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Vindicación de la terraza

Mi amigo Antonio de Castro ha descubierto que su espacioso piso tiene planta de arriba y terraza. Antonio es culo de mal asiento, gustoso de chatear (de chatos, no de chats) con los amigos y de asomar el hocico en cuanto la primavera se pone flamenca. El confinamiento lo tiene enjaulado, aturdido como los leones miopes del Circo Price. A mi amigo, que es farmacéutico y futbolero, Sánchez le ha recetado confinamiento a partido completo, prórroga y penaltis, que esta final de resultado incierto va a durar hasta bien entrado mayo.

Pero, ay amigo, Antonio ha caído en la cuenta de que el piso tiene terraza, detalle que desconocía, y ve que sus vecinos han hecho idéntico hallazgo. Y ahora se pasa las horas en ese espacio acotado al que se asoma el sol incipiente, cortando jamón a cuchillo y descorchando Viña Ardanza. La gente ha descubierto las terrazas y desde las terrazas ha hecho otro descubrimiento asombroso: existe otra gente que se ha trasladado a vivir a la extensión exterior del inmueble, cuya barrera de aduana es una barandilla.

Ya es primavera en España, aunque cierre El Corte Inglés, y los ciudadanos lo celebran en las terrazas privadas, convertidas ahora en cantina, gimnasio, oficina, rincón de pensar, discoteca móvil, bingo, patio de mi casa tan particular, ágora de aplauso o de cacerolada e incluso promontorio espía para detectar fraudes de amos con perro.

¿Saben por qué el coronavirus se ha cebado con los españoles? No es culpa de la impericia del Gobierno ni del "Mardi Grass" del 8M, ni del Atalanta-Valencia: es consecuencia de ser como somos, de que lo llevamos en la sangre. Somos país de besos y abrazos legendarios, de decirnos las cosas a la cara, a un palmo; de generosa expectoración, de llevarnos las manos a cualquier parte, sea o no salva. Y como vivimos en la calle, adoramos las terrazas de los bares, donde nos juntamos a compartir gérmenes y aceitunas.

Si nos cierran las terrazas de calle, nos las llevamos a casa y allí seguimos la fiesta, que dicen los psicólogos que conviene mantener las rutinas que nos hacen felices.

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