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El enemigo está dentro

Paraguay y Bolivia guerrearon, entre 1932 y 1935, por el control del Chaco Boreal. En torno a este conflicto ha construido Mondaca, cuyo abuelo (al que dedica el filme) combatió en el conflicto, su primer largo de ficción. Es “Chaco” una película tan árida y polvorienta como el terreno que recorre el pelotón en el que centra su mirada, un ejército formado mayoritariamente por indígenas que mastican coca continuamente, y mandados por un alemán que guarda en su tienda un maniquí con vestido de mujer. Esta extraña compañía, esta nave de los locos de secano, recorre el Chaco en una misión incierta, en busca de un enemigo que nunca llega a aparecer. Intrépida y áspera como un latigazo de aguardiente, “Chaco” no es una película bélica al uso (los fusiles no escupen hasta alcanzar la hora de metraje) aunque comparte con lo mejor del género su interés por retratar los estragos que la guerra causa en la mente y el alma de los soldados. En este largo y polvoriento paseo bajo el sol, es la tensión de la espera lo que acaba haciendo mella en el batallón, su deambular interminable por una tierra que no es la suya para combatir a un enemigo que no está allí, sino que crece en su interior.

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