Asturias vuelve a ser un escenario fundamentan en una novela de Isabel San Sebastián: en “Las campanas de Santiago” resuena con fuerza “la villa del saín, mi querida Cudillero, con su preciosa leyenda vikinga”. Es la tierra que acoge al personaje de Mencía, “al igual que me acogió a mí. Asturias siempre está en mis novelas y en mi corazón. Aquí nacen mis novelas y por aquí transitan mis personajes”.

-¿Cómo surge esta historia?

-La idea surgió como un fogonazo en cuanto me topé con la leyenda histórica de esas campanas de la basílica de Santiago llevadas hasta Córdoba a hombros de cautivos cristianos, tras la destrucción de Compostela por la hueste de Almanzor, para siglos después ser devueltas a Santiago, esta vez a hombros de cautivos musulmanes. Estaba investigando para escribir “La Peregrina” y otra novela empezó a cobrar forma en mi mente. O, mejor dicho, otras... Porque este episodio es un auténtico filón literario, además de una metáfora perfecta de la Reconquista, epopeya que me fascina. Nuestro pasado es una fuente de inspiración inagotable de la que no me canso de beber.

-Si Almanzor tuviera Twitter, ¿cómo se describiría?

-Jaja, buena pregunta. Sería algo así como “Victorioso de Alá, combatiente de la verdadera fe, caudillo de Al Ándalus, grande entre los grandes”

-¿Es su obra más ambiciosa?

-Es, sin duda, la más entretenida, la más trepidante de cuantas he escrito. Y lo es, además, en el sentido de que empezó siendo una y probablemente tenga continuidad. La trama de ficción es circular, empieza y termina, pero la Historia con mayúscula, la urdimbre histórica sobre la que se teje esa trama de ficción es tan vasta, tan rica, que da para seguir contando el devenir de esas campanas, símbolo perfecto de lo acontecido en España, la Hispania visigoda, durante varias centurias determinantes.

-¿Dónde empiezan y dónde acaban la leyenda y la realidad contrastada?

-¿Qué significa “contrastada”? El episodio de las campanas está recogido tanto en las crónicas cristianas como en las musulmanas. La crueldad de Almanzor, artífice de 56 aceifas devastadoras contra los territorios cristianos, también. La captura de millares de esclavos, los ataques, la epidemia, los demás sucesos acaecidos durante la terrible marcha de regreso desde Santiago hasta Córdoba, que se relatan en la novela, forman igualmente parte de lo que dejaron escrito los testigos de ese tiempo. ¿Lo adornaron con el fin de embellecer sus crónicas? Es muy posible. Si incluso la historia contemporánea, filmada y documentada, es objeto de controversia, con mayor motivo podríamos poner en cuestión el detalle de estos hechos ocurridos hace más de un milenio. Pero lo fundamental es verdad. Hablamos de hechos trágicos, brutales, terribles y reales.

-¿Qué enseñanzas da la Reconquista a la España de hoy?

-Solo destacaré una, que nos empeñamos en ignorar: La unión nos hace fuertes y nos permite avanzar. La división, por el contrario, nos debilita, nos hace vulnerables y nos empobrece.

-¿Mencia sería feminista hoy?

-Sería una mujer fuerte, valiente, luchadora. Una madre coraje y una trabajadora incansable. Sin etiquetas.

-¿Tenía claro el final o se sorprendió a sí misma?

-Siempre que me siento a escribir tengo claro el final, porque en caso contrario me sería muy difícil seguir un hilo coherente. Sin embargo, en esta ocasión la idea inicial dio un giro que ni yo misma esperaba. De modo que sí, en cierto modo me sorprendí a mí misma e imagino que también al lector. Sé que es una idea muy manida, pero a menudo los personajes cobran vida y hacen cosas que ni la propia autora habría pensado. No me pregunte por qué; es una de las razones por las cuales este oficio de escribir resulta tan gratificante.

-¿Qué parte de la documentación resultó más difícil?

-La documentación es la parte que más disfruto en todo el proceso en escribir una novela. Bucear en los libros, patear el terreno que voy a describir, viajar yo misma en mi Máquina del Tiempo antes de embarcar en ella al lector es un auténtico placer, e intento que lo sea también para el viajero. Que el poso de conocimiento histórico sea eso, el poso que queda después de haber vivido una aventura trepidante de la mano de los personajes.

-¿Qué le atrae de Almanzor?

-Almanzor es el prototipo del héroe o monstruo, según el punto de vista. Para los suyos fue el Victorioso, el caudillo que llevó Al Ándalus a su momento de máximo esplendor; un mecenas de las artes, la arquitectura y la literatura; un formidable estratega y mejor general, invicto en el campo de batalla. Para los cristianos, fue una pesadilla. El azote de Dios; un enemigo despiadado que atacó sin descanso sus tierras, esclavizó a cientos de miles de hombres, mujeres y niños, enfrentó astutamente a unos magnates contra otros, en el empeño de dividir sus fuerzas, y fue comparado al mismísimo demonio, desatado de sus cadenas al cumplirse el primer milenio y acercarse el juicio final. Ese contraste impregna toda la novela. Nadie encarna como él esa dualidad aterradora.

-Con la crisis que vivimos, ¿se impone una Reconquista de ciertos valores y esfuerzos comunes?

-¡Sin duda! Y son los que yo invoco en ésta y otras novelas: el honor, la valentía, la dignidad, la capacidad de unirnos en un proyecto común y compartido... sin olvidar el amor, la generosidad, la entrega y la solidaridad, tanto más indispensables cuanto mayores son las dificultades a las que nos enfrentamos.