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En rumano, casa es armario

Un ascensor, un apartamento, un teatro y un coche. Con eso, y apenas tres escenas narrativas, Eugen Jebeleanu construye una muy elogiable ópera prima. En “Poppy Field” se respira angustia constante, el miedo permanente de su protagonista, Cristi –un joven policía–, a que el mundo descubra que comparte cama con alguien de su mismo sexo. Jebeleanu lo hace tirando de un minimalismo exacerbado, que funciona como un reloj.

Desde que su pareja, un musulmán francés, llega a Bucarest y lo encierra en su apartamento –instantes con un fuerte aroma a Sidney Lumet– la tensión va en aumento. El director coloca su cámara en la nuca de un cada vez más alterado Cristi, que entre largos diálogos con sus compañeros de trabajo, deja ver una vida condicionada por lo aparente.

Interesante especialmente el punto de vista, que se coloca en el lugar de la mayoría de los que le rodean, mostrando cómo le ven, evitando la primera persona de un ser que no se acepta. Al final de la jornada, vuelta a casa, al armario donde guarda a su amante.

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