Dedicado en cuerpo y alma desde su más tierna infancia a la música en la localidad rusa de Ufa, en el oeste de los Montes Urales, Vladímir Spivakov, glorioso violinista y director de los "Virtuosos de Moscú", eleva ahora, a los 75 años, su magistral batuta para marcar el ritmo de un grupo de intelectuales contra el controvertido presidente Alexandr Lukashenko y su "tiranía" en Bielorrusia.

"Me rebelo contra la dictadura" de Lukashenko, dice en exclusiva a este periódico tras devolver al líder bielorruso la condecoración "Francysk Skaryna" que le entregó en 2014, el mismo año en el que otro Vladímir, Putin, "zar de la Rusia moderna", se anexionó los territorios ucranianos de Crimea y Sebastopol.

Cuestionados por la Unión Europea los resultados electorales del pasado 9 de agosto que han sacado a las calles de Minsk, capital del país, a los habitantes de esta exrepública rusa para protestar contra un supuesto fraude en los comicios, Spivakov observa con preocupación la que considera una deriva totalitaria de Lukashenko, quien asegura contar con el apoyo del Kremlin tras más de 26 años en el poder. El músico esquiva entrar en el escenario de la interpretación política ante una posible intervención rusa en este conflicto de la exrepública soviética. "No soy ni político ni politólogo, sino músico, y he dedicado toda mi vida a la música, así que no voy a entrar más que a defender la vida de las personas que son vapuleadas", zanja al preguntarle por cómo cree que va a desenvolverse este avispero del guardián de Rusia en las fronteras europeas que se desmorona.

"Recibí la Orden de Skaryna por méritos especiales en el ámbito humanitario, éxitos basados en el renacimiento nacional, en defensa de la dignidad del ser humano y los derechos de los ciudadanos de Bielorrusia", explica desde su país natal Spivakov, defensor de la anexión de Crimea y Sebastopol y amante de España que, en 1990, en pleno colapso de la Unión Soviética, se instaló en Asturias junto al resto de "Virtuosos de Moscú" y sus familias. Fue una invitación del entonces Príncipe de Asturias, hoy Felipe VI, para crear en el Principado una escuela de élite musical que llevó a Spivakov a reinventarse como director de la orquesta.

Spivakov vio cómo en menos de diez años el proyecto asturiano se desvanecía y se decidió entonces a promover, hace ya dos décadas, una fundación propia que ayuda a niños de las antiguas repúblicas soviéticas, hoy estados, "proporcionando tratamiento médico, adquisición de instrumentos musicales, y la posibilidad de salir a la gran escena".

Esa es la gran partitura de Spivakov, decidido a mostrar sin tapujos su rechazo a "la humillación a las personas y a la tortura" que atribuye a su antes admirador que rechaza la mediación de Lituania, Polonia, Estonia y Letonia y se atrinchera en el sillón presidencial a pesar de las revueltas de unos ciudadanos que ven como clara ganadora de los comicios de principios de mes a la opositora Svetlana Tijanósvkaya, hoy refugiada en Lituania.