todo es más transparente y que hay más atención. En Madrid, con mis padres, ha sido terrible, y queremos que se sepa, porque les está pasando a muchas personas. Aquello es un caos", lamenta. A día de hoy, ni ella ni sus hermanas saben si sus padres ya han sido incinerados o no. Solo les han dicho que les entregarán las cenizas "en quince días o un mes".

Primero fue su padre, Alfonso Ariza, el que enfermó de coronavirus, y luego su madre, Cesárea Andrés. Ambos vivían en una residencia privada de Madrid, en Caser Residencial La Moraleja. Él, con 87 años, tenía un marcapasos y sufría de hipertensión. Ella, con 85, tenía un alzhéimer avanzado. "Nosotras ya sabíamos que tenían sus achaques y que si cogían el virus iba a ser difícil que lo superaran. Pero esperábamos una atención médica adecuada para ellos, e información y atención correcta con la familia. No se dio ninguna de las dos cosas", relata Almudena Ariza. "A él no le hicieron las pruebas y a ella sí, pero no nos han dado los resultados".

Sus padres y sus hermanas residían en Madrid. Ella se vino a Asturias con su marido por motivos laborales hace 24 años. "Una de mis hermanas se encargaba principalmente de la relación con la residencia. El día 10 fue a verlos y el 16 ya no la dejaron entrar, así que a partir de ahí empezamos a comunicarnos con ellos a través del teléfono, cuando algún sanitario nos ponía con ellos. Todo estaba bien, hasta que el día 20 nos llaman y nos dicen que mi padre tiene fiebre y una insuficiencia respiratoria y que los iban a separar. Después nos dijeron que no, que iban a estar juntos, pero no sabemos si los llevaron a una zona separada de los demás o los dejaron en su habitación", relata Almudena.

"Conseguíamos hablar con un médico o con una enfermera una vez al día, pero después de mucho insistir y de que no nos cogieran el teléfono o nos dieran largas, y luego la información era contradictoria. Nos decían que mejoraban, que habían comido bien y que habían salido a caminar. ¿Cómo iban a salir a caminar si él estaba enfermo y mi madre no caminaba? ¿Adónde habían salido, al pasillo?", pregunta de manera retórica.

A partir de ese momento llegó el silencio. Ni siquiera el gerente respondía a sus mensajes. Hasta que el día 25 la familia decidió llamar a Atención al paciente y fue entonces cuando desde la residencia les comunicaron que su padre había empeorado "muchísimo", que el día 22 habían llamado al hospital para que lo trasladaran, pero que se habían negado. En Madrid seleccionan a los pacientes en función de la expectativa de vida. Ese mismo día 25 ya lo sedaron y por la noche hubo una nueva llamada de la residencia, en esta ocasión para comunicarles que había fallecido.

Pero su duro periplo no acabó ahí. Al día siguiente, nuevamente tuvieron que llamar a Atención al paciente y entonces los volvieron a llamar de la residencia. "Una doctora nos confirmó el fallecimiento de mi padre y nos dijo que mi madre, que hasta entonces estaba supuestamente bien, ahora presentaba fiebre, que se había reforzado la plantilla sanitaria y que la intención era mantener una comunicación fluida con nosotros", continúa relatando Almudena. Ese mismo día por la tarde, y por correo electrónico, ya les comunican que Cesárea Andrés había empeorado. El día 28 telefonearon para decirles que al hacer la ronda de la mañana "la habían encontrado sin signos vitales".

Por si no fuera bastante sufrimiento, a esta familia le dijeron que pasarían de la UME a recoger el cuerpo de su padre, pero que no se sabía cuándo. Después se puso en contacto con una de las hermanas una funeraria "que directamente envió un presupuesto por su cuenta, pero mi hermana ya estaba en contacto con otra. Al final, se llevaron a mi padre el domingo 28 y a mi madre el 29 por la tarde. Nos dijeron que los iban a incinerar, y ya no sabemos más", concluye Almudena Ariza. "Es desesperante".

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