El gran Rubens no trabajaba solo la totalidad de sus obras. Era su amplio y distinguido taller el que, en muchas ocasiones, hacía el grueso de las composiciones, aunque el maestro se guardaba el privilegio de rematar los cuadros pintando él mismo los rostros de los personajes y sus manos. Porque estos eran, en definitiva, los elementos más difíciles de capturar por el pintor, y también donde su talento mejor lucía. Ricardo Menéndez Salmón se ha fijado precisamente en las manos de los cuadros, en “cómo los pintores han retratado el instrumento del que se sirven para ejecutar su arte”, según sus propias palabras, para trazar un ensayo personal de próxima publicación a través de las colecciones del Museo de Bellas Artes de Asturias. Un volumen editado por la pinacoteca, del que LA NUEVA ESPAÑA dio un adelanto editorial en mayo, y que lleva por título “Este pueblo silencioso. Las manos en el Museo de Bellas Artes de Asturias”.

El título alude a una cita del “Manual de pintura y caligrafía” de José Saramago, en la que Menéndez Salmón encontró una sugerente imagen que le remitía al museo: “Mientras duermo, este pueblo silencioso de estatuas y pinturas, esta humanidad remanente, paralela, continúa con los ojos abiertos velando por el mundo al que, durmiendo, renuncié”, escribió Saramago.

“Me resultó muy apropiada esa reflexión que él hace sobre cómo la pintura y la escultura forman un pueblo silencioso que siempre está ahí. Nosotros envejecemos, pero ellas siguen ahí, inalterables, y podemos volver de excursión una y otra vez, desde la rutina”, relata el escritor gijonés.

El proyecto, afirma Menéndez Salmón, no persigue otra cosa que inseminar, dentro del lector, “el ánimo y las ganas de acercarse al museo, porque por mucho que yo haya intentado reflejar esas pinturas, no se trata más que de un visión personal. Lo que yo querría es que cada lector se convierta en espectador, y se acerque a ver esas manos de las que yo escribo al natural”.