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Jesús Ortiz, entre mujeres poderosas

El recién jubilado comunicador pasó de ser “el hijo de Menchu del Valle” a “el padre de la Reina Letizia”, un orgullo y un padecimiento

Jesús Ortiz, entre mujeres poderosas

Jesús Ortiz dice que, aunque cese la actividad laboral, el oficio no se deja. Es lo más que está dispuesto a hablar con una voz juvenil y de sport. Niega cualquier entrevista por una serie de razones, la más creíble que por una que concedió a su amigo Carlos Novoa hace años un juez dijo que debía aceptar que el resto de los medios hablaran de su vida. No menciona que es padre de Reina y eso exige discreción.

Jesús Ortiz (Oviedo, 1949) ha vivido entre dos mujeres poderosas: su madre, la locutora Menchu Álvarez del Valle, que le crio en un matriarcado junto a sus dos hermanas, y su hija Letizia Ortiz, que acabó convirtiéndose en esposa de Felipe de Borbón y Grecia, ahora el Rey Felipe VI.

Probó el oficio a los 4 años, en la calle Asturias, haciendo cuñas para Radio Oviedo, donde su madre, Menchu Álvarez del Valle, ejercía el estrellato de la radiodifusión pública en Asturias. Cuando las madres eran amas de casa o discretas trabajadoras, la suya hablaba, recitaba, preguntaba y acudía a las noticias conduciendo un Seat 600. Hoy vive sola e independiente con 93 años en la aldea riosellana de Sardéu, con achaques nuevos pero el mismo saludo: “Hola, corazón”. Él la llama todos los días.

De su padre, José Luis Ortiz, que fue comercial de Olivetti, tiene una prestancia laboriosa que parece responder al “así te ven, así te traten”. Cuando la tropa periodística iba a informar a la remanguillé, Jesús Ortiz acudía con el micrófono en la mano y su americana cruzada de botones marineros aunque se augurara lío a la salida de Miguel Ríos de los Juzgados, después de dormir en Comisaría, por negarse a cantar en un escenario mojado por la lluvia de San Mateo de 1982.

Jesús Ortiz, entre mujeres poderosas

Entonces Antena 3 de Asturias se anunciaba como dirigida por “Don Jesús Ortiz” (el “don” era optativo), quien llevaba 14 años en el oficio, sin contar el meritoriaje iniciado buscando documentación y escribiendo guiones para los programas de su madre. En LA NUEVA ESPAÑA fue pastoreado por el director y fundador, Paco Arias de Velasco, buen amigo de Menchu, y sus afanes de escritura se vieron estimulados por una distinción de Coca-Cola a los 15 años.

A los 19 años empezó a poner su nombre a programas, sobre todo de cultura y espectáculos en horas de baja audiencia que ganaban aliciente en San Mateo, porque podía entrevistar a los actores del teatro y a los cantantes de ópera.

Jesús Ortiz sabía lo que le gustaba, pero no qué hacer con su vida. Después de haber cubierto la escolarización primera en la Milagrosa, un año en el Auseva y el Bachiller y Preu en el Instituto Alfonso II, se matriculó en Derecho con la misma vocación que la mayoría: ninguna. Le gustaba escribir, pero Filosofía y Letras, no le apetecía.

La radio pagaba poco, no dejaba hueco, sus colaboraciones iban acompañadas de alguna publicidad y algo decidió su forma de explotar su vocación más por la comunicación que por el periodismo: se casó en octubre de 1971 con Paloma Rocasolano. Tenía 22 años. Se pluriempleó durante un año y pico en un trabajo en un laboratorio farmacéutico con el que había conectado para un programa sanitario. En 1974 una agencia de comunicación leonesa, que quería trabajar en Asturias, le nombró director de su delegación de Oviedo, donde compatibilizó la producción de contenidos con la comunicación corporativa y la escritura de muchos publirreportajes en los periódicos de Asturias.

Se casó pronto, tuvo tres hijas y muchos empleos y abrió Antena 3 en Asturias

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En la inmediata transición democrática quiso acercase a la radio y la televisión con una productora propia y dio charlas de motivación a vendedores de una multinacional. A la altura de 1979 llegó a presentar un informativo matinal de 08:00 a 08:30 de la mañana y estrenaba unidad móvil, entonces tecnología de vanguardia.

Por entonces, ya habían nacido sus tres hijas, Letizia, Telma y Érika, para las que tenía los fines de semana y la ascensión al Pagadín, un pico a un kilómetro de la finca y casita de cuento de Sardéu.

Para regularizar su situación, Ortiz aprovechó una ley de 1974 que permitía acceder desde el oficio al registro de Radio y TV, de prensa y de relaciones públicas. El de prensa no pudo ser.

Su gran momento fue la entrada de Antena 3 en Asturias, cuando a mediados de 1982 la Asociación de la Prensa de Oviedo vendió su licencia de radio. Acudió a los directivos de la empresa para comprar tiempo y le devolvieron la oferta de director. Fue su empeño que fuera Antena 3 de Radio en Asturias y no en Oviedo para llegar a la mayor audiencia posible.

En el ambiente de las nuevas emisoras de frecuencia modulada, Antena 3 entró de cara en Asturias, por Jesús Hermida en el magazín “Viva la gente” y por el asturiano José María García en el espacio deportivo “Supergarcía”, pero también porque en el piso de la calle Marqués de la Vega de Anzo de Oviedo empezaron en 1983 jóvenes con ganas a los que Jesús Ortiz dio muchas oportunidades y un ambiente de ilusión creativa. De ese mundo precario y feliz salieron, entre otros, Sonia Avellaneda, Fernando Miranda, Justo Braga, Carlos Novoa, Sara Nespral y María José Loché.

Allí –recuerda un periodista– a Ortiz le gustaba el micrófono, pero lo que tenía que hacer era administración y orientación de contenidos. Socialmente estaba a la última en el Oviedo de mediados de los ochenta, guiado por las relaciones de Paloma Rocasolano, mundanas en el pequeño mundo ovetense y al día en la ciudad desincronizada.

En la descripción de uno de sus trabajadores de entonces, era buen vendedor, buena gente y un administrador con un agujero en cada mano que todo lo quería pagar con cuñas publicitarias. Se fue a Madrid precipitadamente, en diciembre del 86, cuando Letizia estaba en los últimos cursos de Bachiller.

Entró en Estudio de Comunicación, una de las empresas de Lalo Azcona, que había saltado de estrella del Telediario de la Transición a empresario de éxito. Azcona, ovetense, hijo de Ladislao de Arriba (Ladis), era amigo de la familia. De esa empresa se acaba de jubilar después de haber hecho en ella desde trabajos de reputación personal y corporativa a consultoría. Desde 2005, dirigió el área de Formación hasta esta semana. Por tradición pluriempleada tiene un largo picoteo periodístico y audiovisual.

En Ortiz, la profesión no es comparable a la vida. En 1999 se divorció. Sus hijas se abrían paso con un criterio que explicó al periodista Leonardo Faccio en el libro “Letizia. La reina impaciente”: “El viaje con mis hijas consistía en ver y aprehender. Es de personas con amplitud de miras, de personas sin complejos. Es abrirse a las experiencias y a los demás: a la sociedad, al mundo. La política no deja de ser un acto social. Yo creo que la apertura de miras es un espíritu de supervivencia”.

Letizia, que en 2000 empezó a brillar en el cielo de TVE, un año y medio después de un ascenso aeronáutico, se convirtió en la novia del Príncipe de Asturias, un soltero de oro que huía del magro catálogo de princesas europeas. Lo que sucedió después es historia de España, pero Jesús Ortiz, que en Madrid había dejado de ser “el hijo de Menchu del Valle”, pasó a ser “el padre de Letizia”, Princesa y Reina, con lo que eso pueda tener de orgullo y de padecimiento. Accesoriamente es yerno del Rey, consuegro de Juan Carlos y Sofía, abuelo de la Princesa de Asturias, Leonor, y de la Infanta Sofía.

Del lado de lo bueno, su boda en 2004 con la periodista Ana Togores. Del pésimo, el suicidio de su hija pequeña, Érika, en 2007.

La jubilación le dará más tiempo para ser Jesús Ortiz.

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