El Gobierno hizo obligatorio desde este jueves, para los mayores de 6 años, el empleo de la mascarilla en espacios cerrados de uso público, como tiendas y centros de trabajo, y en la calle o en lugares al aire libre cuando no sea posible guardar una distancia social de dos metros. El Ejecutivo se ha resistido a imponer la medida -que el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, llegó a considerar incluso contraproducente-, pero el temor a un rebrote del covid-19 y la presión de algunas comunidades autónomas -Asturias entre ellas- terminó por convencerlo.

España toma esta decisión cuatro días después de que China, el país donde se originó la pandemia, autorizara a los habitantes de Pekín a ir sin mascarilla en los espacios públicos. De manera que, cuando los españoles empezamos a taparnos la boca y la nariz por obligación, a los chinos, al menos a los capitalinos, se les exime de hacerlo. Sin embargo, ya están tan acostumbrados a vestir esta prenda de cara (ya sea por la contaminación galopante de la gran urbe o por el coronavirus) que la inmensa mayoría todavía la lleva pegada al rostro.

En terrazas de cafeterías y lugares públicos de la capital china siguen viéndose mascarillas de todos los colores, quirúrgicas y de tela. Y es que, sin criticar la medida, anunciada el domingo por el Centro de Prevención y Control de Enfermedades de la gran urbe en vísperas de la sesión anual de la Asamblea Nacional Popular (ANP, Parlamento), los pequineses se resisten a secundarla. Lo que demuestra el tremendo impacto psicológico de cinco meses de pandemia. Se sienten más seguros con ella puesta. Y como en los espacios cerrados su uso continúa siendo obligatorio, manda el sentir colectivo. Incluso después de que en Pekín no se hayan registrado nuevos positivos durante varias semanas.

Desde el pasado enero, la mascarilla era imprescindible en la ciudad: en las tiendas no se permitía el acceso sin ella, y las fuerzas de seguridad exigían a los transeúntes que se la hubieran retirado para fumar un cigarrillo o respirar el aire contaminado de la ciudad que se la colocaran de nuevo.

Así que, mientras China afloja, en el resto del mundo -España incluida- se va imponiendo el uso obligatorio de la mascarilla. Pero no todos los gobiernos regulan su utilización de la misma manera ni la hacen obligatoria para las mismas circunstancias. Depende en unas ocasiones de cómo este yendo la desescalada, y en otras, del temor a un rebrote.

Francia. Es obligatorio llevarlas en el transporte público. En los comercios se recomienda utilizarlas, pero es el dueño del establecimiento el que tiene la última palabra. En cambio, no son obligatorias en la vía pública, sino solo recomendables, salvo que no pueda mantenerse una distancia segura.

Alemania. Su uso es obligatorio en espacios públicos, grandes y pequeños (transportes, tiendas, supermercados), así como en museos y algunas zonas de los aeropuertos. Como en España, quedan exentos los menores de 6 años y quienes tengan dificultades respiratorias o padezcan enfermedades que desaconsejen el uso de mascarillas.

Italia. Su uso es obligatorio en lugares cerrados con acceso público, como los bares, restaurantes y tiendas que reabrieron sus puertas el pasado lunes. Como en España, la mascarilla ya era imprescindible en el transporte público. Sin embargo, no son obligatorias en la calle, si bien se recomienda su uso.

Reino Unido. Boris Johnson no obliga a los británicos a llevar mascarilla, salvo en el metro, el tren y el autobús. También en lugares cerrados se recomienda su uso. Con todo, la desescalada solo ha comenzado en Inglaterra; el Ulster, Escocia y Gales quieren ir más despacio. Se sigue recomendando que todo el que pueda teletrabaje.

EE UU. Depende de cada Estado, y el duro debate sobre el uso de mascarillas, en curso desde hace semanas, continúa. Los neoyorquinos, por ejemplo, deben llevarlas en la calle siempre que no pueda garantizarse la distancia social. Pero Donald Trump se niega a portar la prenda en público, para no darle a la prensa ese "placer". Quien fuera mayordomo de la Casa Blanca con once administraciones, Wilson Roosevelt Jerman, murió ayer a los 91 años. De coronavirus.