Nadie como quien la ha sufrido para opinar sobre la violencia. Sin embargo, escuchamos permanentemente las voces de los autoproclamados paladines de los derechos sociales reclamando nuestra atención, tratando de capitalizar un sufrimiento que a menudo les es ajeno y que frecuentemente desconocen de primera mano. Estrategas de salón que se postulan como desinteresados salvadores de víctimas, sin dejar ver que en el fondo trabajan más en la búsqueda de su rendimiento político que para restañar heridas.

Por el derroche de energía con el que publicitan la desgraciada realidad de las víctimas de los violentos, podría parecer que su inaplazable cruzada, la que han dado en llamar “lucha contra la violencia de género”, se enfrenta a un problema exclusivo de este tiempo; a un tipo de agresión muy por encima de las demás en cuanto a su importancia que supera con creces a otras que igualmente generan dolor, sufrimiento y sangre.

Nada más lejos de la realidad. No cedamos a la simplificación de este falso velo institucional, desplegado por quienes están en el poder para tapar que la violencia no tiene apellido.

La necesidad de respuesta es urgente: sí. Pero el alivio al sufrimiento diario de las mujeres frente a quienes las atacan, de cualquier víctima frente a su agresor, solo hace obvia la necesidad de castigo a los delincuentes. No justifica el uso político y sectario por parte de las izquierdas de este problema social.

A quienes padecen violencia solo les interesa la verdad, no el revanchismo. Les interesa que la sociedad les proteja y que su vida pueda continuar. En definitiva, les interesa un control y penas contundentes para sus agresores, algo que sólo VOX defiende.

Luchemos por un enfoque justo y honesto que ataje el problema, que ataje cualquier tipo de violencia. Las víctimas no necesitan victorias políticas supremacistas, solo necesitan soluciones.