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En casa con Selva y Mikel, diario de un aislamiento en familia

El "outfit" del confinamiento

El "outfit" del confinamiento

Selva se despertó a media noche. Quería un vaso de agua. Luego lo hizo Mikel. Reclamaba un chupete perdido entre las sábanas. Pese a los paréntesis, el sueño nos llevó hasta más o menos las nueve. Desayunamos y la peque me prometió que me ayudaría a ordenar la casa. Parece increíble, pero por más que recogemos hay piezas de juguetes en cada esquina, en el baño, detrás del sofá, en el fregadero... Su ayuda fue importante. Además de limpiar las habitaciones también colocamos la ropa de la última colada. A Selva le tocó emparejar los calcetines. Mikel desayudó con la misma intensidad. Cuando lo teníamos todo más o menos encarrilado le dio por esconderse en el armario de su hermana y, claro, para hacer hueco tiró toda la ropa al suelo. No sabíamos si reír o llorar. Otra vez a empezar...

Entre camisetas y pantalones, Selva eligió el conjunto del día: pantalón negro, sudadera verde con brillantes y calcetines grises con unos zapatos del uniforme del colegio que ya le quedan pequeños. Cualquier otro día protestaría, pero ayer argumentó: "Aunque me queden pequeños no me importa, total no vamos a salir de casa y no me van a hacer daño al caminar". Bueno, pues ya está. Remató el "outfit" del confinamiento con una diadema de unicornio. Se ganó nuestros aplausos más que por bella, que para mí también, aunque pecaba de macarrilla, porque se las valió sola. Mikel se dejó poner. Y con él entramos en crisis, una más: no encontramos sus zapatos del número 23, y de casa, claro está, no han salido.

Luego llegó la hora de teletrabajar. Una llamada aquí, un correo electrónico allá, unos mensajes rápidos... Y todo con Mikel en mis brazos, porque ayer por la mañana, no sabemos por qué, estaba especialmente mimoso y llorón. Pensando que podía ser sueño, le dimos de comer poco después de la una de la tarde y acto seguido cayó rendido. El tiempo que dura la siesta es el mejor para teletrabajar porque hay silencio; el resto del día, no.

La tarde fue larga. Trabajo, juegos, gritos, peleas por Caillou y por Masha, risas, cosquillas, más peleas por Blippi y Peppa Pig... El mejor momento llegó con la ocurrencia del día: decidimos fabricar en una sábana un Twister. Los críos son de goma, pero servidora y esposo ya no están para poner el pie en el círculo verde, la mano en el rojo y la oreja en el amarillo... Tras el juego, el punto final en el trabajo y la cena, llegó la hora de preparar la habitación. Antes, claro está, salimos a la ventana. Aplaudimos mucho. Selva eligió por quién: "Por Mikel, que es muy pequeño y todavía no sabe leer". Por él y por todos los bebés, palmadas.

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