“Facilitar la cultura es hacer patria” fue el principio sobre el que se asentaron las actividades filantrópicas de las dos últimas generaciones de la familia Selgas, un lema que en los últimos tiempos parece desvanecerse a la vista de los intentos de la Fundación que gestiona su legado por desprenderse de uno de los puntales de su colección de arte, la “Asunción de la Virgen”, obra del Greco, cuya venta vendría a mejorar su situación financiera. La intención era exportar el cuadro al Museo de Budapest, una negociación que se ha visto frustrada por la negativa del Ministerio de Cultura a que la obra salga de España atendiendo a su “excelente valoración artística”.

La noticia de la posible exportación del Greco de El Pito (Cudillero) no fue bien recibida en círculos académicos ni entre los más próximos al mundo del arte, reacios a que la región pierda una obra de extraordinaria importancia para el patrimonio asturiano, máxime cuando se trata de un lienzo por cuya recuperación la familia Selgas litigó 39 años para conseguir su regreso a España después de que fuese robado de su propiedad durante la Guerra Civil y apareciese años después en Estados Unidos.

Gregorio Peña Varona, actual presidente del patronato de la Fundación Selgas Fagalde, que nunca olvida señalar que se trata de una entidad privada que tiene derecho a decidir sobre su patrimonio, justificó la puesta en el mercado del cuadro por supuestas necesidades económicas de la institución que preside, lo que no deja de sorprender a la vista de los números económicos que rodearon a la que nació, en el año 1991, como entidad cultural de carácter “esencialmente benéfico”. Contó entonces, entre otros bienes, con la donación de un edificio de seis plantas en la calle Jorge Juan de Madrid, valorado en varios cientos de millones de pesetas. A lo que habría que sumar las rentas anuales de otros inmuebles, depósitos y valores heredados por la fundación a la muerte de Manuela y Carmen Fagalde, un patrimonio que le suponía a principios de los años 90 del pasado siglo la no desdeñable cifra de 200 millones de pesetas anuales.

En aquellos momentos y en palabras del propio Peña Varona, se trataba de la fundación española que contaba con uno de los patrimonios más importantes. Él mismo señaló durante la presentación en el Museo del Prado, en 1994, del cuadro de Goya “Aníbal vencedor”, propiedad de la familia Selgas, y en presencia de la entonces ministra de Cultura, Carmen Alborch, que el capital social de la fundación se acercaba a los 14.000 millones de pesetas, una cantidad que hace honor a la generosidad de los descendientes de Fortunato Selgas y que pocas fundaciones alcanzaban a soñar. Con esas cifras en mente no deja de sorprender la decisión de prescindir de una pieza artística que a buen seguro desagradaría a la familia, teniendo en cuenta además que Peña Varona justifica la operación restando importancia al lienzo, “es uno más de los 180 que reúne la colección”, comentó a este periódico.

“La Asunción de la Virgen”, adquirida por Ezequiel Selgas en Madrid en 1890, es uno de los bocetos para la obra destinada a la capilla de Isabel de Oballe en la iglesia de San Vicente de Toledo. Con algo más de un metro de altura, está considerado un fiel exponente de la etapa final del pintor. Ezequiel Selgas, hermano mayor de Fortunato, fue el encargado de adquirir personalmente entre 1875 y 1890 la práctica totalidad de las obras que componen la refinada y clásica decoración del palacete familiar levantado en El Pito (Cudillero). El interés y el disfrute que esta actividad le proporcionaba quedan de manifiesto en las cartas que, con todo lujo de detalles sobre las adquisiciones, enviaba a sus hermanos Fortunato y Francisca. De lugares como París, Roma o Bruselas llegaron a La Quinta muebles, jarrones de Sèvres, tapices, esculturas, fuentes, porcelanas, libros y cientos de elementos de decoración que permitieron crear un conjunto arquitectónico y una colección de arte que los hermanos siempre trataron de preservar y completar.

Precisamente, entre los fines de la fundación figura el de “conservar y mantener en el mismo estado que lo recibe todas sus edificaciones, mobiliario, colecciones artísticas y bibliográficas”. El testamento de Manuela Fagalde subraya expresamente que la fundación “deberá mantener unido el patrimonio heredado sin permitir la dispersión de ninguna de sus piezas o elementos”.

Esos principios podrían cambiar ahora, como han ido cambiando otros a lo largo de estos casi treinta años transcurridos desde la muerte de Manuela y Carmen Fagalde. Una de las pérdidas más significativas, por el interés con que se subraya su creación entre los mandatos fundacionales, fue el premio “Selgas” de pintura, de carácter bienal y dotado con cinco millones de pesetas, que no pasó de la primera edición a pesar de que su celebración figura en los estatutos como “uno de los fines prioritarios de la fundación”.

Poco se sabe de otras muchas actuaciones que dejaron estipuladas las viudas de los hermanos Selgas y que formarían parte de ese carácter “esencialmente benéfico” que pretendían como destino de su legado. Su objetivo era que se rentabilizaran al máximo los bienes heredados “para llevar a buen fin un ideario que persigue el fomento, estímulo y difusión de la cultura mediante la creación de becas, bolsas de estudio, ayudas a la investigación, premios y todo cuanto pueda contribuir a alcanzar los objetivos indicados”. Era esta una voluntad que ya con anterioridad se había desarrollado en la familia de la mano de Fortunato Selgas, quien dejó muestras de esa entrega al arte y a la cultura en diferentes episodios de su vida. Uno de los más destacados fue la financiación de la restauración de la iglesia prerrománica de Santullano. Sin que sea menor, por lo que significó para el concejo de Cudillero, su apuesta por la enseñanza con la construcción, costeada de su bolsillo, de las Escuelas Selgas de El Pito, centro que inauguró, en 1915, Fermín Canella, rector de la Universidad de Oviedo y que fue pionero de la docencia moderna en España.

La gran labor cultural que los Selgas desarrollaron y que quisieron que continuara en su ausencia no parece vivir los mejores momentos. El optimismo con el que nació la fundación –a pesar de los pleitos que se dieron entonces entre albaceas y miembros del patronato, con querellas criminales por estafa y falsedad de documento público, entre otras perlas– se desinfla año a año con la merma de actividades y compromisos y, si nadie lo remedia, con el propósito de desprenderse de un patrimonio que la familia Selgas exigía que se “mantuviera unido sin permitir la dispersión de ninguna de sus piezas”.

Y todo esto sucede sin que los miembros asturianos del patronato tengan nada que decir al respecto. Asturias está representada en la Fundación Selgas Fagalde por el Principado, la Universidad de Oviedo y la Iglesia. Dos vocales de cada una de estas tres entidades forman parte del patronato, en total seis de los quince miembros que lo componen. Sin peso suficiente por estar en minoría para oponerse a la decisión, faltó al menos que hicieran público su descontento con una medida que pone en riesgo un patrimonio asturiano sin el que dicha fundación no tiene sentido de ser.