Actualmente nos encontramos en una situación paradójica: a pesar de que cada día tenemos acceso a más información, las patologías relacionadas con la forma de alimentarnos no paran de aumentar.

Un dato para ilustrarlo: si realizamos un búsqueda en Google sobre el concepto de “dieta saludable” encontraremos casi 100 millones de resultados, pero según datos de las OMS (2020), desde 1975 la obesidad casi se ha triplicado en todo el mundo. En 2016, el 13% de la población adulta era considerada obesa. Y la cifra se dispara si consideramos también a las personas con sobrepeso.

Eso implica que, a día de hoy, es más necesario que nunca prestar atención al efecto que tiene la forma de alimentarnos sobre la salud. El mayor reto que tenemos por delante los profesionales de la nutrición es ayudar a la población a decidir qué pone en el plato.

En busca de traductores del etiquetado

Hay que admitir que cada vez la población está más concienciada de la necesidad de indagar sobre las características de los alimentos que consume. Cosa distinta es que esté preparada para entender o interpretar lo que lee. Y no hablamos solo de entender la tabla de análisis medio de nutrientes, sino también de saber interpretar dicha información con la que aporta el listado de ingredientes, así como comprender los tecnicismos y las siglas que aparecen.

Como consecuencia, la mayoría de las veces no resulta nada sencillo descifrar los contenidos de las etiquetas de los alimentos. Para facilitar esta tarea, en algunos países pueden encontrarse en los envases opciones de logotipos más sencillos o etiquetados nutricionales simplificados, que se han ido implementando en el marco de políticas de salud pública.

Entre estas iniciativas destaca Nutri-score, un sistema de evaluación de los alimentos que los valora en función de su composición y los clasifica en cinco categorías según su calidad nutricional (A, B, C, D y E), representadas en forma de una cadena de 5 círculos de colores que van desde el color verde oscuro (mejor calidad nutricional) al rojo (peor calidad nutricional)

Este sistema es ya una realidad en países como Francia y Bélgica. En España, de momento, tiene carácter voluntario, pero está en marcha una campaña para solicitar a la Comisión Europea su presencia obligatoria en todos los estados miembros. Ha sido creado con una doble finalidad: ayudar al consumidor a seleccionar alimentos más saludables en el momento de la compra y estimular a la industria alimentaria a mejorar el perfil nutricional de los alimentos que produce, para que obtengan una mejor clasificación.

Aunque con algunas limitaciones, Nutri-score goza de acreditación científica que apoya su uso. Si se pone en marcha, no cabe duda de que su implementación debe ir acompañada de una campaña educativa dirigida a la población de forma que esta herramienta sea de la mayor utilidad posible, tal y como se hizo en Francia.

Hacer la compra en «modo escáner»

Otra posibilidad disponible desde hace poco son las aplicaciones que mediante el escaneo del código de barras del envase de un alimento nos ayudan a clasificarlo según distintas escalas. Analizando su composición, permiten identificar el “más bueno” o “el menos malo” de cada categoría.

Existe una gran variedad de estas aplicaciones que utilizan criterios distintos. En algunas se ofrece una puntuación solamente en función de la nota nutricional de Nutri-score o del grado de procesado del alimento. Otras mezclan diferentes criterios, como la nota nutricional de Nutri-score, si hay presencia o no de aditivos o si el producto tiene etiqueta “eco”.

De acuerdo con un estudio reciente elaborado por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), las tres aplicaciones de este tipo más populares en nuestro país son El CoCo, Yuka y MyRealFood. Todas cuentan con miles de usuarios y su uso se ha popularizado en muy poco tiempo.

Aunque a día de hoy aún no es posible concretar el efecto del uso de estas herramientas en la salud futura, pues carecemos de evidencia científica para valorar los resultados, sí podemos decir que en general se trata de buenas herramientas que pueden ayudar a hacer una compra más saludable.

Otra ventaja importante es que pueden favorecer que la industria alimentaria mejore la composición nutricional de sus productos a fin de evitar una mala clasificación. Sin embargo, por sí solas no pueden tener la misma efectividad si previamente el consumidor no tiene claro cuál tiene que ser el patrón de una alimentación saludable.

Más productos frescos y menos envasados

Otro inconveniente que debemos tener en cuenta es que estas aplicaciones funcionan para los alimentos envasados. Pero, ¿qué pasa con los alimentos frescos que deben abundar en una alimentación saludable? Las frutas, las verduras y hortalizas o el pescado fresco no tiene código de barras. Eso implica que las apps nos ayudan a clasificar solo los llamados alimentos procesados y ultraprocesados, que deberían ser minoría en una dieta equilibrada.

¿Por qué? En esencia porque la elaboración de estos productos implica una mayor transformación de la materia prima. Por un lado, eso suele disminuir la calidad nutricional del alimento. Por otro, requiere de la adición de otros ingredientes como azúcares, grasas, sal, aromas, enzimas o aditivos (edulcorantes, conservantes o antioxidantes).

Actualmente la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC) recomienda que se haga un consumo opcional, ocasional y moderado de los procesados y ultraprocesados. Se basan en que una alimentación basada en la conveniencia o la facilidad de uso que ofrecen estos alimentos desplazará el consumo de otros alimentos frescos o poco procesados, que aunque requieren mayor tiempo de preparación son más recomendables por sus interesantes características nutricionales. Y que esta práctica conlleva un mayor riesgo de padecer sobrepeso u obesidad y otras patologías asociadas como diabetes, hipertensión, cardiopatías o dislipemias.

De ahí la importancia de enseñar a la sociedad a hacer un uso correcto de los alimentos dentro de un patrón alimentario saludable como puede ser la Dieta Mediterránea, potenciando una alimentación basada en alimentos locales, con productos de temporada y de proximidad. Unos productos que, la mayoría de las veces, no llevan código de barras.

Eva Espona Malet, Profesora Máster universitario "Nutrición y Salud", UOC - Universitat Oberta de Catalunya y Laura Esquius de la Zarza, Profesora del Área de Nutrición. Facultad de Ciencias de la Salud, UOC - Universitat Oberta de Catalunya

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.