La primera llamada a la Cocina Económica de Oviedo acabó rápido: "¿Puedes llamar más tarde? es que estamos muy ocupados preparando cajas de comida para familias". Eran las cinco de la tarde. Tres cuartos de hora después se repite la misma conversación y, cuando había pasado una hora, ya ni fueron capaces de atender. A las seis y cuarto de la tarde, a la cuarta llamada, de nuevo, "por favor, si no te importa llamar más tarde". "Faltaría más" es la única respuesta posible para unas personas que de forma altruista se dejan la piel para que a muchas familias no les falte algo que echarse a la boca en medio de esta pandemia del coronavirus.

Por fin, a las siete menos cuarto, el encargado de la cocina, Florentino Menéndez Pereira, tiene unos instantes para explicar a LA NUEVA ESPAÑA cómo están viviendo ellos toda la crisis: "La situación es alucinante, hemos dado 272 comidas a mediodía y hemos repartida alimentos para 90 familias esta tarde". A continuación le explica a este periódico los dos tipos de atención que dispensan: por un lado hacen menús que la gente va a recoger presencialmente y por la tarde preparan lotes de productos para las familias que deben servirles para aguantar una semana. Este último servicio es el que hoy se ha desbordado: "Hoy es el día que más hicimos, veníamos preparando unos 60 ó 70 lotes ".

La solidaridad no entiende de virus: así se trabaja en la cocina económica de Oviedo

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El crecimiento es continúo. Cada día desde que se decretó el estado de alarma aumentan las necesidades de la gente. "Antes de todo esto dábamos unas 180 comidas al día, ahora damos unas 100 comidas más cada día", explica. Una labor que les exige un trabajo agotador. También necesitan recursos para poder atender estas necesidades. "La verdad es que nos traen comida de muchos sitios, hoy me ha sorprendido mucho la iniciativa de unos trabajadores de El Corte Inglés que nos han traído fruta, nos vino también un cargamento grande de el Banco de Alimentos; nunca nos sobra, pero la verdad es que tampoco no está faltando todavía". Eso sí, reconoce que están un poco "al límite": "El problema es que esto no es como un restaurante, lo que te va a venir es un poco aleatorio y por eso trabajas con un poco de incertidumbre":

Florentino aclara que él se encarga de llevar la cocina, pero que las que se dejan la piel son las "Hijas de la Caridad", unas monjas que, explica, "trabajan día y noche". También agradece la labor de los voluntarios: "Están trabajando de forma impresionante". Él ha desarrollados su labor en restaurantes como "La Gruta", "Del Arco" o "De Labra". Ahora, en esta situación que está golpeando con especial dureza a la hostelería, se ha encontrado con sorpresas que nunca hubiera imaginado: "Hoy me he encontrado con tres personas que conocía, que trabajaron conmigo, que han tenido que venir a por comida".

Antes de que tuviera lugar esa conversación, sobre la una y media de la tarde, la cola para ir a por comida que prepara Florentino en la institución situada en la calle San Vicente de Oviedo concluía en la calle San José, siendo de al menos 50 personas. Salía gente con sus bolsas de comida y llegaban más y más personas. El resto de la ciudad estaba prácticamente sin actividad, pero no el lugar que garantiza el sustento a muchas personas que no tienen otra forma de llenar el carro de la compra. Un número que ha crecido de forma exponencial con la pandemia del coronavirus, con el colapso económico que ha supuesto el cierre de una ciudad, de una región, de un país y casi de todo el mundo. Al completo.

Pasar junto a la cola deja una sensación de desasosiego. A los habituales de este servicio se les ha unido gente cuyo rostro te resulta familiar, personas que encontrabas en locales del centro de Oviedo. Hasta que, de pronto, cuando ya estás pasando por la puerta, una voz te llama y te reclama, miras, y de pronto lo reconoces: es el que fue cocinero de un bar que frecuentabas y con el que tenías trato. "No he tenido otro remedio, estaba trabajando en un restaurante de Parque Principado, entré en un ERTE, todavía no he cobrado y tengo que pagar el piso". Le das ánimos, te dice que está viendo a ver si le conceden una ayuda al alquiler: Te pregunta por tu novia: "¿Estáis bien?". Respondes que sí, la cola corre y él tiene que entrar o pierde el turno, te despides de forma apresurada: "Hasta luego, buena suerte, a ver si la cosa mejora". Él agacha la cabeza, empuja su bicicleta y se dispone a recoger su menú.