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Personaje esencial

Mafalda, un concentrado de Beatles, Che y Mayo del 68

El dibujante encapsuló en Mafalda el espíritu de la década de 1960

Mafalda.

"Un informe británico da cuenta de que durante los primeros 50 años de este siglo hubo 117 guerras en las que murieron 42 millones y medio de personas. Mirá vos la muerte, qué éxito de taquilla", dice Mafalda, asombrada, y con el diario en la mano. La tira comenzó a circular en 'Primera Plana', la revista de la clase media ilustrada, el 29 de setiembre de 1964. Cincuenta y cinco años y un día después, Joaquín Salvador Lavado, más conocido como Quino, abandonó el mundo. Y otra vez la muerte, esa muerte, la del creador de uno de los personajes más universales de la Argentina, inundó de perplejidad y dolor a generaciones de lectores.

Quino era muy tímido. Lo rodeaba el silencio. Siempre se expresó mejor a través del dibujo y el humor, que encontraron en Mafalda nombre más ecuménico. Ella hizo a hablar a Umberto Eco y los académicos de Harvard, circuló de España a China, de Francia a Singapur. En cualquier punto del globo alguien sabía de esa niña que bailaba al compás de ' I'm looking through you' y la voz de Paul McCartney, y desafiaba las convenciones de un tiempo que simbolizaba como aberración en la sopa.

"En el mundo los problemas se van dando en espiral, nunca de la misma forma. La época en que yo hacía Mafalda no se repite, toda la juventud tenía ideales políticos para empezar, y creíamos, con los Beatles, el Che Guevara, el papa Juan XXIII y el Mayo francés del 68, que el mundo estaba cambiando para mejor", dijo Quino, una y mil veces.

Un linaje

Ni Mafalda ni sus dibujos surgieron de la nada. Quino abrevó de la gran tradición del humor gráfico y el cómic argentinos, que tienen antecedentes notables ya en 1928, con el 'Patouruzú', de Dante Quinterno y Calé y su 'Buenos Aires en camiseta', así como las revistas 'Rico Tipo' y 'Tía Vicenta', que solían leerse en clave política de un país atravesado por los golpes militares. La Argentina era también entonces una referencia regional e inclusive mundial de la historieta con las revistas 'Hora Cero' y 'Frontera' a la cabeza, cuyos elencos contaban con figuras como Alberto Breccia y el joven emigrante italiano Hugo Pratt. Quino devoraba esos ejemplares. Esa fue parte de una educación sentimental que, por supuesto, incluyó la literatura y, sobre todo, la música.

Mafalda ha sido desde sus inicios una llave interpretativa de las crisis nacionales en Argentina. Su propio creador se permitió la conjetura de lo que habría sucedido con ella de haber tenido carnadura: una víctima del terrroismo de Estado y los militares, como muchas de las lectoras que se sintieron interpeladas con su mirada. Mafalda también permanece a la orden del día porque los temas que la inquietaban mantienen su presencia como una sombra. "Yo no quiero a mi inflación, ¿y usted?", se preguntaba en 1966 cuando Argentina iniciará una serie de devaluaciones que incluirían 1975, 1981, 1989, 2001 y 2019 como otros episodios de la misma naturaleza.

Mucho más que Mafalda

Mafalda, sus padres y su hermanito, Guille, sus amigos Felipe, Manolito y Susanita, se despidieron de sus lectores el 25 de junio de 1973 y en la revista 'Siete Días'. Argentina iniciaba un ciclo de desgarramientos políticos que, dos años más tarde, obligaron a Quino a exiliarse en Milán. Retornó al país en 1981, cuando la última dictadura militar todavía se creía eterna. Veinte años después, en medio de otra debacle, conocida como "el corralito financiero", volvió a hacer sus maletas. Esta vez se radicó en Madrid, aunque retornaba a Buenos Aires por varios meses. Los últimos años de su vida lo encontraron en Mendoza, su provincia natal, rodeado de sus sobrinos y la cordillera de los Andes.

En la capital se ha levantado una estatua que evoca a su personaje emblemático. Se encuentra en el barrio de San Telmo. Pero Quino fue mucho más que Mafalda. De hecho, su primer libro de humor apareció antes: 'Mundo Quino'. Y ese mundo se siguió expandiendo con los años. En un solo cuadro solían concentrarse en alto grado el sarcasmo y la indignación. La escena donde un hombre, en apariencia erudito, se sube a las espaldas de su mayordomo para extraer de una profusa biblioteca un libro de Marx, resume tal vez como pocas la capacidad de Quino para correrle los velos a la realidad. Será siempre recordado por ese ojo sin igual.

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