Una mujer fotografía el rincón con la galería de científicas, ayer, en la exposición sobre Margarita Salas en el gijonés Antiguo Instituto. | J. Plaza

Hay una frase de Margarita Salas, la célebre bioquímica asturiana fallecida hace poco más de un año en Madrid, que evidencia su preocupación por la justicia y el respeto a las personas. No vivía encastillada en su laboratorio, atenta solo a sus matraces y a la cadena del ADN. “Cuando era moza me discriminaban por ser mujer, ahora por ser mayor”, dijo. Rebeldía hacia una sociedad en la que aún abundan las exclusiones por razones de género, edad o preferencia sexual. Y, al mismo tiempo, el amor hacia el conocimiento que expresa siempre la investigación científica.

Una posición nítida, sin ambages, que trata de explicar y sintetizar la exposición “Margarita Salas. Una muyer con ciencia”. La muestra, que fue inaugurada ayer en el Centro Antiguo Instituto por el concejal de Cultura y Educación de Gijón, el socialista Alberto Ferrao, recorrerá diversos colegios e institutos en un intento de divulgar la biografía y algunas de las ideas de la reputada científica. Por ejemplo, esta afirmaba: “Hay que hacer sentir a la sociedad que las mujeres existimos”.

La exposición, con nueve paneles que incluyen textos en asturiano preparados por la profesora de Física y Química Marta Fernández Novo, proponen un recorrido desde el nacimiento de Margarita Salas en Canero (Valdés) en 1938, durante la Guerra Civil, hasta su fallecimiento a los 80 años. Nos enteramos de sus orígenes familiares y de su llegada infantil a Gijón. La atracción que sintió por la bioquímica tras escuchar una conferencia de Severo Ochoa, su paisano, maestro y premio Nobel de Fisiología/Medicina de 1959.

A Margarita Salas, considerada la pionera de los estudios españoles de biología molecular y referencia internacional por alguno de sus estudios sobre el ADN, también le gustaba la música clásica (Bach y su “Suite para violonchello”, por dar un autor y un título) y el arte contemporáneo: de Picasso a Chillida.

Son facetas de una personalidad tenaz y compleja que esta exposición resume, y en la que Margarita Salas aparece en una galería de retratos junto a algunas de las más relevantes científicas de la historia del conocimiento: de la filósofa neoplatónica griega Hipatia, hasta la matemática Sophie Germain, la inventora y actriz Hedy Lamarr o la laureada Marie Curie.

Un relevante elenco que demuestra la necesidad académica de revisar el canon para abrir a esas científicas el lugar que merecen y no todas ocupan. La exposición es humilde, sencilla en su aspectos materiales (algo que hubiera gustado, quizás, a Margarita Salas), pero ambiciosa en su propuesta de fondo. Romper otro techo de cristal: sólo el 30 por ciento de las personas que estudian ciencias son mujeres.

“La función de esta exposición es dar a conocer al personaje, pero también la de avanzar en la educación en la igualdad; sin ese avance seremos una sociedad imperfecta”, aseguró Ferrao, que estuvo acompañado por la profesora, escritora y vicepresidenta de la Academia de la Llingua, Marta Mori, así como por la responsable de la Oficina de Política Lingüística gijonesa, María Xosé Rodríguez.

Margarita Salas creía en las virtudes de la educación como forja de vocaciones: “No se nace con vocación científica, sino que se hace”. Su figura, sus más de 300 publicaciones, su paciente ejemplo como investigadora y educadora, sus responsabilidades como académica de instituciones internacionales de primer nivel, son la mejor fuente de inspiración que ofrecer a los jóvenes.