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Orlando Pelayo en los ojos de su hija

"Mi padre siempre sintió nostalgia de España, aunque no de la que veía en su tiempo", explica Suzanne Pelayo, descendiente del pintor, al que el Bellas Artes dedica una muestra que abre el viernes

Orlando Pelayo y su hija Suzanne. Archivo personal de Suzanne Pelayo

Suzanne d'Albert, hija de Felicitas d'Albert, una pintora francesa afincada en Italia, no conoció a su padre hasta que cumplió los 9 años. Sabía, por su madre, que era también artista, de gran talento, y que era natural de una región al norte de España. También que la convivencia entre ellos había sido imposible, y que el hombre vivía en París, donde ella le reencontraría, y le redescubriría, una década después. Era Orlando Pelayo, el artista asturiano más internacional de su tiempo.

Cuando se cumplen cien años de su nacimiento y treinta de su muerte, el Museo de Bellas Artes de Asturias dedica al pintor una gran exposición monográfica, "Orlando Pelayo: exilio y memoria", que se abrirá al público este viernes. Una presentación a la que tenía previsto acudir, desde su residencia en Suiza, Suzanne Pelayo d'Albert, la hija del artista. El cierre de fronteras por la pandemia de coronavirus impedirá a la mujer acudir, como era su deseo, al Bellas Artes. "No podemos salir hasta el mes de julio. Pero en septiembre, para la clausura, estaré allí sin falta", revelaba ayer Suzanne Pelayo, en conversación telefónica con LA NUEVA ESPAÑA.

Suzanne nació de la relación entre Orlando Pelayo y Felicitas d'Albert. Una pasión que no se tradujo en convivencia por la incompatibilidad de caracteres de ambos: "No podían vivir juntos, eran opuestos. Mi padre tenía un carácter muy español, y mi madre era más tranquila, pero también muy independiente", relata la mujer. Pese a estas diferencias, Felicitas d'Albert siempre mostró una gran admiración por Orlando Pelayo, y se cuidó que su hija tuviese presente la riqueza de la cultura española, de la que su padre era un gran embajador: "Me leí 'El Quijote' de pequeñita, y también a otros autores españoles como Quevedo. Mi madre sentía admiración por mi padre y por toda la cultura española".

Pese al talento para la pintura de sus dos progenitores, Suzanne sintió la llamada de otra actividad creativa: el teatro. Se convirtió en actriz, y eso le permitió, ya veinteañera, conocer en profundidad a su padre. "Retomamos el contacto cuando yo actuaba en Alemania, y él tenía dos exposiciones, una en Alemania y otra en Suecia. Desde ese momento, mantuvimos una relación estupenda, muy muy cariñosa. Nos veíamos normalmente en París. Él iba a verme actuar cuando podía, recuerdo que le gustó especialmente cuando interpreté una obra de Chéjov. Hablábamos mucho de arte, aunque él era muy crítico, si yo le decía que me gustaba Van Gogh, él me salía con El Greco... Era muy exigente, también consigo mismo. Había días que estaba quejoso, pero luego, cuando me iba, yo sentía la adoración que tenía por mí".

En compañía de su padre, Suzanne visitó dos veces España. "Siempre sintió nostalgia de Asturias y de España. Aunque vivió en Francia durante muchos años, él se sentía español, no francés. Pero no le gustaba la España de su época: sentía nostalgia de la España que él querría que fuera. Por eso, cuando llegó la democracia lo vivió con mucha ilusión", relata Suzanne.

El contacto con su padre también le permitió conocer a su familia, a la que sigue muy unida. "A mi tía Mari Paz le tengo muchísimo cariño, nos vemos una vez al año. Ella era la hermana queridísima de mi padre, y continuamente me cuenta muchas cosas de él que yo desconozco. Dice que me parezco mucho a él, en el físico. También quería mucho a mis tíos Óscar, que era como el bibliotecario de mi padre y que iba a todas sus exposiciones, y Vicente, que murió hace pocas semanas. Esto me apena mucho, porque hacía doce años que no nos veíamos, y él tenía mucha ilusión por esta exposición y por ver reunida otra vez a la familia", explica Suzanne.

A esa gran familia se unió, hace poco, Rayan, el nieto de Suzanne, y que sería bisnieto de Orlando Pelayo. "Le hubiera hecho muchísima ilusión saberse bisabuelo", sostiene Suzanne. Ahora, la hija de Orlando Pelayo divide su tiempo entre el pequeño y el orfelinato que dirige en Arunachal Pradesh, en el norte de la India, y que gestiona a través de la ONG Jhamtse Switzerland, de la que es presidenta. "Mi abuelo era profesor, y hacía lo que hago yo ahora, instruir a los pobres y a los campesinos. Es como cosa del destino, pero he descubierto una pasión que yo no tenía de joven", concluye.

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