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Se abre el telón y el covid queda fuera

El Campoamor aplica un estricto protocolo de seguridad, con aforo reducido, para evitar contagios durante las representaciones

Por la izquierda, la consejera de Hacienda, Ana Cárcaba; el alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli; Emilio Sagi y el presidente de la Ópera, Juan Carlos Rodríguez-Ovejero, en la entrega de la placa conmemorativa a Sagi. JUAN PLAZA

Son las siete y media de la tarde. En las cuatro puertas habilitadas del teatro Campoamor de Oviedo se forman colas de personas, vestidas para la ocasión y deseosas de volver a escuchar ópera. Es la inauguración de la nueva temporada ovetense. Los que llegan, achinan sus ojos bajo las mascarillas, en una plaza de reencuentros en la que nadie se acerca demasiado a sus amistades de toda la vida pero todos se alegran de volver a verse. La familiaridad de los saludos y el teatro- con el bar cerrado- son los de siempre, pero las medidas para evitar contraer el coronavirus son estrictas.

Progresivamente, van entrando. En su abono está indicada la puerta por la que se deben acceder para que en ninguna de ellas haya apelotonamientos. Aforo: 600 personas, la mitad del total. Frente a una de ellas espera Marta Martínez, hija de Jaime Martínez, el expresidente de la Ópera ovetense, fallecido el año pasado. Está visiblemente emocionada. Su mascarilla conjunta con su vestido azul. Al llegar, con ojos algo llorosos, respira profundamente. Va a disfrutar del primer concierto del último repertorio que dejó cerrado su padre. "Divertidas, alocadas, especiales, alegres y surrealistas; ideal para los tiempos que corren", califica las obras estrenadas ayer.

Marta Martínez piensa que "el teatro es vida". Para ella fue un día especial. Como también lo fue para Emilio Sagi, el ovetense que firma la dirección de escena de las dos óperas que conformaban el programa de ayer. Sagi cumplía 40 años desde su debut en la temporada ovetense, con la ópera "La Traviata" y por ello recibió una placa conmemorativa de manos del alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli.

Lo primero que tenía que hacer el público al llegar al Campoamor era pasar los pies por un felpudo de dos colores: el rojo para la "limpieza" y el negro para el "secado". Así eliminaban los posibles virus. Luego, una vez mostrado el abono al acomodador, tenían que pasar por la máquina estrella del verano: el dispensador de gel hidroalcohólico. El programa de la función era accesible gracias a un código QR. El programa de mano se ha mudado al móvil.

Una vez en el interior, van ocupando sus asientos, por parejas. Entre ellos hay una o dos butacas de distancia. Hay quienes se giran para hablar con el de atrás, pero rápidamente se colocan ante el aviso de megafonía. A las recomendaciones de apagar los teléfonos móviles se suman las propias para prevenir la covid: mantener la distancia, no levantarse del asiento, no moverse entre las plantas del teatro y no transferir, en ningún caso, el abono. En el teatro están prevenidos ante cualquier problema. Tienen mascarillas de repuesto por si a alguien se le deteriora o se pierde.

En el interior, esperaban los componentes de la OSPA, en el foso, en formato reducido y guardando la distancia de seguridad. Solo un músico por atril, los músicos de cuerdas con mascarilla y mamparas de plástico entre los vientos.

Las medidas contra el coronavirus llegaron primero a los artistas. Los cantantes acudían a los ensayos con mascarilla aunque tuvieran que proyectar la voz más. Se equiparon los camerinos con mamparas y las pruebas de vestuario estuvieron estrictamente pautadas. Todos seguían una recomendación general: vida tranquila y socialización mínima fuera del teatro. Además, todos se hicieron una prueba serológica antes de comenzar y en la puerta, el gel hidroalcohólico en las manos era obligatorio.

El protocolo ya se había puesto en marcha el día anterior. Se cubrieron solo 200 localidades y unos pocos afortunados pudieron asistir al ensayo general. De esta forma, se comprobó la efectividad del sistema y las deficiencias que podía llegar a tener. Distancia entre butacas y mascarilla, siempre mascarillas. Y la función pudo continuar.

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