Eran las cinco de la madrugada cuando empezaron las olas. Christian Bach, patrón del Swiss Lady, subió a cubierta desde la sala de comunicaciones en la que controlaba la navegación hacia A Coruña. La noche era sin luna, y la oscuridad dibujaba unas formas difíciles de distinguir a unos metros de distancia. Para otros sería solo el viento jugando con el Atlántico, pero para el alemán —y su ojo experto de marinero— aquellas ondulaciones eran raras, e inquietaron a los dos tripulantes que oteaban desde la borda.

Cinco minutos después, el primer golpe hizo temblar el barco. "Los guardacostas llevaban días emitiendo avisos de que había orcas desde el sur de Portugal hasta A Coruña, pero no esperas que te pase. Pensaba que estábamos a salvo", explica el capitán. Está descalzo, con la piel morena por el sol, ropa cómoda y un libro sobre las piernas cruzadas. Lleva 36 horas sin dormir, todavía "en shock" por la embestida de los cetáceos, que alteró lo que hasta entonces había sido una tranquila travesía desde Ribadeo a la urbe.

Pero los ataques de las orcas han alterado en las últimas semanas la navegación en aguas gallegas, y ya no hay calma. Salvamento Marítimo tuvo que rescatar al catamarán, de origen suizo, en la madrugada del sábado al domingo por su acometida, que rompió el sistema de radar que conecta los dos timones de la embarcación. Controlarlos, explica Bach, se convirtió en una operación imposible en pleno océano. "Las orcas nos estaban empujando muy fuerte fuera de la ruta correcta, y no había forma de retomarla porque el timón estaba atascado. Teníamos la sensación de que una lo había cogido con sus fauces y no podíamos moverlo", explica Bach.

Quince minutos estuvieron sobre la borda los marineros para intentar de nuevo gobernar el barco, que se sacudía de un lugar a otro entre los toques de las orcas. La tripulación calcula que eran cinco, "probablemente una familia, con unas más grandes y otras más pequeñas", que hicieron ondular el bote de catorce metros como una hoja en un huracán. Cada movimiento de los cetáceos exigía una reacción rápida, y saber aprovechar las oportunidades que se presentaran, aunque fueran mínimas. El timón se liberó al fin, y un golpe lo hizo girar sin control, pero los tripulantes lograron valerse del instante para dominar el barco y permitir al patrón abandonar la cubierta.

Dice el alemán que los golpes continuaron otra media hora, en la que quedó claro que el Swiss Lady no se las podría arreglar por su "cuenta". "Fui a la sala de comunicaciones para emitir el mensaje de 'pan pan'. 'Mayday' es para cuando ya te estás hundiendo, pero esto significa que necesitas asistencia", explica. La petición apela a cualquier embarcación que se encuentre en un radio próximo y pueda acercarse para echar una mano y ayudar. Es lo que hizo L'Espoir , un barco pesquero, que escoltó al catamarán suizo hasta la llegada del rescate en su ubicación a 2,5 millas al noroeste de la Torre.

En Salvamento Marítimo, la alerta se recibió a las 5.48 horas, e hizo partir a la salvamar Betelgeuse para acompañar al Swiss al Real Club Náutico en el que permanece atracado. Cuando llegaron "las orcas ya se habían ido", pero el pánico permanecía en el cuerpo de los marineros. Bach califica de "espeluznante" la experiencia, y reconoce que, a pesar del tiempo en la mar, sintió temor. "Por supuesto que tuve miedo. ¡Podríamos haber volcado! También podrían haber saltado a la borda, y medirían cerca de diez metros", apunta.

En cubierta, los daños no están a la vista. La mesa está dispuesta con vasos, mascarillas y un suelo de madera en perfecto estado., como cualquier otra jornada cualquiera. Pero al capitán, para el que era su primera incursión hasta la urbe, se le han quitado "las ganas" de regresar a A Coruña. Tampoco los dueños del Swiss Lady estarán contentos, ya que esta era la primera navegación del barco desde su compra en Francia.

Un juego peligroso

Los centros marítimos de A Coruña y Finisterre registraron desde el pasado 31 de agosto siete casos de embestidas de orcas, así como diez avistamientos sin acometida. "Es un comportamiento muy extraño, no sabemos por qué ocurre", dicen desde la sede. El Swiss Lady no necesitó remolque, pero otros quedaron a la deriva. Algunos expertos, como el biólogo de la Coordinadora para el Estudio de los Mamíferos Marinos Alfredo López, aseguran que las interacciones de estos cetáceos con los barcos "tienen un componente de juego", y que "no tienen intención de hacer daño".