La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Guerra de guerrillas

La lucha de la ciudadanía contra el COVID-19

El Estado Mayor del COVID-19 erró. La estrategia para devastar un planeta, la Tierra, sobre el papel parecía infalible. Su ejército de invasores ultramicroscópicos con forma de oricio se infiltraría en silencio hasta el pulmón de los mortales. El plan: pillaría a los humanos en sus labores cotidianas de escoñar el clima; de bombardear Siria con la Playstation desde el Pentágono; haciendo del terruño parcelas separadas con altos muros para que los de allí no se mezclen con los de aquí; contando los unos los euros que amasaron explotando a los otros, y a los otros maquinando una revolución pendiente que no llega. Eso sí, del I+D que prometió el político de turno en campaña electoral, tararí que te vi. Y los virus más orondos que un ratón encima de un queso, ante el descuido virológico mundial, salieron a escena. Como profetizó Bill Gates en 2015: "Los virus, y no una guerra convencional, traerá el caos al mundo". En los tiempos modernos nos reímos de lo que dicen los visionarios, pero Bill Gates, menos visionario, cualquier cosa. Miramos hacia otro lado, nos interesaba más dar con el virus que nos chinga el ordenador que con el otro virus que nos deja respirando por branquias.

El Estado Mayor del COVID-19 contaba para la invasión con la oposición de un frente oficial. Dirigentes mundiales líderes en estupidez como Trump o Boris Johnson, políticas coyunturales que aprovechan la pandemia para derrotar al adversario político y no al virus, revitalización del feroz estraperlo que ya vimos en "El tercer hombre", ahora en vez de penicilina, el fraudulento mercadeo se hace con material sanitario, en fin, lo dicho, la invasión parecía un juego de niños.

Pero no, a Dios gracias, descuidó el Estado Mayor del COVID-19 la guerra de guerrillas. No contó el virus con la respuesta de unos sanitarios que sacaron pecho hasta romperlo, luchando a cuerpo descubierto, sin escudo ni casco, a riesgo de caer en combate, y no pocos cayeron. No contó el virus con el emotivo y alentador apoyo en forma de aplauso que puntualmente reciben todos los héroes que luchan por la salud y los otros héroes que hacen posible nuestra subsistencia cuidando las patatas y los huevos o levantando hospitales de campaña o desinfectando hasta el alma. No contó el virus con aquellos talleres y empresas que cambiaron la orientación de sus máquinas y las pusieron al servicio de la confección de material sanitario, por ejemplo, leo la noticia de que un astillero de Vigo, especialista en barcos de recreo, hoy fabrica batas de protección a todo gas.

No, no contaste con esta guerrilla, tan polifacética y nuestra, ¡pedazo de cabrón!, y con su apoyo incondicional, insisto en el insulto, ¡pedazo de cabrón!, te irás enseguida por donde dicen que amargan los pepinos, o sea, vai tomar pol cu...

Compartir el artículo

stats