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Christian Vásquez | Director de orquesta, debuta con la OSPA

“La música es un aprendizaje mutuo y me gusta que las orquestas se sientan libres”

“Los artistas formados en el Sistema Nacional venezolano nos sentimos como una familia”

El director de orquesta venezolano Christian Vásquez. | Miki López

La Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) retoma esta semana su temporada de invierno, “Iviernu”, con dos conciertos en el Teatro Jovellanos de Gijón, mañana a las 19.30 horas, y en el Auditorio de Oviedo, el viernes, 12 de febrero, a las 19.00 horas –éste último, patrocinado por LA NUEVA ESPAÑA–. El director venezolano Christian Vásquez debutará al frente de la sinfónica asturiana, aunque ya actuó en el Auditorio de Oviedo en 2008, cuando el Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes. El programa de la OSPA esta semana incluye el concierto para piano de Grieg y la Sinfonía nº 3 de Brahms. El pianista Vadym Kholodenko, que inicialmente aparecía como solista en ambos conciertos, ha cancelado su viaje a Oviedo por motivos personales y será sustituido por Denis Kozhukhin, ganador del concurso Queen Elisabeth y ya conocido del público asturiano.

–¿Qué espera encontrar la primera vez que se sube al podio de una orquesta?

–Mucha disposición y respeto; un buen ambiente a la hora de ensayar. El primer día de trabajo me gusta interpretar la sinfonía entera, de arriba a abajo, para conocer la orquesta, su sonido, qué cosas positivas me puede aportar y también sus debilidades, por así decir. Hago como un escáner en el que dejo a la orquesta tocar, y si hay muchas cosas que me gustan, las dejo para que las toquen como ellos las sienten; al fin y al cabo la música es un aprendizaje mutuo y me gusta que las orquestas se sientan libres. A partir de ahí ya comenzamos a trabajar con detalle, movimiento por movimiento.

–¿Las nuevas generaciones de directores de orquesta están menos preocupadas que sus antecesores por dejar huella y una sonoridad concreta que les defina?

–Lo más importante es que el director vaya superpreparado y tenga la capacidad de convencer a la orquesta en el caso de que surjan opiniones encontradas sobre cómo tocar una obra. No es lo mismo que un director lleve tres años como titular al frente de una agrupación, con la que puede trabajar más en profundidad, que venir como invitado para hacer un programa, y que una semana después llegue otro director que tenga otras ideas distintas y al que la orquesta también se tendrá que adaptar, y sonará distinto. Nosotros los músicos siempre estamos aprendiendo, yo acepto muy bien las críticas constructivas. Si hay algo que mejorar me lo dicen y trato de hacerlo mejor, no es como antes, cuando la orquesta estaba por un lado y el director por otro, como un dictador (risas).

–Hablemos sobre el programa de esta semana.

–En el caso de esta sinfonía de Brahms, necesitamos un sonido profundo. Es una obra compleja, tanto para la orquesta como para el director. Me he encontrado muy buena disposición por parte de los profesores en estos días que llevamos de trabajo y espero que los dos conciertos vayan muy bien. Yo trato de ser muy claro durante los ensayos y transmitirles mucha energía y pasión a los músicos. Me gusta aprovechar los descansos para conocerlos más en profundidad y me intereso por saber cómo están, para que vean que el director también es parte de la orquesta. Es algo que aprendí en Venezuela, en el Sistema. Mi instrumento es la orquesta: si yo me paro en el podio solo y muevo la batuta no va a sonar nada.

–¿Cómo fue su paso por el Sistema?

–Tuve el privilegio de comenzar en el programa a los nueve años, en un pueblo llamado San Sebastián de los Reyes, a dos horas de Caracas. Comencé en el coro infantil y tuve educación musical gratuita. Después pasé a la plantilla de la orquesta Simón Bolívar, con la que vine a Oviedo por primera vez y tomé clases de dirección con el maestro Abreu. Creo que lo más bonito es el vínculo que persiste entre los músicos del Sistema, cuando nos encontramos en cualquier parte del mundo, incluso si nunca nos hemos visto antes, tenemos la sensación de que formamos parte de la misma familia.

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