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Solo en casa

Los siete positivos de la teocracia, por Javier Cuervo

El coronavirus pilló a Francisco con catarro, tiene a Benedicto en clausura y dos cardenales han dado positivo

La basílica de San Pedro casi vacía, y a la derecha, el Pontífice bendice los ramos. EFE

Javier Cuervo

La última noticia que ha dado el Vaticano, la teocracia de Occidente que ocupa una colina de Roma, es que tienen siete casos de coronavirus. Uno, en Casa Santa Marta, la residencia del Papa Francisco. Dos cardenales han dado positivo: el vicario del Papa para la diócesis de Roma y el arzobispo de Uagadugú, en Burkina Faso.

En días de coronavirus esta ciudad-Estado es un geriátrico-Estado. Los cardenales no son jóvenes y los dos papas tampoco. Francisco tiene 83 años. Benedicto XVI cumplirá 93 el día 16 y está confinado en el monasterio Mater Ecclesia, donde -dicen los propios órganos periodísticos de la Iglesia- vive rodeado por sus colaboradores más cercanos. No hay prensa libre en el Vaticano. En el Vaticano puede haber oposición, pero no disidencia. Todos son católicos.

Hay unos ochocientos residentes en 44 hectáreas (cinco veces el Campo San Francisco). Es amplio para bloque de viviendas y tiene buenos espacios comunes. Su densidad de población es de 1.800 habitantes por kilómetro cuadrado. ¿Y eso? En Avilés hay 2.916; en Gijón, 1.496.

Además de los dos papas y un montón de cardenales, residen miembros del cuerpo diplomático, unos pocos sacerdotes, algunos estudiantes y hermanos religiosos y una cincuentena de seglares, policías, empleados en los jardines o en los comercios, con sus cónyuges e hijos.

Los dos mil y pico trabajadores -sin sindicatos- que mantienen el Vaticano residen fuera. Gente que entra y sale. Entre ellos la pinturera Guardia Suiza, menos de un centenar de alabarderos altos, jóvenes, católicos, educados y helvéticos del Ejército más pequeño del mundo. El último caso de coronavirus es un empleado que estaba en aislamiento desde mediados de marzo. Su esposa se había contagiado en el hospital italiano donde trabaja. La mayor parte de los empleados del Vaticano están trabajando desde casa para "salvaguardar su salud", según Matteo Bruni, director de la Oficina de Prensa vaticana.

En la residencia de Benedicto en los Jardines Vaticanos los vecinos "están bien, de buen humor, y tienen plena confianza en el Señor", según el "National Catholic Register", cuyo corresponsal, Edward Pentin, señaló que todos los moradores están cumpliendo las recomendaciones dadas por las autoridades sanitarias para evitar el contagio. El encierro sanitario no es distinto de una clausura religiosa.

En la Santa Sede confían en Dios, pero atienden a la Ciencia de sus miles de médicos e instituciones sanitarias en todo el mundo. No pasa en todas las partes donde Dios es lo primero. En Israel han cerrado los barrios ultraortodoxos, que son el 10% de la población y tienen un tercio de los positivos.

A Francisco la pandemia le encontró resfriado. La cabeza de la Iglesia, obispo de Roma, jefe del Estado Vaticano y vicediós sólo mantiene contacto con sus colaboradores más cercanos. Canceló las audiencias públicas, pero mantiene abiertos, con servicios mínimos, los dicasterios, organismos de la curia romana. Sus misas matutinas, sin público y transmitidas en directo, son la única celebración religiosa permitida en toda Italia. Se hizo una foto insólita en la vacía plaza de San Pedro (su plaza mayor) y otra, camino de Santa María la Mayor, a pie, entre sus dos guardaespaldas y dos guardacostados, por la calle vacía, salvo un par de peatones y un ciclista. "Io resto a casa" -yo me quedo en casa- lo inventaron los italianos.

También ha dado sonido: avisó a los gobiernos que no toman medidas para frenar el avance del coronavirus que pueden favorecer un "genocidio vírico". Son países protestantes.

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