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Italia positivo

De la Torá médica del rabino jefe de Roma al sorpasso lombardo, por Luis M. Alonso

Di Segni fue uno de los primeros en convencer a su comunidad de que había que compaginar fe con salud l La región italiana más afectada sufre ahora el virus Salvini y se dispone a romper el encierro

De la Torá médica del rabino jefe de Roma al sorpasso lombardo, por Luis M. Alonso

La libre interpretación del pico de la pandemia suscita reacciones en la Italia exhausta del confinamiento. Muchas son escépticas, el dichoso pico no es tal si en los días siguientes los casos siguen aumentando. La propagación del COVID-19 es un fenómeno nuevo, causado por un virus cuyas características aún son demasiado desconocidas. ¿Por qué, entonces, los políticos y los comunicadores, al contrario que los científicos, hablan de pico al conjugar los verbos del presente y del futuro? El concepto en sí es impreciso, las curvas que expresan la gravedad de la pandemia son diferentes, quien habla de pico debería explicar mejor a qué se refiere.

No siempre es una cumbre que se espera alcanzar. Finalmente, como la felicidad para el poeta Eugenio Montale, es todo menos un estado permanente: después de un pico y el consiguiente respiro, siempre es posible que haya otro. En 2009, con la pandemia de gripe A, hubo un pico de verano bajo y un golpe muy fuerte en otoño. Solo los gráficos de los próximos meses, y no los anuncios de estos, podrán decirnos dónde estamos ahora, y si, cómo sucede a menudo en las montañas, hay otra altura que superar por encima de la aparentemente más elevada, escribe Irene Soave en "Corriere della Sera".

Todos los periódicos en Italia destacan en sus portadas el llamado "camino lombardo a la libertad", que llega supuestamente después de rebasado el famoso pico. Hasta ayer, al menos, el premier Giuseppe Conte guardaba un elocuente silencio sobre la pretensión del leguista Attilio Fontana, presidente de Lombardía, de abrir las puertas a partir del 4 de mayo y volver a la actividad normal. En el fondo todos saben, empezando por el Palazzo Chigi, sede del Gobierno, que el repentino giro responde a la enésima huida hacia adelante de la región más afectada por la mortalidad del virus y a una estrategia marcada por Salvini, decidido a rentabilizar políticamente las buenas noticias que provengan de la devastada Lombardía. El exviceprimer ministro juega a lo mismo en Italia que Torra en España: arma alboroto para ocultar sus carencias y problemas. Por ejemplo, con las mascarillas. Dice que no llegan de Roma cuando solo hay que visitar el sitio web de Protección Civil para enterarse de que sucede exactamente lo contrario.

Diametralmente opuesta al sorpasso lombardo es la historia que cuenta el diario israelí "Hareetz" sobre el gran rabino de Roma, Ricardo Di Segni, uno de los primeros en tomar medidas contra la propagación del coronavirus. Su caso es una lección sobre cómo conciliar salud y fe, con ayuda de la ciencia. Cuando a primeros de marzo el Gobierno no había emitido su decreto sobre el distanciamiento social y las iglesias aún mantenían sus servicios religiosos, la comunidad judía romana ya había empezado a moverse. Primero fue la imposición a sus fieles de sentarse en las sinagogas separados unos de otros, dejando una fila vacía en medio, acto seguido el cierre total. Di Segni es médico y su decisión se consideró algo exagerada en un momento en que todavía no existían las restricciones para viajar por el país y algunos partidos de fútbol se seguían disputando. Segni, de 70 años, dirigió el departamento de Radiología del Hospital Público San Giovanni, de Roma, entre 2001 y 2014, Contribuyó a dotar de recursos y protocolos a esta institución en tiempos de emergencia mundial. Tras los ataques de Londres en 2005, recuerda "Haaretz", se produjo un creciente temor a que los atentados terroristas se extendieran por toda Europa y las autoridades sanitarias querían saber cómo enfrentarse a la situación. Como tenía vínculos con organizaciones médicas en Israel, fogueadas en la experiencia, viajó allí para estudiar la forma en que se manejaban frente a los ataques terroristas, y luego tradujo el modelo a los hospitales italianos.

La experiencia científica le hizo ganarse la confianza como guía espiritual de una comunidad de 13.000 creyentes, que ha resultado crucial en las actuales circunstancias. Logró que le hicieran caso, desautorizó las reuniones religiosas, convenció a sus seguidores de que dejasen de besar los pergaminos sagrados (la mezuzá) con pasajes de la Torá colocados en las jambas de las puertas y el talit (el chal que se usa para la oración), y canceló los actos relacionados con la festividad de Purim. No si antes reconocer, el propio Di Segni, la dificultad que todo eso conlleva. La vida religiosa de los judíos se basa en la compañía: mientras que un cristiano puede rezar solo en una iglesia, la oración judía se lleva a cabo en grupo. Ahora, su iniciativa abre un nuevo camino para el futuro. Por ejemplo, los estudios de la Torá online, con lecciones impartidas por los rabinos en los que antes no participaban más de un centenar de personas y ahora son seguidos por un número superior de fieles superior a dos mil.

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