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MARÍA ENCINA CORTIZO | CATEDRÁTICA DE HISTORIA DE LA MÚSICA

"No sería tan feliz de haber atendido a los que me decían que, con lo bien que estudiaba, opositara"

"Asturias necesita alternativas, ¿por qué no podemos hacer como en Lucerna y que la gente venga a un festival y deje dinero?"

La musicóloga María Encina Cortizo, en Oviedo. MIKI LÓPEZ

María Encina Cortizo Rodríguez (Ponferrada, León, 1966) es catedrática de Historia de la Música de la Universidad de Oviedo. Está casada con el pianista, organista y catedrático de Musicología Ramón Sobrino.

-Era de mis amigos de la Facultad. Nos casamos en 1995 después de un noviazgo corto. En casa hay música continuamente, es vicioso. Nuestro hijo, Ramón, de 18 años, que hizo piano y empieza Musicología, también la pone. A veces es cacofónico.

- ¿Su hijo tuvo alternativa?

-Tenía buen oído y cantaba desde pequeño. Cuando su padre tocaba y yo cantaba él traía un tambor y se tocaba para integrarse. Le pusimos instrumentos delante, probó y le gustó. Además de la clásica le gusta el jazz y escucha cosas de sus amigos para saber cómo suenan.

- Usted pasó el coronavirus.

-Y mi marido, también. Fue como una gripe, pero con el miedo a que mañana cambiara. Sé que hay que vivir con esto y trato de tener cuidado, pero intento que la vida sea lo más parecido a como era. Es duro porque me gusta la cercanía, algo que Oviedo permite: conocer al del periódico, al del pan.

- ¿Qué tal la vuelta a clase?

-Echaba de menos el trato con los alumnos desde el 10 de marzo. Cada día de clase me parece un paso adelante. Cada año me parecen más jóvenes, pero es porque soy un año más vieja. Están interesados en participar de las actividades de la ciudad y reconectar con la vida de conciertos, ópera y conferencias que quedó suspendida.

- ¿Cuántos alumnos tiene?

-Cuarenta y algo en primer curso, en la media de Humanidades, a pesar de que la música casi no tiene presencia en la Educación Secundaria. Me admiran las vocaciones porque las salidas son complicadas. He oído muchas veces "qué pena, con lo buena estudiante que eres podrías hacer una oposición"... No hubiera sido más feliz.

- Oviedo no es Viena, pero para dar Musicología no está mal.

-Es la ciudad de provincias que tiene más actividad de música clásica de España en función del número de habitantes. El acceso a los espectáculos es mayor que en Madrid. Las actividades han bajado por el estado de alarma, pero la ópera ha vuelto a levantar el telón, la OSPA da conciertos... La cultura es segura y necesaria para seguir.

- ¿Le aburre la "nueva normalidad"?

-No conozco el aburrimiento: mi vida es corta para todas las películas que tengo que ver, libros que leer y artículos que entregar.

- Canta. ¿Disfruta de su voz?

-De lo que más disfruto es de cantar. Acabo de grabar en Ponferrada para el proyecto de un colega y lo he hecho encantada.

- Ha dicho "no sé si mi voz o mi persona podrían resistir ser cantante. ¿Por qué la persona?

-Me gusta vivir en un contexto conocido, con la gente que quiero. Los cantantes están siempre viajando, generalmente solos, dejando hijos, familia, amigos y la exigencia es muy alta.

- La música la trajo a Oviedo.

-Sí, pero conocía Asturias, sobre todo Oviedo y Luanco, por el contacto con mis tíos y mis primas. (Es sobrina de Julio Rodríguez, que fue catedrático de Química Inorgánica y rector).

- ¿Qué le pareció Oviedo para estudiar?

-Hermosa. La fui descubriendo conforme iban limpiando los edificios. Además oía a la Orquesta Filarmónica, los conciertos de la OSA, los festivales de música y danza y en un lateral de un palco de principal del Campoamor vi en 1987 una "Bohème" inolvidable.

- Fue a Australia en los 90.

-Soy curiosa y me gusta viajar, más por la vieja Europa para oír música y ver arquitectura, museos y paisajes hermosos. Pero Australia me fascinó, en parte, porque admiraba a John Griffith, por quien fui allí, un profesor que había estado en Oviedo y Madrid.

- Estaba más lejos que ahora.

-Una chica de Oviedo que conoció a su marido australiano en Tapia de Casariego llamó a su casa "La Madreña". Ver ese nombre en las antípodas era un golpe en el estómago. Melbourne era fantástico, muy acogedor, con gente de muchas partes. Su Facultad de Música era un edificio entero y su biblioteca tenía todo lo que había oído comentar al profesor Emilio Casares.

- Con quien se doctoró en Madrid.

-Se había ido de Oviedo el año anterior para crear la Facultad de Musicología, pero no empezaba. Regresé con una plaza de profesor asociado a tres horas para dirigir el Coro Universitario. Pagaba más de piso de lo que cobraba, pero así me reintegré. Fueron cuatro años intensos, con casi 70 miembros, muchos con poca disponibilidad horaria. Surgió participar en los festivales de Zarzuela de 1993 a 1997, en los orígenes del festival. Oviedo me gustó para la vida familiar más que Madrid.

- ¿Por qué hay que defender la zarzuela?

-No creo que haya que defenderla, pero no me gusta que se la prejuzgue. Al que le guste que la oiga. Es un género que duró tres siglos y ahora está muerto, pero es patrimonio. Cuando hablo en clase de las primeras óperas españolas con texto de Calderón -"Celos aun del aire matan"- siempre digo que si fuera francés lo conocería todo el mundo porque habría una docena de versiones en CD. Se hizo un montaje en 2000 en el teatro de la Zarzuela cuando era Sagi director y no está grabado. Eso es como si se nos cae una catedral. Hay muchas épocas y las zarzuelas del siglo XX no son las mejores ni tenían montajes buenos.

- Un título que sea moderno.

-"El potosí submarino", una zarzuela bufa de 1870, de Arrieta, divertida, con polkas, valses y cancanes, en un mundo de Verne, con velocipedistas y un segundo acto en el fondo del mar. No es folclorista, rompería los esquemas.

- ¿Hay una escuela musicológica de Oviedo?

-Tiene peso. Muchos profesores que nutren las facultades de Valladolid, de Granada... de España, salieron o pasaron por aquí.

- ¿Qué pinta ve al futuro de Asturias?

-Tenemos muchísimo potencial. La fuerza musical y cultural, tres ciudades hermosas cerca y sus entornos, más la montaña y la playa. La gente va al festival de música clásica de Lucerna (Suiza) y paga entradas desorbitadas... ¿No podemos hacer lo mismo y que la gente deje sus dineros aquí? Habría que prepararlo desde ahora mismo. Sagi contaba su pena por la falta de mantenimiento del equipamiento del Campoamor. Las administraciones competentes deberían ponerse de acuerdo y hacer algo coherente con el teatro. La Universidad cada día tiene menos alumnos, de la industria ni vamos a hablar y el turismo en pandemia... Si tenemos Zarzuela y Ópera, ¿por qué no formar técnicos teatrales de manera estable? Hay que buscar alternativas.

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