“Tevergano de nacimiento y de ejercicio pero ovetense de primera”, así define el exalcalde de Oviedo Antonio Masip a quien fuera su amigo durante años, el fallecido Manuel Lombardero. “Era un tipo fabuloso”, dice Masip, que reconoce en Lombardero la audacia para poner en marcha en España la venta de libros a plazos. “Ahí fue cuando le llamó José Manuel Lara para trabajar en la editorial Planeta, que gracias a Manolo tuvo un enorme boom de ventas”, explica el exalcalde.

Lombardero, Masip y el poeta Luis García Montero trabajaron juntos para poner en marcha la fallida Fundación Ángel González, en la que, según apunta el exalcalde, “se iba a incluir la biblioteca de poesía hispana de Manolo, que tiene 8.000 volúmenes y en la que hay libros firmados por todos los autores de la Generación del 27”.

La relación de Lombardero y el poeta Ángel González venía desde niños en el Oviedo de después de la Guerra Civil. “Es muy notable cómo de aquel grupo, en el que estaban Manolo, Ángel (González) y Paco Ignacio Taibo I, los tres lograron vivir una vida plena que cada uno escogió a su manera”, subraya Alfonso Toribio, expresidente de Tribuna Ciudadana, asociación a la que Lombardero estuvo vinculado desde su origen pese a vivir en Barcelona. “Siempre que en Tribuna necesitábamos su ayuda, allí estaba pare echar una mano”, aseguró Toribio.

Josefina Martínez, viuda de Emilio Alarcos, también recuerda aquel glorioso trío de Lombardero, Taibo y González. “En el grupo había una lealtad inquebrantable, eran como hermanos”, recuerda Martínez, que añade además que “no sé, si por ósmosis o por algo, a Lombardero también se le pegó la literatura y escribía muy bien, tenía mucha pulsión literaria”. La catedrática emérita de la Universidad de Oviedo y Alfonso Toribio coinciden en que “Lombardero se ganó el poder ser llamado escritor”.

Aun así, los caminos de la vida le llevaron por otros modos de ganarse la vida con la literatura. En la editorial Planeta se convirtió, en palabras de Martínez, “en un gran hacedor de libros”. “Su gran pasión era la literatura”, insiste la profesora.

Esa pasión por la literatura comenzó en la librería Cervantes de Oviedo. Allí Alfredo Quirós tenía como empleado a Taibo. “Ángel era un crío que iba con su padre y por allí apareció Lombardero”, recuerda Conchita Quirós, hija del fundador. Los tres se hicieron grandes amigos en aquella librería del centro de Oviedo, una amistad que nunca se perdió.

Conchita Quirós tenía pendiente una conversación con Lombardero para invitarle el año que viene a participar en los actos de celebración del primer centenario de la librería. “Quería que viniese porque era el único de los tres que seguía con vida, era el último enlace que quedaba con la vieja librería”, explicaba ayer la librera ovetense.

Conchita Quirós, una década menor que aquel trío de ases que ha pasado a la historia de la literatura, describe a Lombardero como una persona muy cariñosa. Como anécdota, recuerda Quirós, un año en que por Navidad ella había comprado las figuritas del Misterio para el escaparate de la librería de su padre. En el traslado se estropearon “y Lombardero cogió unos colorines y más cosas y lo arregló todo para poder colocar las figuras”. Recuerdos de juventud ante una despedida.