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MARÍA LUISA CARCEDO | Diputada socialista, exministra de Sanidad

"Hay partidos que usaron a los muertos como si fueran culpa de alguien aparte del virus"

"No podemos tirarnos a la calle de un día para otro porque haya bajado el número de fallecidos; hace falta serenidad, si no llegará el mayor desastre sanitario"

María Luisa Carcedo. JAVIER DE LA FUENTE

La diputada socialista asturiana María Luisa Carcedo, presidenta de la Comisión de Política Territorial y Función Pública, y ahora integrante de la Comisión de reconstrucción del Congreso, estuvo al frente del Ministerio de Sanidad hasta dos meses antes de que estallara la mayor crisis sanitaria mundial del último siglo. Carcedo (Santa Bárbara, 1953) "presume" de la buena gestión sanitaria realizada en Asturias frente al coronavirus. Reivindica "serenidad y templanza para rematar el control de la epidemia" y lanza un aviso: "Las espichas tendrán que esperar; por aguantar un poquitín , unos meses, no pasa nada".

- ¿Es un alivio no ser ministra de Sanidad en medio de esta crisis o lo echa de menos?

-Ni uno ni otro. Nadie es ajeno a esta crisis y en mi caso tampoco, pero cuando gestionas la sanidad el riesgo de una epidemia está ahí. Si me hubiera tocado, habría que afrontarla como hice con otras, aunque de menor envergadura. No me echo para atrás en afrontar ningún problema. Pero es cierto que al no estar en primera línea, no tienes la tensión de las personas que les toca estar ahí.

- ¿Se puede hablar de un antes y un después del covid-19?

-Sin duda. Hemos visto que somos vulnerables como especie y debemos tener muy presente que no se pueden romper ciertos equilibrios porque los humanos también formamos parte de los ecosistemas del planeta. En la vertiente social, este virus tiene un impacto sanitario evidente y unos alcances económicos trascendentales, que nos van a obligar a reinventarnos. Son muchas lecciones, pero en el ámbito sanitario la más importante es la necesidad de poner la mirada en la salud pública y la salud comunitaria.

- ¿Por qué el coronavirus ha pillado a los gobiernos de los países más desarrollados con la guardia baja?

-No vale echar la culpa a la OMS, como dice Trump, porque advirtió desde el primer momento, cuando China comunicó la aparición de un nuevo virus. El aviso llegó hasta el detalle de que no se confiase en un comportamiento estacional, con la llegada de la primavera, como ocurre con los virus de la gripe. Todavía en septiembre advirtió de la inminencia de una gran pandemia. Los países no pueden echar la culpa a la OMS.

- ¿Entonces qué ocurrió?

-Hubo confianza por dos vías. Los antecedentes de los últimos casos de epidemias por saltos de especies animales al humano no tuvieron el alcance de esta y quizá se creyó que iba a ser como la gripe A, la aviar, el SARS o el MERS. También hubo una excesiva confianza en sus sistemas asistenciales sanitarios: durante años se prestó poca atención a la salud comunitaria y quedó ese agujero, que habrá que reforzar.

- ¿Hizo mucho daño tener que tirar a la basura miles de tratamientos contra la gripe A?

-Entonces también alertó mucho la OMS y los países se pusieron en guardia. Como el impacto fue mucho menor de lo esperado, consciente o inconscientemente llevó a pensar ahora que el impacto del coronavirus sería similar al de la gripe A . Pero a medida que lo conocemos, sabemos que su alcance es mucho mayor.

- ¿Queda mucho por descubrir del covid-19?

-Vamos conociendo que el daño patológico tiene connotaciones muy diferentes y graves y que va más allá de la afección respiratoria que tiene el virus de la gripe. El principal daño lo produce, quizás, el propio organismo para defenderse del virus. Por eso la clave está en evitar el contagio, en prevenir que enfermen las personas. Hay que situar ahí el foco y los recursos porque este virus pega muy fuerte.

- ¿Cuándo llegará la vacuna?

-La ciencia ha hecho una labor impresionante en los cinco meses que este virus lleva entre nosotros. Por ejemplo, ahora se investiga si en las zonas con aire acondicionado la distancia tiene que ser mayor de los dos metros. Pero queda bastante por saber hasta lograr la vacuna que nos salve. La vacuna es clave para que aumente la baja inmunización que tenemos. Estamos aprendiendo a uña de caballo. Cuando al principio se pensaba que era un problema de afección a los pulmones, ahora se sabe que hay más. Saber todo esto permite que nuestro sistema de salud ya acierte más y sea eficaz el tratamiento sobre cada tejido afectado. Ya va muy poca gente a la UCI.

- ¿Se tardó mucho en cerrar aeropuertos, puertos marítimos y colegios o blindar las residencias de mayores que, por ejemplo, en el caso de Asturias han sido el punto más vulnerable?

-No podemos decir que los países o gobiernos se durmieron en los laureles cuando hablamos de días. Hay que ponerse en el lugar de quien toma decisiones de trascendencia tan enorme. Hablamos de aislar un país, frenar su economía y generar una tremenda pérdida de empleo. Esta crisis va a situar a muchas familias en una situación de absoluta precariedad, sin ingresos. Hablamos de decisiones durísimas que hubo que adoptar en días. Es fácil decir que se tardó, pero la decisión del confinamiento se adoptó cuando ya se vio que había una difusión comunitaria y que se disparaban los casos en España.

- Los protocolos cambian en días. ¿La sociedad y la sanidad españolas estarán mejor preparadas ante el temido rebrote?

-Es evidente. Ahora ves en la calle que la gente mayoritariamente es responsable, usa su mascarilla, guarda su distancia. Las condiciones van a ser muy diferentes si se produce un rebrote, pero tenemos que ser conscientes y velar para que no se produzca porque el daño de un fallecimiento ya es irreparable. Y las consecuencias de tener más parada la economía nos va a afectar muchísimo. Cada uno tiene que hacer y poner de su parte.

- ¿Falta responsabilidad individual?

-Claro. Yo hago un llamamiento a las personas que se toman esto un poco a broma y creen que ya podemos salir con barra libre. Hay que dar un toque de atención a esa gente que no guarda las normas porque los próximos afectados pueden ser ellos, sus familiares o sus amigos. Esta crisis supone costes personales y de recursos económicos que no podrán destinarse a otros fines como, por ejemplo, los copagos. El gasto para afrontar esta crisis sanitaria, económica y social es monstruoso.

- ¿Hay que estar preparados para un verano con mascarilla?

-Claro, si todos llevamos la mascarilla quirúrgica, que hace que tú no contagies, todos nos protegemos mutuamente y ya está. También hay que usarlas bien y no dejar la nariz libre porque ves a cada uno por la calle...

- ¿Cómo valora la respuesta sanitaria de Asturias ante esta crisis?

-Presumo mucho de lo que ha hecho Asturias. Acertaron en dos cuestiones fundamentalísimas para el control de una epidemia: produjeron test PCR que permitieron contar con una disponibilidad diagnóstica rápida para aislar con precisión a los contagios y contactos y se puso a trabajar a la atención primaria para detectar. En los centros de salud de Asturias se hizo un seguimiento a más de 22.000 personas para 2.300 afectados. Estas cifras nos dan la idea de lo que significa el control y la proporción de una epidemia. Asturias lo ha hecho bien, la gestión de la epidemia se afrontó con responsabilidad y buen juicio.

- El Gobierno asturiano ponía el foco en los 10.000 parados de los últimos dos meses. ¿Lo peor está por venir en Asturias y en España?

-Espero que no y lo peor ya lo hayamos pasado. Las muertes son irrecuperables, lo demás es superable. Pero los impactos económicos ahí están. Es como si hubiera caído una bomba, que obliga a reorientar toda la actividad de un país en dos días. Como no se debe a ningún problema estructural del sistema económico y productivo sino a un parón, espero que vuelva a rebrotar pero las consecuencias las vamos a ver durante un tiempo. Y hemos sacado lecciones para convivir mejor, como el uso del teletrabajo.

- Está en la comisión del Congreso para la reconstrucción. ¿Cuáles serán las líneas básicas?

-En la sanidad habrá que recuperar el funcionamiento ordinario y añadir la vigilancia ante las pandemias que puedan venir. En el plano social, analizar el papel de los servicios sociales ante la aparición de nuevas bolsas de pobreza. Hay familias que han sufrido con este confinamiento, que han perdido su trabajo. Vamos a pasarlo mal, no descubro nada. En el aspecto económico habrá que estar muy atento al sector turístico hasta recuperar la confianza y, claro, el apoyo de la UE será fundamental.

- La imagen que hay de la Unión Europea tras la recesión de 2010 es la de los recortes.

-Es una oportunidad para Europa de hacerse simpática al conjunto de la ciudadanía europea y decir: vale, no somos el ogro en el que se escudan los estados para recortar, como pasó entonces, si no que estamos para velar por el bienestar de la ciudadanía ante un problema que afecta a todos los países.

- ¿Está tan crispada la política como se ve en el Congreso o hay sobreactuación?

-Hay un poco de todo. Entra dentro de la dialéctica parlamentaria que cada uno marque su perfil en el hemiciclo pero la sobreactuación no puede exceder los límites de lo tolerable.

- ¿Se superan esos límites?

-Sí, en la utilización de los muertos como si fuesen culpa de alguien, más allá del virus. Aquí hay una gestión corresponsable. Antes hablábamos de Asturias, nadie le impidió hacer lo que hizo con sus competencias. Nadie impidió a ninguna autonomía realizar su estrategia. Casi todos los grupos en el Congreso tienen responsabilidades de gestión a algún nivel. Hay un desenfoque grande, no estamos en una campaña electoral para sacar eslóganes o afianzar a unos líderes frente a otros, gestionamos una epidemia con consecuencias sanitarias, económicas y sociales.

- ¿Qué le parece la negativa del PP y Vox ante el estado de alarma?

-De verdad que quisiera entenderlos pero no lo consigo. Escuché a Vox que había que cerrar todo, ir más allá incluso de la declaración del estado de alarma. Primero todo les parecía poco y ahora todo es demasiado. Hay evidencias de que la etapa de transición, la llamada desescalada, es peligrosísima y si no la haces bien es cuando se producen los mayores desastres sanitarios. No podemos tirarnos a la calle alegremente, de un día para otro, porque bajó el número de muertos. No entiendo esta impaciencia y por qué se eligió este asunto como elemento de discrepancia cuando hace falta prudencia y un poco de templanza para rematar bien el control de la epidemia en una fase muy delicada.

- ¿Faltó mano izquierda por parte del Gobierno para hacer copartícipes al resto de partidos en esta crisis?

-No estoy ahí y lo desconozco, pero me consta que llevan 60 conferencias y consejos interterritoriales donde se comparte todo con las comunidades autónomas y también se está en contacto permanente con sus técnicos. ¿Que se pudo hacer más? Pues igual. Pero hay una interrelación continua en la toma de decisiones, como con las mascarillas. Si se hace más, igual también dicen que es demasiado. Hay un gran esfuerzo de compartir y de relación institucional.

- Usted es metódica y disciplinada. ¿Cómo va a llevar las espichas?

-De momento no se puede ni hablar de hacer espichas. No se permiten reuniones. El mensaje es que las espichas, de momento, tendrán que esperar. Porque aguantemos un poquitín unos meses, no pasa nada. Ahora lo importante es tener claro que no se puede compartir el vaso. Cuando era directora de Salud Pública, ya exigíamos que hubiera un vaso por persona en los bares.

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