“Ningún hombre nace para putero” era el título de una reciente campaña de sensibilización del colectivo ACT (Acción Contra la Trata), suponemos que inspirada en la charla TED “Ninguna mujer nace para puta”, de Sonia Sánchez, activista abolicionista argentina. Ambas acciones tienen un objetivo claro: la erradicación de la compra y venta de servicios sexuales.

Desde el movimiento abolicionista más punitivista se ha concebido al hombre que paga por servicios sexuales como causante y responsable de las desgracias y de la propia existencia de las personas que venden sexo, nombrando “putero” a cualquier hombre vinculado a la demanda de servicios sexuales -un término con una clara connotación estigamatizante-.

Del silencio al estigma

La demanda de servicios sexuales ha provocado y provoca diversas reacciones sociales que van desde el silencio hasta el estigma, e incluso se normaliza esta práctica en determinados espacios y ambientes.

Sobre los hombres que pagan por sexo existen múltiples opiniones que van desde considerarlos “malos hombres” o “violadores en potencia” hasta “fracasados” que deben recurrir a pagar por algo que debería ser ofrecido de manera gratuita. Pero, al mismo tiempo, el consumo de sexo es un comportamiento que puede compartirse en grupos de hombres y formar parte del ocio masculino.

La demanda de sexo de pago o consumo de prostitución genera muchos interrogantes, y sobre todo genera debates muy apasionados, aunque a pesar de ello, no es un tema que haya sido muy investigado.

Se conoce mucho más de las personas que venden sexo, siendo estas el foco no solo de la investigación tradicionalmente, sino de las intervenciones sociales y sanitarias de diversas organizaciones sociales.

¿De qué cantidad hablamos?

Cuando pensamos en hombres que pagan por sexo, ¿debemos pensar en hombres con características determinadas? La respuesta más inteligente, y teniendo en cuenta lo que se sabe del tema, es que debemos pensar en que existe un proceso de construcción que podríamos observar como una “carrera para convertirse en putero” que no es lineal ni idéntica en todos los casos, pero que tiene cuestiones comunes.

La demanda de servicios sexuales es un fenómeno mundial, con mas o menos presencia, y que tiene características diferenciadoras según el lugar o la época en la que se desarrolla, pero con un rasgo compartido: es muchísimo más frecuente por parte de varones.

Los últimos datos a los que podemos remitirnos en nuestro país son la Encuesta Nacional de Salud Sexual del 2009, en la que el Centro de Investigaciones Sociológicas encontraba que el 32,1 % de los hombres había pagado por sexo frente al 0,3 % de mujeres.

También es interesante rescatar la Encuesta sobre Salud y Hábitos Saludables de 2003 en la que el Instituto Nacional de Estadística preguntaba sobre el pago por prostitución solo por parte de hombres y donde diferenciaba los resultados por comunidades autónomas.

Aunque la media nacional se situaba en torno a un 27 %, los datos eran muy dispares entre unas comunidades y otras, encontrando que Baleares estaba a la cabeza del país con casi el 40 % de hombres que reconocía haberlo hecho.

Las motivaciones para pagar por sexo

Entremezclados con estudios nacionales encontramos algunas investigaciones académicas que han puesto el foco en los hombres que pagan por sexo y a través de las que conocemos que las motivaciones son muy diversas y sus perfiles también, llegando a una conclusión generalizada: no existe un perfil de hombres consumidores de prostitución, sino que más bien son hombres variados, con diferentes preferencias y búsquedas.

Teniendo en cuenta la heterogeneidad de los clientes y que Baleares era la comunidad con mayor número de hombres hace mas de una década, indagamos en los varones que viven en Baleares para conocer sus experiencias en torno al sexo de pago.

Ser o no ser cliente

Tras haber conversado con 34 hombres y analizado sus discursos encontramos luz sobre algunas cuestiones.

En primer lugar, los hombres no se distinguen entre los que han pagado o no, sino que encontramos hombres que a pesar de no haberlo hecho no descartan la posibilidad de hacerlo. Por el contrario, hay hombres que han experimentado y que han decidido no volver a hacerlo jamás. De manera que hablar de clientes o no clientes no distingue las preferencias de los hombres actualmente en relación al sexo de pago.

En segundo lugar, y como se ha dicho anteriormente, no existe un perfil determinado de hombre consumidor. La imagen que el cine nos ha ofrecido ha pasado del rico y atractivo personaje que Richard Gere encarnó en la película Pretty Woman a un ridiculizado Santiago Segura en Torrente, el brazo tonto de la ley.

Podemos hablar, por tanto, de heterogeneidad de edades, profesiones, estado civil, nivel de estudios o profesiones.

Aunque debemos señalar que existen cuestiones que facilitan el acceso al sexo con dinero como, por ejemplo, tener un mayor nivel adquisitivo para realizar el pago.

A mayores ingresos, más consumo

Algunos de los entrevistados explican cómo en momentos en los que han contado con mayores ingresos su consumo ha sido más frecuente. Baleares es una comunidad que, a pesar de las desigualdades, tiene niveles altos de riqueza según el último informe de la fundación Foessa. ¿Podría eso contribuir a explicar que tenga un mayor consumo?

En cuanto a las motivaciones que están detrás, encontramos diversas y no excluyentes búsquedas que van desde la demanda de practicas sexuales concretas, diversión a solas o con el grupo de amigos, afectos, refuerzo de la autoestima, demostración de poder -no necesariamente mediante la fuerza física, sino a través de la simbología del poder que ofrece el pagar, búsqueda de juventud o de madurez- o de la conquista de otros orígenes o físicos. Los hombres explorados han indicado que cuando se paga por sexo de manera habitual no siempre se realiza con la misma finalidad.

Por último, no podemos dejar de hacer alusión a lo sorprendente y peculiar que resulta realizar entrevistas en las que el eje central es la intimidad sexual de varones que en la mayoría de situaciones es ocultada en sus círculos más próximos y es socialmente un misterio.

Manteniendo el anonimato

Para ello buscan estrategias que les permiten mantener su anonimato, siendo mucho más frecuente el consumo de sexo de pago anunciado en portales de internet y compartiendo experiencias y algunos trucos en foros de internet dirigidos a esta finalidad.

En estos sitios no es habitual encontrar anuncios de oferta de sexo de otros hombres, dato que nos hace pensar que el sexo de pago homosexual se mueve en otros espacios que no se han explorado en esta ocasión.

Conocer un trocito de la realidad sobre el pago por sexo en Baleares nos permite tener luz sobre un fenómeno social como mínimo interesante.

A pesar de las dudas y resistencias iniciales, es sorprendente que, ante una realidad que hasta ahora no se había investigado en esta comunidad, y se ha hecho poco a nivel internacional, es posible acceder a hombres y a sus creencias y experiencias sobre sexo de pago. Una práctica que, a pesar de ser “oculta” y pasar desapercibida en nuestra cotidianidad, se despliega a través de un mercado que es habitual para algunos hombres, incluso en periodos de confinamiento.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.