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VÍCTOR BOTAS CERVERO | DISEÑADOR GRÁFICO

"La crisis ya no sorprende, aunque la prosperidad marcó la mentalidad de mi generación"

"Mi padre murió cuando yo tenía 10 años y eso me dejó tocado y pensativo durante meses; ahora le conozco por su obra"

Víctor Botas Cervero, en los jardines de Llamaquique, en Oviedo. FERNANDO RODRÍGUEZ

Víctor Botas Cervero (Oviedo, 1983), licenciado en Bellas Artes en Salamanca, es ilustrador y diseñador gráfico. Vive en Madrid. Publica regularmente en la revista literaria asturiana "Clarín".

- ¿Qué tal su confinamiento?

-Bien, en un piso pequeño donde estaba el estadio Vicente Calderón, en la otra orilla del Manzanares. Lo comparto con la dueña, una chica irlandesa. Tuve días difíciles. Dos o tres días a la semana caminaba al estudio que comparto, a 15 minutos de casa, para seguir trabajando. Me acababa de hacer con un ordenador y una tableta digital y le metí muchas horas para ver cómo funcionábamos como relación. Nunca dibujo en casa, más allá de un apunte, para separar el trabajo de la vida.

- Poscovid, ¿qué va a ser de su vida?

-Quién sabe. Ya no sorprende. Viví la crisis de 2008 acabando la carrera, sin sufrir hasta 2011 las consecuencias más graves. En la carrera te advierten de que es difícil vivir de esto, pero ya que trabajan la piedra, deberían ponerlo en la puerta, en grande, en mármol. Crecí en una época en la que parecía que si sabías idiomas y estabas preparado todo era posible. Esa prosperidad marcó mi mentalidad y la de mis amigos.

- ¿Qué tal vive de esto?

-Tengo otros ingresos aparte, si no, muy mal. Son muchas horas de seguir aprendiendo para mejorar el dibujo y documentarte, pero siempre pensé que solo valía para estas cosas. No hay día que no diga "esto no fue buena idea", pero me divierto, voy encantado a trabajar y nunca madrugo. De seis a nueve de la tarde es mi momento de más concentración, cuando el estudio se vacía. Soy un poco monje, de silencio y noche.

- ¿Es lo que quería ser?

-Cada vez soy menos artista y más comunicador. Tengo mucha curiosidad y una ventaja de ser ilustrador es que tratas temas que no conoces y aprendes un montón.

Estudió en las Ursulinas. No fue buen alumno en las asignaturas que no le gustaban.

-No era tonto del todo, pero no hacía más que dibujar en clases de Matemáticas. Gané algún concurso de niño y a los 13 o 14 años todos los días, después de comer, ponía "Saber y ganar" de fondo y hacía cómics.

- ¿Qué tipo de cómics?

-Tenía un personaje que se llamaba "Supercaco", comedia de los superhéroes. Copiaba a Ibáñez. Muchas páginas se fueron a la basura. Ser el dibujante de clase es una ventaja cuando eres malo en los deportes porque te permite llamar la atención. Mi profesora de Física y Química era bastante inteligente, lo sé ahora, porque le hice una caricatura y llegó a sus manos. Le puse un cuerpo a lo Venus de Willendorf que no tenía. Me miró y no dijo nada. Ahora caricaturizo poniendo dignidad, un poco como hacía Velázquez con los enanos.

- ¿Decidió pronto qué haría?

-Me matriculé en Historia del Arte en el campus del Milán el año en que preparé la entrada a Bellas Artes de Salamanca. Fui al taller de Mauro. No me gustaba. Era muy tedioso. Con preparación cualquiera puede hacerlo. Estuve unos días con Pablo de Lillo, que es amigo mío. Estaba acostumbrado a dibujar en folio y no sabía hacer nada más grande

- ¿Qué le decían en casa?

-Nunca nada malo.

- ¿Llegó verde a Salamanca?

-Comparado con otros, no tanto. La Facultad era todo desorden, mucho alumnado, profesores que no eran los mejores. Me veía trabajando en formato de prensa, que entonces no se hacía nada. Los cómics y las novelas gráficas estaban en tiendas de frikis oscuras. Tenía un profe de pintura al que eso no le gustaba nada. En la Universidad dejé de dibujar monigotes. Pensé en dejar la carrera alguna vez.

- ¿Por qué no lo hizo?

-Al final, llegó lo más especializado y libre y me gustó más. En Salamanca se está bien, tiene un ambiente festivo, de amigos, sin más sufrimiento que la novia que te deja y cosas así. Viví un año en la residencia de la Universidad y el resto en pisos compartidos.

- Hizo Erasmus en Inglaterra.

-En Canterbury (Kent), en una Universidad privada. Era lo contrario de Salamanca. Encontré gente que no había dibujado en su vida y hacía experimentos con gaseosa carísima, pero tenías espacio, pasaba el profesor de vez en cuando y aprendí a hacer serigrafía.

- ¿Después de la carrera?

-Fui a Madrid a hacer un máster de Diseño Gráfico y Web en la escuela Cice. Viví en un piso en Malasaña con una pareja amiga de Salamanca, ella hacía un máster y él opositaba. Un duro año, un trabajo cada semana, que había que imprimir, gastar dinero, y la parte web era muy frustrante por el forcejeo con el ordenador, que no sirve para ciertos procesos con el dibujo.

Ha ilustrado obras de su padre, el profesor de Derecho Romano Víctor Botas, que escribió doce libros de poesía y cuatro novelas entre su algo tardío debut literario y su temprano fallecimiento, en 1994.

- ¿Cuánto influyó su muerte?

-Yo tenía 10 años. Recuerdo el domingo por la tarde en el que me lo dijeron. Como niño que no entiende por qué suceden esas cosas pasé muchos meses muy tocado y pensativo. Ese año vino mucha gente que yo no conocía por casa a ver a mi madre, Paulina Cervero. Luego ya no vino nadie más. Fue muy extraño. Además, entre 1994 y 1998 mis hermanas Paula y Patricia se casaron y pasamos de ser seis a ser tres. Aunque estaban cerca, se vacío la casa.

- Tiene un hermano gemelo.

-Diego, con el que compartía habitación. Nos llevamos bien. También dibujaba y eso me retroalimentaba. Me hubiera encantado que trabajásemos juntos como ilustradores. Fue bajista en varias bandas. Hizo Derecho y trabaja en Madrid en una consultora sobre planes de igualdad.

- Derecho y arte, desdoblan las facetas de su padre...

-Le conozco a través de su obra y he cogido algunas cosas de él, aunque lo mío es más pop, más ligero. El humor se repite en lo que hago y en casa somos de reírnos de todo. Mi hermana Paula me influyó bastante. Estudió Derecho, aunque no quería, y años después hizo Arquitectura de Interiores, que nunca ejerció. Le gustaba hacer manualidades y bromas, es muy creativa y dibuja muy bien.

- Sus amigos tampoco han quedado en Asturias.

-En los últimos años han vuelto algunos que estaban fuera de España porque habían tenido hijos y había mejorado la situación.

- Usted podría trabajar aquí.

-Estuve en 2013 y 2014. Lo que menos me gusta de Asturias es la falta de luz. El sol me activa, las nubes no. Me lo podría plantear porque mucho de lo que hago es para aquí. He ido a un curso para aprender a hacer quesos. Me gusta hacerlos, con su juego de hongos y azar, y comerlos. Es un producto de lujo. A ver si acabo en una quesería.

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