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Director y crítico

Javier Tolentino: “ ‘Un blues para Teherán’ es el resultado lógico del amor por el cine iraní que he visto”

“El Festival de Gijón es el más radical, el que es de verdad independiente y en el que yo he descubierto a muchos autores”

Javier Tolentino, cineasta y periodista que clausurará el FICX con su película “Un blues para Teherán”. | Juan Plaza

Su programa “El séptimo vicio” (Radio 3) es una referencia para todo cinéfilo. El periodista y crítico Javier Tolentino no ha cambiado de oficio, pero desembarca este año en el Festival de Cine de Gijón con su primer largometraje. ¿El alguacil alguacilado? No. “Un blues para Teherán” es una joya visual. Y el filme elegido para clausurar esta edición online.

–Afamado crítico de cine de larga trayectoria. ¿Algún tipo de vértigo por ponerse detrás de la cámara?

–No, ha sido un proceso muy natural: había hecho guiones, tres cortos y llevaba tiempo queriendo rodar en Irán. Es una película hecha desde la humildad, no quiero descubrir ahora el lenguaje cinematográfico. Es la consecuencia lógica del cine iraní que he visto y que me ha gustado mucho. Una naturalidad y humildad que me vienen del periodismo.

–Y, además, ha sido llegar y besar el santo: clausura el Festival de Gijón.

–La ilusión es tremenda. Conocí a (Abbas) Kiarostami en Gijón, aunque había visto su cine. Y tuve el placer de entablar una relación que duró hasta su muerte. En Teherán, en su funeral, me invitaron a hablar de su obra. Cuando empecé a rodar en Irán, nada más lejos de mí que pensar en que clausuraría el festival. Mi trayectoria con Gijón es larga, llena de afecto. Es uno de los festivales más exigentes del país. Parece que hago proselitismo, pero lo que han dicho Alejandro (Díaz Castaño) y Fran Gayo de mi película ha dejado al equipo… Defienden la película por encima de cualquier otra mirada.

–Con razón. Ha mencionado a Kiarostami y otros maestros del cine iraní. ¿Es una de las claves de “Un blues para Teherán”?

-Sí, claro. Le hablé a Kiarostami (1940-2016) de mis ganas de rodar y me dijo que era maravilloso que un español, un europeo, quisiera filmar en Irán. Tenía claro que esos guiños a Kiarostami y a algún otro estarían en mi película. En los años noventa, adoré ese cambio en el cine iraní: planos diferentes; no sé, el cine que se inventaron estos. Makhmalbaf, Kiarostami y algunos más, pues no existía. Lo ha dicho Martin Scorsese: ese lenguaje cinematográfico iraní no existía antes de estos directores. No quiero decir que mi película es un homenaje al cine iraní, pero explica mi narrativa.

–Hay un evidente cultivo de la morosidad, del valor de las imágenes y el tiempo...

–El tono, la cadencia, el amor por la Naturaleza... Sin duda. Si escucha “El séptimo vicio”, lo verá también en mi lenguaje radiofónico: llenar el micrófono de silencios, sonidos de lluvia. Me identifico con el tono del cine iraní.

–Disculpe la clasificación formularia, pero ¿acepta que su filme es un musical peculiar?

–Lo que dice, me honra. En el primer borrador, un cronista occidental viaja por los pueblos persas en busca de canciones antiguas. Así que eso del musical me complace mucho al tener que ver con esa primera idea.

–Y da una imagen de Irán que se sale de los habituales clichés que cursa la prensa occidental: el eje del mal, los ayatolás...

–De acuerdo. Si leemos las páginas de Nacional se puede pensar que los españoles estamos a palos con los catalanes y, luego, no es así. Irán no es el enemigo de Dios, como quieren los países occidentales. Deberían dejar a Irán en paz, que ya ha sido bastante expoliada.

–El formato de la película es el de un aparente documental, pero ¿cuánto hay de ficción?

–El cine documental está en la “road movie” que incluye la película, aunque trabajamos con todos como si fueran actores. Eso se ve con Erfan (Shafei), que hace un trabajo dramático, interpretativo... Él es actor en Teherán, hace cine, es músico. No es competitivo, alguien que no está casado con el mundo actual. Es muy bueno y espero que algún día se decida a hacer una película. Le quiero mucho; sin él, no tendría película.

–¿Después de “Un blues para Teherán” ha cogido el “vicio”? ¿Habrá más películas?

–Tengo encima de la mesa las localizaciones del mi próximo proyecto. Este año ha sido muy importante: me están lloviendo propuestas para dirigir y la verdad es que me estoy sorprendiendo. Ahora lo que quiero es mostrar “Un blues para Teherán”, aunque sí le digo que tengo un guion en marcha.

–Apelo al crítico, al estudioso. ¿Qué le parece el programa del Festival de Cine de Gijón?

–Es el festival de cine más radical, el de verdad independiente, y en el que yo he descubierto a muchos autores. Este año ha sido triste lo que ha pasado (por la pandemia). Erfan iba a venir al Jovellanos. Dicho esto, los contenidos de esta edición son magníficos. Celia (Viada Caso) es prácticamente una niña, pero ves su película (“La calle del agua”) y estás viendo a (Jonas) Mekas, a Guerín... Sin lo que mamó en Gijón, no relataría así. O un tipo como Ramón Lluís Bande, que tiene una personalidad fantástica.

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