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La desinfección de vehículos con una máquina de ozono, una nueva oportunidad de negocio

La desescalada en Gijón olía ayer a chocolate con churros con cita previa: los que Georgina Olivar servía, para llevar, en su churrería "La Gloria", en el parque de La Serena. "Es difícil al principio acostumbrarse a evitar ese contacto con la gente", explica Olivar. Como ejemplo, no recoger los azucarillos que la gente devuelve con el café, ya que "hay que tirarlos directamente a la basura". En suma, "hay que reeducar pequeños gestos del día a día". Olivar recoge pedidos por teléfono y los prepara para que sus clientes, entrando de uno en uno en el local y pagando con medios telemáticos, puedan recogerlos. No obstante, y con todas las medidas higiénicas impuestas, Olivar tuvo que "pelearse" con algún cliente, dispuesto a tomarse una caña en el interior del local. Es una anécdota que no le quita el optimismo por poder volver a abrir su establecimiento.

La actividad económica del sector servicios en Gijón comenzó ayer a desperezarse, tras más de cuarenta días hibernando. La primera fase de la desescalada impuesta por el ejecutivo central permitió que muchos pequeños comercios de la ciudad abrieran sus puertas tras más de un mes, aunque fuera para recibir a los clientes de uno en uno. Es una de las normas de seguridad que más se replicaron por toda la ciudad, como el uso de guantes y mascarillas o la atención exclusiva con cita previa.

También alegría desprendía Hugo Fombona, de la peluquería California, al poder volver a su trabajo. "Decidimos abrir porque, como es lógico, necesitamos activar la economía, sobre todo los que somos autónomos", explica Fombona, que se muestra muy escrupuloso en el cumplimiento de las medidas higiénicas que ha impuesto, más estrictas incluso que las obligadas por el Gobierno. A su peluquería solo puede acceder un cliente por hora -aunque los cortes de pelo duran la mitad- , es imprescindible acudir con guantes y mascarilla, desinfectarse al entrar, lavarse el pelo antes del servicio y pagar con el dinero justo. Fombona también desinfecta el asiento, las tijeras y los peines después de cada corte, y utiliza toallas y capas desechables. Los clientes cumplen con gusto con sus condiciones. "Llevamos todo a rajatabla y un poco más", enfatiza.

Tras una pantalla de plástico, José Argüelles copia una llave. Es uno de los primeros encargos que realiza tras reabrir su ferretería. "No paré en toda la mañana", asegura el ferretero: "Se nota que la gente necesitaba cosas. Ojalá fuera así todo el año". Además de la pantalla, Argüelles utiliza guantes y mascarilla. Del mismo modo, deja entrar solo a un cliente de cada vez. "La gente respeta las normas, porque sabe lo que hay", aclara.

Durante toda la cuarentena, Pablo Álvarez ya servía a domicilio los menús de su restaurante, el "Café Plaza". Desde ayer, los clientes pueden también acudir a recogerlos al local. "Confían mucho en nosotros, y nosotros nos tomamos muy en serio su seguridad", remarca Álvarez, que da vez a sus clientes para que pasen a recoger su comida evitando las aglomeraciones. "Es una forma de poder seguir trabajando y no tener que parar por el confinamiento", explica el hostelero, que recoge el dinero en un plato para evitar contacto y desinfecta el datáfono tras cada cobro, como medidas de seguridad más allá de las habituales.

Con un mostrador cerca de la puerta delimitará Lara Meana, a partir de hoy, el espacio que pueden pisar sus clientes de la librería "La maga colibrí". Por el momento, solo abrirán al público para recoger los encargos hechos, que ayer se afanó en preparar. Muchos de ellos, pertenecientes a la iniciativa "Libro a ciegas", donde la librera escoge una novela siguiendo los gustos de sus clientes, que rellenan un cuestionario. Es una iniciativa más para mantener activo el negocio durante la cuarentena. "Hay que volver a ponerse en marcha", enfatiza Meana. Los negocios abrieron ayer en Gijón como churros.

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