También en la vieja Francia de las libertades civiles importan el color de la piel y las diferencias de clase. El realizador Guillaume Brac (París, 1977) no oculta esas tensiones, pero las desliza sutilmente por los planos de “¡Al abordaje!”, la película con la que se inauguró ayer oficialmente la quincuagémisa octava edición Festival Internacional de Cine de Gijón (FICX). El autor de “La isla del tesoro” o “Contes de juillet”, a quien se ha llegado a comparar con el maestro Éric Rohmer, confiesa que siente una cierta melancolía cuando vuelve a ver “¡Al abordaje!”, un filme en el que se filtra la luz del verano del sur galo y una cierta sensualidad: “Las películas anteriores a la pandemia parecen marcadas por la libertad”.

Cierto. Guillaume Brac, que llamó la atención de la crítica a partir de “Tonnerre”, protagonizó el primer “conversatorio” del FICX. Es la alternativa online de esta edición extraña, con las salas cerradas y los cineastas en sus casas. Se hace lo que se puede, pero el covid-19 también ha recluido a la cultura tras las puertas. El director del certamen gijonés, Alejandro Díaz Castaño, describió “¡Al abordaje!”, que tuvo ayer su “première” a española, como una “comedia maravillosa”. Un inteligente remanso, la verdad, en estos tiempos coronavíricos.

Guillaume Brac contó que el filme surgió de un encargo: una película para dar una oportunidad a estudiantes de interpretación. Uno de los dos actores protagonistas, Éric Nantchouang, llegó a contarle al director parisino que por su piel estaba condenado a hacer papeles de camello y que “nunca le darían un papel de enamorado”. En “¡Al abordaje!” lo tiene, aunque Brac, que firma también el guión junto a Catherine Paillé, aprovecha los excepcionales escenarios de un verano en el que se rompen las rutinas para transparentar contradicciones sociales, de raza y clase. Lo hace con guante. “Mi película habla de gente joven que confunde el amor y el deseo, aunque la cuestión social está pero de forma invisible”, contó. Una obra con capas.