El violonchelista y director franco-alemán Nicolas Altstaedt regresa a los Conciertos del auditorio de Oviedo, que cuentan con el patrocinio de LA NUEVA ESPAÑA. Mañana, a las 19 horas, ofrece un concierto junto a la orquesta Oviedo Filarmonía (Ofil). El programa incluye el Concierto para violonchelo en mi menor, de Edgar, y la Sinfonía n.º 2 de Schumann.

No es la primera vez que director y orquesta suben juntos al escenario del auditorio ovetense, ya que en 2019, cuando la Ofil celebraba su 20.º aniversario, fue precisamente Altstaedt quien estaba en el podio junto a la formación ovetense. Altstaedt describe el Concierto de Elgar como “el final de una era, fue la última gran obra importante que escribió”. Estrenado en 1919, después de terminar la Primera Guerra Mundial, “esta es una composición de un hombre mayor que está ligada al pasado, que mira atrás y que está esperando el final de sus días, a pesar de que Elgar vivió mucho más tiempo después de escribir este concierto”. Por el contrario, “la sinfonía de Schumann es un punto de inicio, escrita en la miseria y con un gran dolor, hasta el punto de que dijo a sus amigos que irían en cada nota todo el dolor y la alegría que se impone al final; Beethoven está presente en todo momento”, explica.

Si bien es cierto que el reconocimiento internacional lo consiguió Altstaedt como intérprete del violonchelo, la dirección orquestal ha ganado progresivamente cada vez más importancia en su carrera artística. “Empecé a dirigir cada vez más desde hace aproximadamente siete años atrás. Fueron las propias orquestas las que empezaron a pedirme que hiciese las dos funciones”, indica este reconocido intérprete a LA NUEVA ESPAÑA.

Estudio constante

Altstaedt asegura que siempre que dirige, incluye un concierto para violonchelo en la primera parte porque “muchos de ellos se pueden hacer sin la figura del director”. En su última visita a Oviedo interpretó el concierto para violonchelo en mi menor de Shostakovich, “y funcionó muy bien”, explica. Lo que más le atrae de la dirección musical es “la demanda de estudio constante que exige. Mi vida gira en torno al estudio de la música, y la dirección me obliga a ir más allá del repertorio para mi instrumento”, asegura.

Desde su punto de vista, el repertorio sinfónico “ofrece la oportunidad de repensar la música sin reparar en las cuestiones técnicas y específicas del instrumento, que muchas veces nos absorbe con problemas que son relativamente pequeños, y nos impiden ver una partitura en su forma general. En mi caso, la dirección musical me ha ayudado a conocer más repertorio, pero también a relacionarme mejor con mis colegas en la orquesta, en los grupos de cámara y a trabajar de un modo más eficiente”.

Alemania y la pandemia

En Alemania, como medida de prevención y ante el avance del número de casos de covi-19, se decretó el cierre de los teatros y salas de conciertos. A diferencia de España, aún siguen cerrados en la actualidad. Han sido numerosos los nombres propios de la música clásica y de la ópera que han protestado públicamente contra esta medida y la situación tan precaria en la que numerosos artistas han quedado. Altstaedt se suma a esas críticas. A su juicio, en este contexto de pandemia, los grandes problemas son “el capitalismo y la digitalización; el aumento de la brecha entre ricos y pobres que no ha hecho más que agrandarse”. A renglón seguido explica que “los grandes solistas internacionales no tienen nada que temer, tienen un montón de oportunidades aún a pesar de que el 90% de su agenda se haya cancelado”. Añade que las orquestas sinfónicas que han podido mantener su temporada vía streaming “han contado con nosotros, hemos tocado en auditorios vacíos en Francia y en Alemania y esos conciertos se han retransmitido. El problema es que mientras eso sucedía, y sigue sucediendo, estamos perdiendo el tejido musical de un país que dice que la cultura es uno de sus grandes valores. Es muy hipócrita”, sentencia.

Altstaedt confiesa sentirse afortunado, y añade que las orquestas que han percibido fondos del estado alemán no tienen queja, “pero los músicos autónomos, los conjuntos de cámara que vivían de sus tours, que no tienen una radio una televisión o una plataforma para emitir su trabajo, son quienes están pagando más cara la irresponsabilidad política de cerrar las salas y los teatros, cuando ahora sabemos que los focos de contagio no surgen en ninguno de estos espacios. Han preferido abrir las peluquerías que las salas de conciertos, porque no lo consideran una actividad esencial”, añade.

El violonchelista se declara abiertamente en contra del consumo de música vía streaming, la misma semana que se publica un estudio de la Universidad de Glasgow y de Oslo que concluye que es una forma de industria musical más contaminante que los conciertos en vivo. “Personalmente lo odio, porque se pierde la magia de la sala”, afirma.

Altstaedt está muy comprometido con la composición de nuevas obras para su instrumento. “Estamos en la obligación de seguir construyendo nuevo repertorio; mucha gente se asusta de la música contemporánea, pero no tienen por qué. Si algo abunda en la actualidad es un abanico muy amplio de formas y de estilos que elegir. Es verdad que a veces tenemos malas experiencias con algunas composiciones actuales, pero no debemos prejuzgar, y por supuesto, no todo tiempo pasado fue mejor. Contemporáneos de Bach, de Elgar o de Schumann escribieron músicas menos interesantes que no se han conservado. La historia hará la misma selección con la música contemporánea”.