En algún momento tendremos que abandonar el periodo de confinamiento y tratar de recuperar el pulso de la actividad económica. Todo parece indicar que el mundo que nos encontraremos cuando abandonemos el encierro no se parecerá, durante mucho tiempo, al que dejamos a principios de marzo. Pero ese paso está aún lleno de incertidumbres y de preguntas que no tienen respuesta. Quizás habrá que entregarse al ensayo y error, adoptar medidas que sea necesario revertir llegado el caso. No hay unanimidad entre los expertos en cómo debe afrontarse ese mañana. Estas son algunas de las incógnitas.

¿Cuántos y quienes han pasado la enfermedad?

Hasta ahora tenemos una idea general de que hay más personas que han sido contagiadas de las que constan en la estadística, pero ¿cuántas?. Las primeras informaciones sobre el COVID-19 elevaban hasta el 80 por ciento los casos asintomáticos que, si bien no desarrollan síntomas que impliquen atención médica, sí se inmunizan generando anticuerpos al virus. Se han realizado algunas proyecciones matemáticas sobre el número real de infectados en España, pero las horquillas son demasiado grandes. La única forma de saberlo es mediante un estudio serológico, como el que lleva a cabo el Gobierno entre 60.000 españoles, a los que realizará pruebas para saber si pasaron o no la enfermedad. Al igual que una encuesta, ese estudio puede hacer una idea de cuántos españoles están inmunizados.

¿Y si es una cifra muy baja?

Es muy probable que así sea. Un reciente estudio llevado a cabo en Alemania, en el municipio de Gangelt, uno de los más castigados por el COVID-19, permitió comprobar que el 14% de la población se había inmunizado. En Asturias, los servicios de Salud del Principado estiman en unas 10.000 personas las que han podido enfermar a causa del virus SARS-CoV-2 en la región. Ese porcentaje es aún menor que el de Gangelt, ya que implicaría que solo un 1% de los asturianos estaría inmunizado. Por tanto, cuando se produzca el desconfinamiento la población saldrá a las calles y retomará la actividad con la posibilidad de que más del 85% de sus habitantes puedan aún contagiarse. Sin medidas higiénicas estrictas, la probabilidad de un rebrote es altísima.

Medidas graduales.

Como no podemos permanecer confinados para siempre, será necesario adoptar medidas graduales, algunas de las cuales seguirán teniendo un largo impacto económico. La actividad comercial y de ocio seguirán limitadas durante bastante tiempo. La exigencia de distanciamiento social obligará a que se limite mucho el aforo a establecimientos que hará que algunos de ellos dejen de ser rentables económicamente. Con todo, la primera medida que todas las autoridades señalan será la continuidad del confinamiento o la limitación de movilidad de las personas de riesgo, principalmente mayores y personas con dolencias que pueden hacerles más vulnerables.

El teletrabajo tendrá que proseguir mucho tiempo.

Los expertos sostienen que será necesario limitar la actividad en el exterior sin suponer un impacto aún mayor en la vida económica. El teletrabajo ha venido para quedarse y las empresas deberán plantearse estrategias para tratar de mantener la productividad que tenían hace meses con gran parte de su plantilla trabajando desde casa.

Mascarillas, autobuses a medio llenar, higiene, calles vacías.

La estampa de nuestras ciudades cambiará radicalmente. El uso de mascarillas y guantes será casi obligatorio, no se podrán formar grupos ni aglomeraciones. Los medios de transporte públicos tendrán estrictas medidas de distanciamiento, lo que reducirá su capacidad para albergar viajeros. Esa situación podrá ser sostenible si el teletrabajo y el confinamiento también limitan la necesidad de salir de casa.

Toques de queda, horarios por zonas.

Una de las alternativas que habrá que explorar para garantizar que el tiempo en la calle es el mínimo posible será la de establecer toques de queda, fijar horarios en los que se puedan realizar prácticas deportivas o pasear. Esos criterios podrían incluso estipularse por zonas y barrios, para evitar la coincidencia de personas en las calles.

Test, test, test.

Esta es la parte peliaguda. Habrá que mantener a raya el virus y la única forma de hacerlo será detectando de forma inmediata a cualquier contagiado y aislándolo. Sin embargo existe una auténtica guerra mundial por la adquisición de estos test, porque cada país es consciente de que cuanto primero disponga de herramientas de análisis de su población primero podrá salir de la situación actual. Las pruebas de COVID-19 probablemente terminen realizándose en empresas y estén disponibles en farmacias, pero para eso tiene que haber un ritmo de fabricación que, por ahora, suena lejano.

Enfermaremos, no queda otra.

El COVID-19 puede que se convierta en un visitante anual a nuestras ciudades e iremos gradualmente enfermando de forma mayoritaria. La clave está en lo que los científicos llamaban "aplanar la curva", que no es otra cosa que prolongar en el tiempo los contagios de modo que no se concentren en unos pocos meses saturando el sistema sanitario. Ya hemos visto la elevada mortalidad del COVID-19 y ese riesgo seguirá existiendo, aunque mejorarán los tratamientos hasta que exista una vacuna. Dado que en la mayor parte de los casos la enfermedad se pasa con síntomas leves, irá aumentando la población inmunizada, pero seguirá habiendo personas en los hospitales y las UCIs y, desgraciadamente, falleciendo.

No hay inmunidad permanente.

El horizonte a medio plazo duplica las incertidumbres. Es probable que en verano la fortaleza del virus se atenúe, pero puede regresar en otoño con otra nueva mutación, como ocurre con la gripe. En ese caso, volveríamos a la casilla de salida.

Sobre la supervivencia del virus en verano, los últimos estudios parecen indicar una correlación negativa entre la incidencia de la enfermedad y la temperatura y la humedad. Ese hecho ya fue puesto de manifiesto hace semanas por los asturianos Juan Luis Fernández y José María Loché Fernández-Ahuja. Ambos investigadores han actualizado su trabajo, que mantiene esa correlación inversa.

La vacuna tardará.

Probablemente un año, aunque los científicos y laboratorios se dan prisa por conseguirla cuanto antes. Entonces se podrá vacunar a la población de riesgo, pero la enfermedad seguirá ahí.

Con más tiempo conoceremos mejor al virus.

Muchas de las hipótesis se basan en lo que suponemos sobre un virus al que aún no conocemos demasiado. Todo ello redobla nuestra inseguridad en cómo afrontar ese regreso a una vida que ya no será como antes.

Asturias, tendencia descendente

Los datos de hoy relativos a la incidencia del COVID-19 en Asturias siguen con las oscilaciones que hemos visto los últimos días, pero en tendencia descendente. Las estimaciones de los matemáticos Juan Luis Fernández y Zulima Fernández-Muñiz establecen que la cifra final de contagiados detectados en Asturias podría alcanzar los 3.000 y que en un plazo de una semana la incidencia de la enfermedad podría darse por controlada.

Esta es la proyección del ritmo de contagios, lo que da idea de que en una semana se habría reducido:

España ensancha la incertidumbre

Los últimos repuntes de casos ensanchan la incertidumbre sobre la evolución futura de la enfermedad en España, que aún podría tratar bastantes días en tener controlada la pandemia. La horquilla de posibles infectados en el conjunto del país se sitúa entre los 200.000 y los 300.000 casos.

Estados Unidos

Hay ya casi 670.000 contagiados en Estados Unidos y 34.000 fallecidos. Desde hace semanas se trata del país con una mayor incidencia del COVID-19. El pronóstico de los matemáticos Juan Luis Fernández y Zulima Fernández-Muñiz plantea que Estados Unidos ya está a punto de sobrepasar el pico, aunque esta predicción está sujeta a una gran incertidumbre. De hecho los casos aún podrían dispararse los próximos días. La cifra de fallecidos podría llegar a los 60.000 aunque con una probabilidad en el peor escenario de alcanzar los 95.000.

Europa

La distinta evolución de la enfermedad en los diversos países europeos hace que el modelo matemático aún aplace el pico de casos en el conjunto del continente. Aunque los primeros focos, Italia y España, ya están en la curva de descenso, otros países crecen a un gran ritmo de casos diarios, como Francia, Alemania o el Reino Unido. El pronóstico de los matemáticos asturianos prevé 150.000 muertos en Europa por el COVID-19, aunque en el escenario peor esa cifra alcanzaría los 300.000.

El conjunto del planeta

Hasta hoy se han diagnosticado 2,2 millones de casos en el conjunto del planeta y la cifra de fallecidos se eleva a 145.000, si bien el porcentaje de personas recuperadas, más de medio millón, representa más de la cuarta parte de los contagios. El modelo de Juan Luis Fernández y Zulima Fernández-Muñiz estima en 3,5 millones el número total de infectados, con una horquilla máxima de 5 millones. La cifra de fallecidos podría duplicar la actual.

Juan Luis Fernández y Zulima Fernández-Muñiz modelizan cada día la evolución por territorios, de modo que predicen la incidencia de casos al día siguiente y el impacto en los servicios sanitarios. Sus pronósticos ya son considerados por varios servicios de salud autonómicos y por autoridades del extranjero. Por ejemplo, realizan un estudio diario para los servicios sanitarios de Pakistán.

Estas son sus previsiones para mañana:

Y estas gráficas representan la evolución de la enfermedad en las distintas comunidades autónomas.