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Un Camino hecho de vivencias personales

Los peregrinos que han recorrido más de una vez la Vía Santa destacan la senda primitiva, "hermosa y exigente"

Miguel Escalera, ante el albergue de peregrinos de Oviedo.

"De todos los caminos que he hecho, en treinta años caminando, el Camino Primitivo es el más importante. Es más exigente que el Camino Francés o el de la Costa, más duro, pero también es el más bonito, con esos bosques y con tramos como la subida a los Hospitales, de La Mortera al alto de la Marta, donde el peregrino prácticamente está tocando el cielo". La reflexión es de Benjamín Alba, empresario tinetense y peregrino vocacional, que conoce en profundidad las diferentes rutas jacobeas. En 2019, Alba protagonizó una gesta mayúscula: completó a pie la ruta entre Roma y Santiago, en memoria de su esposa, fallecida tres años antes. Tres meses tardó en completar el trayecto, que en su tramo final siguió la senda marcada del Camino Primitivo.

La Vía Santa no es solo un camino, una senda o un itinerario. Es también la suma de las historias de los miles de peregrinos que, cada año, completan la ruta hasta Santiago. Las motivaciones, las inquietudes y las vivencias de todas estas personas también forman parte del Camino de Santiago.

Desde su experiencia, Benjamín Alba tiene claro que el Camino Primitivo es el más singular entre los jacobeos, aunque insiste en su dureza. "El tramo que concluye ante las compuertas de Grandas de Salime es especialmente exigente. Son nueve kilómetros y medio de bajada, un auténtico rompepiernas, duro duro", sostiene el ingeniero, que incide en que las subidas y bajadas tan habituales en el Primitivo, son las que hacen de éste el más duro entre los Caminos de Santiago.

Esta exigencia es bien conocida entre los peregrinos, pero también la belleza de sus paisajes y esa componente mítica que le aporta el ser el camino original, el itinerario que siguió Alfonso II en los albores del siglo IX, cuando salió de Oviedo para ir a contemplar el sepulcro del Apóstol, descubierto en los terrenos que hoy ocupa la Catedral de Santiago de Compostela. "Me han dicho que es duro, mucho más que el Francés o que el de la Costa, pero también que merece mucho la pena, que tiene parajes muy hermosos", afirma Miguel Escalera. Este gerundés de 65 años, bombero jubilado, inició días atrás en Oviedo el Camino Primitivo, un cuarto de siglo después de haber tenido su primer contacto con la Vía Santa.

En aquella ocasión, completó el Camino Francés, y en los años siguientes ha ido haciendo otros itinerarios, especialmente desde que se jubiló. Para este año, su objetivo era hacer la ruta portuguesa, pero las circunstancias asociadas a la pandemia le llevaron a cambiar de planes y afrontar el Camino Primitivo.

Miguel Escalera llegó en tren a Oviedo, desde su domicilio en Gerona, e hizo su primera noche en el albergue de El Salvador. Con la credencial sellada, y dispuesto para afrontar la primera etapa de la ruta al día siguiente, visitó la catedral y el casco antiguo ovetense, con la tranquilidad de tenerlo todo bien planificado.

"Siempre que voy a hacer un Camino me compro una guía y planifico un poco en función de las etapas que te van marcando, sobre todo para saber dónde hay albergues. Pero una vez que estás en ruta, son las piernas las que te marcan el ritmo y te dicen hasta dónde puedes llegar", explica.

Precisamente, el sentirse fuerte fue lo que le llevó a completar la etapa más dura que recuerda. "Salía de León, por el Camino Francés, y al completar la etapa del día me vi bien y seguí de largo", relata. Hizo dos etapas en una jornada, 38 kilómetros. "Fue la más larga... y por eso mismo la más dura de todas las que he hecho. Llegué agotado", confiesa Escalera, al que el Camino le ha enseñado también a ser prudente.

Benjamín Alba coincide con Escalera en la importancia de tener una cierta preparación previa, pero sin ceñirse a ella cien por cien. "Sueles tener unas etapas pensadas, pero el día se va haciendo sobre la marcha. Se suele madrugar bastante, para salir sobre las seis, y procuras acabar temprano, a las dos o las tres de la tarde, para poder comer y estar tranquilo y relajado, y visitar los lugares por los que pasan", relata el ingeniero.

Luego, cada peregrino, especialmente los que han hecho la Vía Santa con anterioridad, tiene sus propias costumbres. Miguel Escalera, por ejemplo, guarda conchas con la leyenda de cada Camino que ha hecho. La del Primitivo, como las anteriores, la lleva atada su mochila durante toda la ruta. También se compra un sombrero o gorra específicos, conocedor de los rigores a los que el sol somete a los peregrinos. Y para esta ruta en concreto se ha estampado una camiseta con la foto de sus nietos, Jennifer y Aitor, para salir con ella de Oviedo y llegar, también vistiéndola, a la plaza del Obradoiro.

"Cada vez que haces el Camino es distinto, nunca es igual. Es una experiencia nueva, más allá del itinerario que tomes. Lo que no cambia nunca es el buen ambiente, el buen rollo, que te encuentras en los albergues y con los otros peregrinos con los que coincides. Tengo muchas anécdotas del Camino, y las negativas son muy escasas", relata Escalera, quien ha encontrado en la Vía Santa una camaradería que le recuerda a la que experimentó en sus años de servicio en el Cuerpo de Bomberos.

El Camino hay que hacerlo para saber lo que es", añade Benjamín Alba. "Aunque lo hagas mil veces" asegura," la llegada a Santiago es única. Recorrer la plaza del Obradoiro y saludar al Santo... es algo que hay que vivirlo para entender qué significa".

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