Un supermercado del centro de Zaragoza, sobre las once o las once y media de la mañana, el 29 de mayo. Un hombre de unos 35 años, de aspecto normal, entra, se dirige a la zona de alimentación infantil, y se mete entre la ropa cuatro potitos. Pero cuando ya casi pisa la calle el vigilante del local le da el alto y avisa a la Policía.

El detenido explicó que estaba en paro y que era padre de familia. Los agentes oyen todas las versiones, la del hombre, la del vigilante y de clientes. Uno de ellos se dirige al hombre y le indica que se marche, que no hay nada contra él. Cuando el hombre salió del supermercado, el agente pagó los potitos de su bolsillo.