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Solo en casa

Horario japonés para el tiempo abolido, por Javier Cuervo

El estado de alarma no permite salir de casa ni abrir los bares, lo que no deja más referencia temporal que los aplausos de las ocho

Horario japonés para el tiempo abolido, por Javier Cuervo

Hace dos o tres domingos -no sé, porque el tiempo está abolido- descubrí que el tiempo había sido abolido. Salí, en calidad de reportero, a no tomar el vermú. Patrullé Oviedo, rodé el coche, confirmé la noticia y comprobé que un domingo sin vermú quedaba fatal. Solo había peatones pendientes de las tres pes -pan, periódico y perro- que se resumen en una: el paseo posible. Puñetera pandemia, plena de pes.

La hora del vermú...

Las buenas horas del día no se llaman por un número ni tienen puntualidad. En España hay un horario laboral y familiar superpuesto por el horario hostelero y social. Hay la hora del desayuno, el pincho de las 11 (que suele ser antes), el vermú, la hora de comer, el vinín o la botella de sidra, la hora de cenar, la hora de acostarse/echase... El tiempo ha sido abolido porque bajo el estado de alarma no está permitido ir a trabajar y ni abrir los bares.

La hora del vermú, siendo tan española como es inglesa la del té e italiana la del aperitivi, es la más japonesa de nuestras horas. Verá en qué sentido.

Hasta 1873, en Japón, el día se partía en 12 horas, que se contaban hacia atrás, desde el amanecer y desde la medianoche y que tenían nombres del zodiaco chino. De 5 a 7 de la mañana era la hora del conejo; hasta las 9, la del dragón; hasta las 11, la de la serpiente; el caballo llegaba hasta la 1 de la tarde; la cabra, hasta las 3; el mono, hasta las 5; el gallo, hasta las 7; el perro, hasta las 9; el cerdo, hasta las 11; la rata, hasta la 1 de la mañana; el buey, hasta las 3, y el tigre, cabe las 5.

Traduzcamos al japonés: el pincho de las 11 se come entre la hora del dragón y la de la serpiente. El vinín o la botella de sidra caen en la hora del perro. La hora del mono es la del anís, para los que todavía lo tomen con la partida. Si lleváramos el horario japonés a los fines de semana juveniles se diría que después de tanto beber, llega la hora del tigre y que sola y borracha quiero llegar a casa a la hora del conejo, señora ministra.

A las horas japonesas del horóscopo chino se les alargaba o acortaba la duración según fuera verano o invierno. No eran muy exactas, pero la puntualidad es un invento de la era industrial, y la exactitud, una manía suiza.

Del horario hostelero español, la hora del vermú es la más flexible, como las japonesas. Por semana es hora corta, pero en fin de semana empieza a partir de la 1 de la tarde y con frecuencia se salta la hora de la comida. La hora del vermú de los domingos llega a las seis de la tarde en algunas casas, porque se ha reducido. En Pola de Siero, con las prubinas de La Petaca, y en Cangas del Narcea, con las compuestas de Pepe el Habanero y de El Blanco, el vermú duraba hasta el lunes a la hora de la rata del Japón tradicional. Ahora el vermú más largo alcanza, como mucho, a la hora del gallo. El día de Güevos Pintos hay reservas para comer a las seis, pero ayer no porque el tiempo ha sido abolido por el estado de alarma.

Abolido el tiempo de reloj, se impone el horario solar, que entra por la ventana, lo único abierto al exterior. Nos lleva al mundo rural, del que nos queda la hora catar, un rato antes de que anochezca. La hora de la vaca en Asturias era la hora del gallo en Japón. Aunque ahora no se ordeñe a mano ni en tayuelu, se mantiene la hora del ordeño de la tarde salvo en las explotaciones robotizadas, donde la vaca va a ser mecida cuando le apetece. Pero es un resto rural. La hora de Catar moderna interesa al Real Madrid y al Barça, a las empresas constructoras del Ibex 35 y a Juan Carlos de Borbón y Borbón.

Fuera de lo que dice la luz del sol, por tareas, en el confinamiento no hay más hora que la de los aplausos, las 8 de la tarde, hora del perro, y la de las caceroladas, a las 9 de la noche, hora del cerdo, en el horario del horóscopo chino.

Una semana después de mi salida dominical, Gijón instauró el vermú del confinamiento, reinstaurando la desaparecida sesión vermú, que es musical y fue muy popular en los domingos por la mañana hasta los años noventa. Del movimiento vecinal de Gijón ya oímos hablar en los setenta, aunque en un sentido menos lúdico. Es un vermú, sí, pero sin profundidad, todo fachada, lo más que se deja en días de alarma con el tiempo abolido.

En cuanto al reloj, ese mecanismo, sí marca las horas, contradiciendo el primer verso del bolero de Lucho Gatica y al que da la razón en el segundo "porque voy a enloquecer", según la psicología de guardia organizada.

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