El pasado 23 de octubre fue un día muy especial para el cineasta y músico Paco Arango: la Fundación Aladina, que creó hace quince años para ayudar a los niños con cáncer, inauguraba en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) el primer autocovid pediátrico de España. Y lo hacía en la tierra que tanto amaba su padre, el empresario y mecenas astur-mexicano Plácido Arango, fallecido en febrero. Esa labor altruista de Arango, que en verano llevó su película “Lo que de verdad importa” a la cima de Netflix en Estados Unidos, justifica el premio de “Asturiano del mes” de LA NUEVA ESPAÑA correspondiente a octubre.

“Es un honor inaugurar un servicio así en Oviedo, porque cumple con una labor esencial. Sirve para que los niños se sientan mejor a la hora de hacer unas pruebas que son necesarias para frenar la pandemia, y eso ya es muy importante. Está todo pensado y decorado para ellos y hasta parece que van a darles una hamburguesa, aunque luego tengan que hacer la PCR”, explicó el cineasta al inaugurar el autocovid frente a la entrada del área de Pediatría.

Arango (México DF, 1966), tras un comienzo de año muy triste por el fallecimiento de su padre, vivió dos momentos muy positivos tanto en su faceta profesional como en la altruista. Su largometraje “Lo que de verdad importa” (titulada “El curandero” en inglés) se convirtió en verano en la película más vista en la plataforma Netflix de Estados Unidos. Y la Fundación Aladina cumple tres lustros alimentando sonrisas, esperanza y apoyo a miles de niños con cáncer.

Paco Arango, ante el edificio de Pediatría del HUCA.

Su trayectoria cinematográfica también tiene un impulso claramente benéfico: las recaudaciones de sus películas “Maktub”, “Lo que de verdad importa” y “Los Rodríguez y el más allá” sirven para dotar de fondos a la Fundación que creó después de pasar muchas tardes como voluntario en el Hospital del Niño Jesús (Madrid), acompañando a niños en fase terminal, a otros que vencían la batalla y a las familias que se enfrentaban a un drama devastador, “un tsunami que roba la alegría de la vida en todos los sentidos”, en palabras de Arango.

Tras seis años como voluntario, Arango puso a volar la Fundación Aladina tomando el nombre de la serie que produjo, “Ala... Dina”. Mejoras hospitalarias como la reforma de la UCI infantil del Hospital Niño Jesús o el centro de trasplantes de médula Maktub son algunos de sus “milagros”: “Me preguntan si lo mío es fe y siempre digo que lo mío no es fe, es vivencias. He visto cosas tremendas, muy duras, que permiten darse cuenta de que esta vida no termina aquí, que esos niños siguen vivos después”, afirmaba recientemente a LA NUEVA ESPAÑA.

Arango eligió el nombre de la Fundación “por dos motivos: la serie gustaba a los niños y, sobre todo, tenía magia. Mucha magia. Eso es lo que me gustaría poder transmitir con esta Fundación, que la magia existe y los milagros también. Como a veces estos milagros tardan en llegar, la Fundación Aladina intentará que, mientras, la estancia en el hospital se pase lo mejor posible. Se sufre en abundancia, se llora en abundancia, las batallas son largas y duras y algunas se pierden, pero al final el amor y el cariño es lo que sobresale de toda esta experiencia. Aladina ilumina con luz y ayuda a cada niño enfermo y a su familia. Me enorgullece poder afirmar que el cáncer infantil es consciente de que la Fundación Aladina es un gran impedimento para que nunca pueda ejercer su dominio en la sonrisa de un niño enfermo”.

“Siempre confiamos en que las quinielas salgan bien”, confiesa Arango, “y si no, se vive el día a día. Hay que disfrutar el momento, y sí la cosa se pone mal, vas cambiando tus palabras. Nosotros formamos parte de la familia, y si el niño fallece seguimos manteniendo lazos con ellos, y si fracasa la medicina, cuidamos a la familia un año después, y estamos ahí absolutamente, y nos vemos con ellos y los llamamos, e incluso yo tengo voluntarios que han sido pacientes. Esta es una de las señales más bellas de lo que es el ser humano”.

Arango, que heredó de su padre el amor por Asturias –lleva meses buscando una casa para “plantar bandera” en el Principado–, tiene clara su misión y lo que de verdad importa: “Dar luz donde hay mucha oscuridad”.