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Enrique del Teso | Profesor de Filología

"El neoliberalismo es un mal y me hace pesimista que vaya ganando y se debilite la protección social"

"El momento no es bueno para Asturias, España ni el mundo, pero lo más cercano es dichoso para mí y soy feliz, sin almíbar"

El filólogo Enrique del Teso, en la calle Federico García Lorca de Oviedo. FERNANDO RODRÍGUEZ

Enrique del Teso (Basauri, Bilbao, 1960) es profesor del departamento de Filología Española de la Universidad de Oviedo, del que fue secretario del departamento, vicedecano y decano. Vive en Gijón desde niño. Sus padres eran de Villafáfila (Zamora). Manuel era un trabajador industrial y Anastasia, ama de casa.

-En el libro de familia, donde la profesión, ponía "su sexo", es decir, "mujer". Soy el segundo hijo y tengo tres hermanas.

Esta semana empezó el curso y tiene preparados materiales y estrategias docentes para las tres posibilidades en la nueva normalidad: la clase presencial; la telemática, si se cerrara la Facultad, y una virtual, por si tuviera que guardar cuarentena sin estar enfermo.

- Una pregunta covid-19, ¿Cómo está usted?

-De salud, bien. Tengo una rotura muscular en el isquio con la que me torturan los fisios. El fisioterapeuta es lo que antes era el dentista: da miedo ir porque te va a hacer mucho daño, salvo si es masaje. Mi balance es bueno, pero me gusta recordar que nuestro sistema emocional solo responde a las cosas inmediatas en el espacio y en el tiempo. Para lo que pasa más lejos está la razón. Por eso es posible ser pesimista y ser feliz. La felicidad es una reacción a lo inmediato. El momento no es bueno, pero lo más próximo es dichoso para mí. Soy feliz, sin almíbar.

- ¿Cómo se lesionó?

-Estirando. Salgo a correr.

- ¿Siempre hizo deporte?

-No. Hay una edad en la que juegas en el barrio, luego dejas de hacerlo y a los treinta y tantos cogí la costumbre de hacer gimnasia y deporte. Hay temporadas que fuerzo más, pero en general me mantengo en el punto en que es grato. Cuando no eres joven ya no tienes vigor natural. En "Matrix", Morfeo le dice a Neo que "el cuerpo no vale un pimiento sin la mente". Es lo contrario: cuando estás cansado no puedes estar ágil mentalmente.

- ¿Por qué es pesimista?

-La situación en Asturias, en España y en el mundo va a peor. La gente tiene cada vez más difícil la vida que merece; le dicen que tiene derecho a menos cosas y los que lo dicen cada vez tienen más poder. Van ganando. En diez años todo estará peor para la mayoría. Ese proceso se enmascara, sobre todo en Asturias, porque tenemos una generación pantalla, la mía, con sueldos y condiciones laborales de otra época. Eso terminará con nosotros. Las nuevas generaciones tienen apoyo familiar para emanciparse, pero cuando salgan por la parte de arriba veremos el destrozo social. No percibimos adónde nos va a llevar la despoblación. Un candidato a rector advirtió de que, en muy poco tiempo, la Universidad de Oviedo tendrá 8.000 estudiantes. Llegó a superar los 40.000.

- ¿Por qué es tan general?

-El mecanismo neoliberal concentra cada vez más riquezas en menos manos. Con la clase media había bienestar, que es todo aquello que está más allá de la subsistencia y que puede ser ir de vacaciones a Tokio, pero también comerte unos calamares fritos en fin de semana. Ahora parece que tienes que pedir perdón si tienes bienestar porque el mensaje es subsistencia o menos que subsistencia.

- O sea que el neoliberalismo le ha vuelto pesimista.

-El neoliberalismo me parece un mal y me hace pesimista que vaya ganando. Las estructuras de protección social se debilitan y los adinerados pagan menos impuestos que en los noventa. Cuando llegó la crisis de 2012 a los funcionarios se nos quitó un sueldo porque teníamos que ayudar. Ahora, en una emergencia mayor, se propone que, de manera excepcional, el 1% que tiene el 20% de la riqueza nacional pague un impuesto especial y saltaron las alarmas como si el mundo se hundiera. Esto que digo no es comunista, es lo que había en los años 80 y 90, cuando los ricos ya eran muy ricos. Ahora lo quieren todo. El capital es ubicuo, si no le gustan las condiciones se va; el empleo está atomizado y es difícil el equilibro de la negociación.

- ¿Nota mucha pérdida?

-Se cuestiona la asistencia médica universal. Mi generación y las siguientes se podían pagar la Universidad. Estudié con beca, pero mi padre, un peón especialista, podía pagar la matrícula de un curso con la quinta parte de su sueldo de un mes y la licenciatura me daba las condecoraciones profesionales para buscarme la vida. Ahora, el grado vale cada vez menos, y la capacitación la da un máster caro que no todos se pueden permitir. Es así no porque el país sea más pobre, sino porque es más desigual.

- ¿Por qué es feliz?

-Reuniones y burocracia aparte, hago lo que me gusta: enseñar lingüística y comunicación, estudiar y escribir. Soy pesimista con el devenir de la Universidad, pero me satisface lo que hago.

- ¿En la vida personal?

-Mis hijos, Marta, de 29 años, y Javier, de 26, están emancipados, como se puede ahora, con atención detrás, y parecen felices.

- ¿Qué es de ellos?

-Marta hizo Geología y Gemología, da cursos en el Instituto Gemológico Español y está en un taller de piedras preciosas en Madrid. Javier hizo Biotecnología y trabaja en una multinacional en León. Estoy casado y a gusto con mi mujer, Mabú. Nos conocimos en clase en 1980 y nos casamos en 1984. Fue profesora de Inglés en Secundaria y se jubiló el año pasado. En Gijón me siento bien, sin grandonismos, con apego y cerca de la gente que me gusta encontrar.

- ¿Por qué es profesor?

-Era bueno y me gustaba saber y transmitirlo. Estuve a punto de hacer Ciencias. En COU me gustó el lenguaje y luego la comunicación. En las letras escogí la parte científica, la lógica, más que la artística. Luego me atraparon más las artes.

- Hizo política universitaria.

-Por lo académico. El director del departamento quería de mi asistencia en los cambios de planes de estudios y eso me atraía. Me tocó la reconversión a Bolonia.

- ¿De cuándo es su inquietud política? ¿La había en casa?

-No y en mis primeras vueltas a las cosas me decían "no te metas en líos y no te distraigas de estudiar". Entre COU y segundo de carrera fue la Transición y yo sistematicé leer la prensa, discutir con los amigos. En La Calzada y en la Universidad el ambiente estaba muy cargado. Por mis recuerdos del Instituto Padre Feijoo digo que en 10 años pasaron 40.

- Explíquese.

-Si quitamos el hambre, que no pasé, la España de 1970 se parece más a la de los 40 que a la de los 80. Cuando entré en el instituto, La Calzada era un barrio subdesarrollado. En la biblioteca había tebeos de "El llanero solitario" y jugábamos a "Roma", que precisa que haya barro. Los colegios estaban en bajos fríos e hice la primera comunión en Hierros Alonso, S. A. porque no cabíamos en la parroquia. Al acabar el instituto Europa nos decía que teníamos que hacer cambios, pero podríamos entrar.

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