El periodista y escritor ovetense Marino Gómez-Santos, amigo y biógrafo de las personalidades más relevantes del último siglo de la historia y la cultura españolas, falleció el pasado miércoles a los 90 años en Madrid, la ciudad en la que recaló en su primera juventud, en la que se abrió paso con tenacidad e ingenio y desde la que logró sobresalir profesionalmente, haciendo de su oficio su vida.

Nacido en Oviedo en 1930, Gómez-Santos tuvo talento para elegir a sus valedores. “Autodidacta y sin inquietud universitaria”, pero “con muchas lecturas”, como él mismo contaba, a los 22 años publicó “Clarín. Ensayo biográfico”. Contó para ello con el respaldo del catedrático de Literatura de la Universidad de Oviedo José María Martínez Cachero, una de las máximas autoridades en la figura del autor de “La Regenta”. Otro de sus amigos fue Plácido Álvarez-Buylla, que había sido alcalde de Oviedo, que le presentó al doctor Gregorio Marañón y le hizo saber de su libro sobre Clarín. Marañón acabaría prologando el volumen y ambos mantendrían una estrecha amistad, que conservaron a lo largo de los años.

Con el libro de Clarín debajo del brazo, Gómez-Santos llegó a Madrid y allí hizo su entrada de la mano de otro gran periodista asturiano, Juan Antonio Cabezas, al que se refería como su “segundo padre” y que le llevó a dar una conferencia al Centro Asturiano de la capital. Su hija, Dorita Cabezas, nunca perdió la relación con Gómez-Santos y hasta su último cumpleaños, el pasado 28 de octubre, compartieron recuerdos y anécdotas. Cabezas lo presentó en el Café Gijón, templo de la literatura y el artisteo en el Madrid de la posguerra, en el que años más tarde le prohibieron la entrada, a él y a César González Ruano, por las referencias a la clientela en su libro “Crónica del Café Gijón”. Dorita Cabezas cuenta que fue también su padre quien le llevó por primera vez a conocer la Puerta del Sol, un 2 de mayo, y desde entonces Gómez-Santos no dejaba pasar esa fecha sin llamar a la familia e invitarles a comer.

En el Gijón, Marino Gómez-Santos contacta con el poeta Pepe García Nieto, ovetense como él, y a través de él García Ruano, que a fuerza de citarlo en su sección en el diario “Pueblo” acaba llamando la atención de su director, Emilio Romero, que lo recluta para su redacción.

Comienza ahí una brillantísima carrera periodista. Más adelante, a lo largo de su prolífica carrera, Gomez-Santos escribirá en los periódicos “ABC”, “Madrid”, “Ya” y para las revistas “Blanco y Negro”, “Índice”, “Gaceta Ilustrada”, “Mundo Hispánico”, en “La Actualidad Española” y “Tribuna Médica”. Publicó más de sesenta libros, en las principales editoriales españolas. Magistral en las entrevistas, Marino Gómez-Santos se codeó con los grandes escritores de la Generación del 98 y acabó convirtiéndose en su confidente y biógrafo. Su primer trabajo para el “ABC” fue una entrevista con Azorín, con el que se carteaba desde hacía tiempo y que le invitó al cine; pasaba horas charlando con Pío Baroja en su sala de estar. Lo mismo con los grandes científicos españoles de la época. Por su biografía de Marañón ganó el Premio Nacional de Literatura, en 1971 y con Severo Ochoa su vínculo fue tan estrecho que nombró al periodista su albacea testamentario y secretario de la Fundación Carmen y Severo Ochoa. Él le dedicó ocho libros.

Marino Gómez-Santos demostró habilidad y una gran empatía, ganándose la confianza de sus contemporáneos más relevantes. Sin embargo, él mismo reconocía no haber tenido tanto predicamento en su tierra. “El único sitio donde no he caído simpático ha sido Oviedo y no sé por qué”, se confiaba en las “Memorias” que le dedicó LA NUEVA ESPAÑA en 2010. A pesar de ello, el periodista se sentía profundamente asturiano. “Tengo el hondo sentimiento de no haber podido vivir mucho en Asturias, pero está claro que no he dejado de ser, como decía Pérez de Ayala (a quien también frecuentó), un asturiano hasta la médula de los huesos”, declaraba por entonces. En 2009 dedicó un libro a su ciudad natal, “En busca de mi Oviedo perdido”.

El pintor Manuel Linares lo conoció bien, desde niño, porque el padre de Marino Gómez-Santos era viajante y solía parar en su casa, en Navelgas, y porque años después su hermano Amadeo se casó con una vecina del pueblo. Linares se refiere a él como a “un escritor brillante”, algo “hermético” y a quien, como otros muchos intelectuales asturianos de su generación, “no se les ha dado el reconocimiento que merecen”. “Con sus entrevistas en ‘Pueblo’ adquirió un prestigio enorme, luego cayó en el olvido”, lamenta.

Gómez-Santos escribió infinidad de biografías, entre ellas la de la reina Victoria Eugenia y la del entonces Príncipe de Asturias, hoy Rey emérito. Para entrevistar a la bisabuela del Rey Felipe el periodista se hizo con un billete en el vuelo de Air France en el que la reina viajaba por primera vez a España desde su exilio, precisamente para amadrinar al actual monarca en la pila bautismal. En 1980, publicó “Un rey para el año 2000. Felipe de Borbón y Grecia, Príncipe de Asturias” y en 1987 Juan Carlos I de España le encomendó la conferencia conmemorativa del centenario de la reina Victoria, en el Salón de Columnas del Palacio Real de Madrid.

Gómez-Santos publicó a través de la Obra Social y Cultural de la Caja de Ahorros de Asturias sendas biografías de Ochoa y Francisco Grande Covián. Evaristo Arce trató con él cuando dirigía la institución, con ocasión de la publicación del libro sobre el Príncipe Felipe. Recuerda sus “espléndidas entrevistas” y coincide con Linares en que “no tuvo los reconocimientos que otros recibieron con menor mérito”.

Siendo su gran pasión y habiendo cosechado un enorme éxito, la profesión no era el mayor orgullo de Marino Gómez-Santos. Ese sentimiento lo reservaba para su esposa, María Ángeles Fernández, sus tres hijos y sus nietos.