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El teatro Campoamor vuelve a latir

Técnicos, artistas y espectadores participan emocionados en el estreno de “Fidelio”, que califican de “hito histórico”

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La ópera de Oviedo vuelve a la actividad

La potente voz de Moisés Marín retumbaba ayer en los bajos del teatro Campoamor. En su camerino, el tenor granadino hacía sus ejercicios vocales antes de salir a escena. Eran las seis de la tarde, y el teatro, el corazón lírico de Oviedo, recuperaba poco a poco su latido, tras semanas de letargo obligado por la pandemia. Porque ayer había función en el Campoamor, la primera tras el parón impuesto por el segundo embate del covid-19, el inicio de un “tour de force” con once representaciones (de dos títulos distintos) en doce días, y nada menos que el estreno de “Fidelio”, la única ópera compuesta por Ludwig van Beethoven, que nunca antes se había representado en la temporada de ópera de Oviedo. En síntesis: era una noche histórica.

Esa misma convicción, la de estar viviendo un momento único, un auténtico hito, empapaba a todos los implicados en la producción. Como Andrea Mastroni, ansioso por estrenarse en el papel de Rocco. “La idea de volver a hacer arte es fantástico, cantar para un auditorio vacío, como me tocó recientemente en Italia, es muy triste”, reflexionaba, “volver al escenario, ante un público que te inquiere y te impulsa a hacer lo mejor que tú puedes hacer, es maravilloso”.

En el vestuario situado frente al de Mastroni, Belén Rueda ultimaba el maquillaje de Vanessa Goikoetxea, que encarnaba a Marzelline. “Me siento muy afortunada de estar implicada en este esfuerzo titánico que está haciendo la Ópera de Oviedo: es un hito que se lleve esto a cabo en un teatro”, explicaba la soprano en referencia a esa convivencia, que definió como “ejemplar”, entre los implicados en las dos producciones que se alternarán en el Campoamor estos próximos días: “Fidelio” y “Madama Butterfly”, que se estrena mañana.

Pronto llegaron a esa parte del teatro Marc Piollet y Joan Anton Rechi. El primero es el director musical de “Fidelio”, que estos días alterna su trabajo con Oviedo Filarmonía (OFIL) con el que hace, con esa misma orquesta, Óliver Díaz, responsable musical de “Madama Butterfly”. “Ha sido una gran decisión de los políticos de Asturias permitir la reapertura de la cultura tras un cierre de emergencia muy largo. Estoy además muy orgulloso de formar parte de esta doble producción, en la que Celestino Varela, el director de la Ópera de Oviedo, siempre creyó, hasta el punto de convencernos a todos para estar aquí. Y, por último, me hace muy feliz poder trabajar con este fantástico equipo y con los músicos de Oviedo Filarmonía en el primer ‘Fidelio’ que se representa aquí”, afirmaba Piollet.

Para el director de escena Joan Anton Rechi, que al igual que la OFIL participa en las dos producciones, lo que se vivirá estos doce días en Oviedo será “algo único”. Rechi rememoraba la emoción que invadió a músicos y artistas el día anterior, en pleno ensayo general de “Madama Butterfly”, cuando se supo que el Gobierno autonómico levantaba las restricciones y permitía reactivar las representaciones: “Empezamos todos el ensayo con una cosa en el estómago, con muchos nervios, y en la media parte, cuando supimos que estábamos autorizados a estrenar, casi no nos lo creíamos. Todo esto ha sido una experiencia emocionante, de las más emocionantes de mi vida, el ver cómo todo el mundo ha mantenido la esperanza de que esto se iba a hacer”.

La Ópera recupera su actividad con "Fidelio"

La Ópera recupera su actividad con "Fidelio" Elena Vélez

Para Celestino Varela, el esfuerzo de la Fundación por solventar esta crisis demuestra “el enorme potencial y la capacidad de gestión de la Ópera de Oviedo y de Asturias”. Varela destacó, además, a las más de 150 personas implicadas en las dos producciones que “han reorganizando sus vidas en tres ocasiones y han demostrado una entrega, paciencia, apoyo, ilusión y comprensión que jamás voy a olvidar. Pocas veces había vivido un ambiente así en un teatro”. “Cada día, cada ensayo, todos han dado el cien por cien de su trabajo y su talento, y creo que toda esa atmósfera se notará en las funciones”, añadía el director de la Ópera de Oviedo.

Pasadas las seis y media de la tarde, mientras los músicos de la OFIL comenzaban su preparación en el foso, el vestíbulo del Campoamor recibía a los primeros espectadores. Allí estaba Juan Carlos Rodríguez-Ovejero, el presidente de la Fundación Ópera de Oviedo, que conversaba con el alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli. “Tenemos la obligación y la voluntad de sobreponernos a las adversidades y hacer que se mantenga esta actividad económica y artística de la que tan orgullosos estamos” , señalaba Rodríguez-Ovejero, que animaba a los asturianos a acudir al Campoamor para “disfrutar de estas dos magníficas óperas en un entorno seguro”. En la misma línea, Canteli agradeció el “esfuerzo” de la temporada de ópera para poder sacar adelante estas dos producciones en las actuales circunstancias. “Espero que se vuelva a la normalidad y para futuras óperas no haya que aplicar tantas restricciones”, deseó el regidor.

La esperanza del alcalde de Oviedo era análoga a la que sentían muchos abonados. “Mis bisabuelos ya iban a la ópera, es ya una tradición familiar”, señalaba María Alú, que acudía a la función acompañada por su hermano Esteban y que lamentaba la “desagradable incertidumbre” que vivieron los abonados en las últimas semanas de cierre obligado. De igual modo, el gijonés Diego Rosillo reconocía haber llamado el mismo miércoles a la Ópera para confirmar que podría acudir a la función. “A nivel logístico, todo ha funcionado muy bien, hay que destacarlo. Ahora toca disfrutar”, aseguraba.

Justo antes de comenzar la función entraba en el teatro la soprano Ainhoa Arteta, protagonista de “Madama Butterfly” (cuya primera función se representa mañana), que acudía como una espectadora más a disfrutar de “Fidelio”. Estoy muy feliz de que por fin se reabra el teatro y se retomen las representaciones”, aseguraba la soprano, que insistía en el mismo mensaje que lanzó en LA NUEVA ESPAÑA tras el primer aplazamiento de las funciones: “El Campoamor es un teatro seguro, aquí nadie viene a trabajar sin un certificado y sin haber pasado un examen. Es como entrar a un quirófano”, aseguraba antes de acceder al patio de butacas para asistir a una representación histórica.

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