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Cómo leer las emociones a pesar de la mascarilla

El cubrebocas no impide reconocer las arrugas que se producen en el párpado inferior al elevar los pómulos cuando la sonrisa es sincera

Empezando por arriba, y de izquierda a derecha, expresiones de miedo, tristeza, normalidad, ira/asco, desdén y alegría. COMUNICACIÓN NO VERBAL CIENTÍFICA

Visita a un cliente en apuros y, a metro y medio, se saludan. Solo pueden verse los ojos. Pronto ve que algo falla: comprende lo que dice, pero no entiende cómo se siente. No ha sido fácil hacerle una oferta, no ha sentido seguridad en la negociación. Sin la mascarilla o cubrebocas, hubiera sido más sencillo.

La obligación de llevar cubrebocas, vigente desde la semana pasada, institucionaliza una nueva manera de relacionarnos en la que no habrá acercamientos afectuosos y se reducirá la expresividad facial. "Esta situación va a durar, siendo optimistas, varios meses más, por lo que tendremos que aprender a leer las emociones de otra manera", explica Javier Torregrosa, experto en comunicación no verbal y formador en Fundeun (Fundación Empresa Universidad de Alicante). No solo los profesionales van a verse afectados por la falta de información. "Le va a pasar a todo el mundo, incluso a personas que se conocen, parejas o padres e hijos", asegura.

Para la interpretación del pensamiento del otro utilizamos, fundamentalmente, la cara. "El rostro es el único indicador fiable que nos permite leer la emoción de alguien", explica Torregrosa. Esta lectura, saber si le gustamos o no a la otra persona, "es importante por una cuestión de supervivencia, de autoprotección", y por ello permanece en nuestro cerebro como una actividad imprescindible y la mayoría de las veces inconsciente, según el sinergólogo alicantino.

Leer las cejas. "La boca y las cejas son las dos partes de donde nuestro cerebro recoge información de nuestro interlocutor. El problema es que el 60 por ciento de la información emocional que percibimos del rostro se obtiene de la boca y las comisuras de los labios", según este especialista, una zona que queda completamente cubierta por la mascarilla. El protector deja a la vista los ojos y las cejas, donde reside el 40 por ciento de la comunicación no verbal facial. Para Torregrosa, es aquí donde debemos esforzarnos en captar las reacciones del otro durante una conversación.

Los sentimientos de ira y asco, así como los de miedo y tristeza, modifican de la misma forma la parte superior de la cara. "A lo mejor no podemos diferenciar la ira del asco, pero sí podemos diferenciar las emociones negativas de las positivas. Podremos ver si el otro siente rechazo hacia nosotros, si necesita ayuda porque sus cejas indican miedo o tristeza o si su alegría es verdadera o falsa", añade el experto en comunicación no verbal.

"Tanto con la tristeza como con el miedo, los extremos de las cejas caen y la parte central tiende a subir. También nos sirve fijarnos en las arrugas de la frente, que pueden aparecer en forma de ola", señala Torregrosa.

Más complicado resulta distinguir entre ira y asco, ya que "las cejas son exactamente iguales en ambas emociones". Así, indica que "en ambos casos bajan, pegándose a los ojos como para fijar la mirada, algo más en la parte del entrecejo y levantándose un poco en los extremos". Para detectar asco o rechazo deberíamos poder "fijarnos en si la nariz sube y se arruga, pero si la mascarilla está bien puesta no lo veremos", apunta. Eso sí, si aparece el blanco del ojo en la parte inferior, "podríamos reforzar que se trata de rechazo más que de ira".

Un tercer grupo de emociones negativas perceptibles sin ver los movimientos de la boca incluye la soberbia acompañada de desprecio, en la que las cejas "suben, pero bajan los párpados". "Nuestro cerebro límbico, que es una especie de mejora del cerebro reptiliano, se centra más en detectar las emociones negativas porque son las que nos ayudan a sobrevivir, a no perder de vista lo importante para nuestra supervivencia", explica el especialista en sinergología.

La buena noticia es que el protector obligatorio no nos va impedir reconocer cuándo alguien se alegra de lo que decimos o está feliz de vernos. "Solemos pensar que la alegría se recoge en la sonrisa, pero el único indicador fiable de la felicidad está en la parte superior de la cara, no en la boca. Son tres elementos los que la revelan: pómulos ligeramente hinchados, las arrugas en la esquina exterior conocidas como patas de gallo, pero, sobre todo, la vemos cuando aparece una pequeña bolsa bajo el párpado cuando suben los pómulos", sostiene el especialista en gestualidad. "Todo el mundo se va a enterar de nuestras emociones positivas aunque llevemos la mascarilla", añade.

Torregrosa cree una buena manera de compensar la pérdida de información facial es mantener "más comunicación verbal".

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