Tomás Junquera es apenas un palmo más alto que la rueda del Mini JCW Buggy, un tanque que es cualquier cosa menos "mini". Sobre ese mostrenco de 350 caballos, Carlos Sainz, premio "Princesa de Asturias" de los Deportes, voló el pasado mes de enero sobre las arenas de Arabia para ganar su tercer Dakar. Para Tomás y sus hermanos, aficionados a las carreras, el Mini es el coche de Sainz, el mejor piloto de raids del mundo. Pero a su padre, Alejandro Junquera, los ojos se le van a la izquierda, a otro coche de dimensiones más reducidas, con un saludable aspecto "retro": el Toyota Celica, el mismo en el que Sainz logró, hace justo treinta años, el primero de sus dos mundiales de rally. Para Alejandro, ese es definitivamente "el coche de Sainz", el mejor piloto de rallies de la historia.

Para Carlos Sainz no parece existir el tiempo ni el espacio. Veloz sobre cualquier superficie, ha logrado alargar su trayectoria deportiva más allá de lo imaginable. A los 58 años, ya sabe lo que es ganar en cuatro décadas distintas (incluso cinco, si se desoye a los matemáticos y se considera 2020 como el primer año de la tercera década de este siglo). Una trayectoria que, en la fábrica de armas de La Vega, se sintetiza en tres vehículos: un Seat Panda que replica aquel que pilotó en 1982, con Juanjo Lacalle de escudero; el Toyota Celica con el que ganó en 1990 su primer mundial; y el Mini JWC Buggy con el que logró su tercer "Touareg", el trofeo que le acredita como ganador del Dakar, y que ha sido transportado a Oviedo directamente desde Alemania para poder incluirlo en la exposición.

Alfredo Junquera y sus hijos participaron ayer en la primera visita guiada a la muestra dedicada a Carlos Sainz. La presencia de los coches, imponentes, era un gran aliciente para los visitantes, pero también lo era la posibilidad de pilotar, siquiera de forma virtual, el Celica. Porque en la propia muestra se integraron dos simuladores, instalados por Gijón Sim Racing Center, en los que los visitantes podían pilotar el mítico vehículo por las calles de Oviedo, en la misma simulación lanzada por la Fundación Princesa de Asturias para su rally virtual en homenaje al piloto.

"Es difícil hacerse con los mandos y controlar el coche, pero la simulación está muy chula", les iba relatando Francisco Junquera, el mayor, a sus tres hermanos. Después le tocaría el turno a Pedro, que aceleraba por las calles de la ciudad mientras los menores, José y Tomás, iban identificando enclaves y edificios: "Mira el Campoamor", "El Campo", "Ahí está Uría"...

"Los cinco somos muy aficionados al automovilismo. Seguimos todos los años el Dakar los campeonatos de rally, como el Princesa de Asturias. Y vemos también la Fórmula 1, donde ya despunta el hijo de Sainz", destaca Alfredo Junquera, que una vez que sus hijos acabaron con el simulador no perdió la oportunidad, él mismo, de subirse a ese Celica virtual y cumplir así ese deseo intergeneracional de ser Carlos Sainz.

Las visitas guiadas a la exposición sobre Carlos Sainz y a las otras instalaciones permanentes marcaron ayer la agenda matinal de la fábrica de armas. Por la tarde, las instalaciones acogieron la segunda sesión de "La belleza del marido" una lectura dramatizada del libro de Anne Carson con Aitana Sánchez-Gijón y José Luis García-Pérez. Ya en la noche, el protagonismo recayó en John Williams: el almacén acogió el concierto de jazz "Williams club", y en el autocine se proyectó "E. T. el extraterrestre", el mítico filme de Steven Spielberg con música del premio "Princesa de Asturias" de las Artes.