La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El coronavirus impide a una ovetense asistir a la incineración de su madre: "Se la ha llevado el bicho"

Carmen Gancedo falleció poco después de la medianoche de ayer a los 87 años. Había ingresado el martes después de que ella y toda su familia hubiesen dado positivo por coronavirus el viernes de la semana pasada. Con todos sus allegados confinados, la ovetense pasó sus últimos días arropada por un personal del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) con el que ahora la familia Gancedo se siente en deuda. Porque Carmen no se murió sola. Los sanitarios la ayudaron a resucitar un teléfono móvil que no sabía utilizar pero que era su única vía para poder hablar con su hija, Elena García, quien también logró enviarle un libro y unas zapatillas con la complicidad de todas las enfermeras de la sexta planta. Carmen será uno de los casos que la consejería de Salud reporte hoy como nuevos fallecidos por la pandemia, pero su hija, desde la frustración de no poder despedir ni velar a su madre, pide que casos como el suyo empujen la reflexión social más allá de las cifras: “Tenemos que concienciarnos. A mí me ha tocado mi madre, se la ha llevado el bicho, pero esto le puede tocar a cualquiera”.

Cuenta García que ella, sus dos hijas y su marido siguen confinados a la espera de una última prueba de PCR prevista para mañana. Cruzan los dedos. “Necesitamos poder salir ya. Tener que estar completamente aislados, sobre todo cuando ingresan a alguien de tu entorno, es un infierno. Yo no me pude despedir de mi madre; imploré que me dejasen ir cinco minutos, pero empeoró demasiado rápido y no tuvimos tiempo”, sostiene. Así que hoy Carmen Gancedo será incinerada sin que ningún ser querido pueda decirle adiós en el tanatorio. Habrá que esperar al funeral. “Esperaremos a estar todos mejor porque tiene que ser una despedida como la que se merece. En la familia siempre respetamos los valores religiosos, me enseñaron que tenemos que despedirnos bien de nuestros mayores y cuidarlos. A veces me siento mal porque no le dije adiós y porque se murió sin estar nosotros con ella. Es un dolor tremendo, una gran impotencia”, añade.

El drama de la familia Gancedo se salda, al menos, con un agradecimiento “eterno” al personal del HUCA. García explica que cuando le dijeron que su madre tenía que ingresar en el hospital se le vino el mundo abajo. “Creía que aquello estaba fatal, que todos los enfermos estaban hacinados, que no se informaba a las familias. Pero al contrario. Cuando me llamaron la primera vez creí que me resumirían la situación en cinco minutos: al final la médica estuvo conmigo media hora al teléfono. Esto también hay que contarlo, se tiene que saber. Es increíble la delicadeza y la amabilidad con las que nos trataron”, asegura.

García se despide hoy de su madre en una de las esquelas publicadas en este diario con un mensaje que reza: “Tu amor a la familia, tu ejemplo de vida y tu recuerdo estarán siempre en nuestros corazones”. Porque Carmen, cuenta, fue una mujer que vivió “toda su vida trabajando”. Fue ama de casa y una madre dedicada en cuerpo y alma a su única hija, profesora en el colegio de La Milagrosa de Oviedo desde hace más de 30 años. Que su hija se dedique a enseñar a los demás viene a suplir que a Carmen, la primera de cuatro hermanos, la sacaron pronto de la escuela por aquello de que entonces la enseñanza parecía una cosa de varones. Dio igual, porque con los años Carmen Gancedo aprendió lecciones de sobra. “Pasó la Guerra Civil, superó muchísimas adversidades pero nunca dijo: ‘me rindo’. Fue una luchadora y siempre salió adelante. Quedan pocas como ella. Me tuvo a mí y tuvo a dos nietas, mis hijas, que son grandes estudiantes. Se quedó viuda hace 18 años”, resume García, que espera que dar a conocer su historia sirva para despertar conciencias. “Dando clase me doy cuenta: parece que nos hemos deshumanizado, que se han perdido los valores. Y también hay que recordar que otra mucha gente se cura, que también salen adelante personas de 90 años, que no todo es malo y que los sanitarios se están dejando la piel todos los días. Parece que se nos olvidó aquello de los aplausos en el balcón, pero ellos siguen ahí”, opina la docente.

Un drama recurrente

Otros sanitarios de la región contaron ayer a este periódico historias similares a las de Gancedo. “Yo vi a una señora ingresada que dio positivo. Había que trasladarla al HUCA. Ella se puso muy contenta, porque su marido estaba allí también ingresado y podrían estar juntos. Al rato me llamó su hija: su padre estaba falleciendo y ella, también infectada, no podía venir a ver a ninguno de los dos. No sabía cómo contárselo a su madre”, cuentan desde las Urgencias de Cabueñes. Otro caso: “Matrimonio sin hijos, unos 70 años. Él ingresa con covid en planta. Hablamos a diario con la mujer y él a diario también, desde la habitación. Una mañana nos avisan de que la mujer ha fallecido. No te imaginas el tener que contárselo al marido y que hubiese tenido que pasar el duelo solo, sin abrazos, sin poder despedirse de su mujer, en el hospital”. Otro: “Una paciente ingresó el jueves en la UCI muy malita. Llamamos a la familia. La hija lloraba desconsolada preguntando si volvería a ver a su madre con vida”. Y García concluye: “Hay que recordar lo que ya sabemos: llevar mascarilla, lavarse las manos, distancia. El bicho se llevó a mi madre como a tantas otras. Cuando lo vives así es cuando ves que la cosa de verdad va en serio”.

Compartir el artículo

stats