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La salud depende de la alimentación de la flora intestinal

La investigadora Yolanda Sanz estudia en el Instituto de Agroquímica y Alimentos la relación entre el coronavirus y la microbiota

Yolanda Sanz, en el Laboratorio de Agroquímica y Tecnología de los Alimentos. | | GERMÁN CABALLERO

Unas bacterias intestinales alimentadas con frutas, verduras y fibras protegen del coronavirus y mejoran la recuperación en caso de contraerlo. A partir de estas dos premisas de estudios científicos chinos y alemanes, la investigadora Yolanda Sanz trata desde el Instituto de Agroquímica de Alimentos (IATA) de descubrir la “Influencia del microbioma intestinal en la infección covid-19 y en la efectividad de la inmunoterapia en pacientes con cáncer”, una iniciativa financiada por la Plataforma Salud Global del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

La salud depende de la nutrición de nuestra microbiota, de cómo alimentamos a los billones de bacterias, hongos y levaduras que colonizan el intestino desde que nacemos y que lo mismo protegen contra la obesidad o la depresión que disparan la inflamación presente en los pacientes más graves de coronavirus. Y esto es así porque la microbiota intestinal regula nuestro sistema inmunitario e influye en la predisposición o no a infecciones víricas y bacterianas.

Alteraciones en el microbioma de enfermos de covid-19. “Estudios preliminares apuntan a que los enfermos con covid-19 presentan alteraciones en su microbioma”, explica Yolanda Sanz, quien junto a su equipo del IATA analizará durante un año la flora intestinal de niños sanos de Paterna (Valencia) y de sus familiares para ver, si contraen el coronavirus, cómo evolucionan esos “bichitos”, unos buenos y otros malos, pero determinantes en nuestra salud y en nuestra enfermedad.

La clave para disfrutar de una microbiota buena, en la que dominen las bacterias que nos protegen frente a la enfermedad, es una alimentación a base de frutas, verduras, legumbres y fibras, todas repletas de hidratos de carbono, que son la comida de esas bacterias buenas. La dieta mediterránea ha demostrado ser una buena aliada de esos “bichitos” protectores, que generan ácidos antiinflamatorios como el butirato.

Estudio con alumnos de Paterna. También es fundamental evitar el estrés que altera la armonía entre las bacterias y el intestino, donde se aloja el mayor número de células inmunocompetentes de todo nuestro cuerpo, añade Yolanda Sanz, decidida a descifrar los secretos de esos microorganismos en su relación con el coronavirus.

“En la microbiota de los enfermos con covid-19 aumentan las bacterias potencialmente patógenas y se reducen las antiinflamatorias”, explica Sanz, agradecida a los 15 colegios de Paterna que se han sumado con sus alumnos como “voluntarios” a este ambicioso estudio. Los niños tienen una microbiota abundante y con gran diversidad de especies bacterianas que mengua con la edad, y esta característica podría explicar que sufran menos la insuficiencia respiratoria del Sars-CoV-2 y que cuando lo hacen su sintomatología sea más leve.

La dieta mediterránea ha demostrado ser una buena aliada de esos “bichitos” protectores

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El equipo de Sanz observará la microbiota de mil individuos sanos (menores y sus familiares) para analizar las alteraciones en la flora intestinal de quienes a lo largo de un año se infecten del virus. “Estamos seguros de que vamos a confirmar la teoría de que el microbioma –la microbiota y sus genes– de los que contraigan el coronavirus habrá sufrido alteraciones y será menos diverso”, augura.

Cuidar a esos “bichitos”. Por lo tanto, tenemos que aprender a cuidar de esos “bichitos” beneficiosos para mejorar nuestra calidad microbiana, insiste Yolanda Sanz, al tiempo que desaconseja el consumo de alimentos procesados y ricos en azúcar. La investigadora recomienda realizar ejercicio físico diario y moderado, porque, aunque esta actividad no está relacionada directamente con la flora intestinal, es beneficiosa para mejorar su movilidad. “El sedentarismo la reduce”, avisa.

Cuidado con el estrés. Y ojo con los antibióticos, prosigue la experta en bacterias, que alteran sin piedad la diversidad microbiana, y, sobre todo, con el estrés. La ansiedad altera la función digestiva “en lo que llamamos la conexión intestino-cerebro”. El estrés, como respuesta emocional, cambia la fisiología intestinal y la microbiota y, “por otro lado, la microbiota también puede aumentar o reducir el estrés y alterar las emociones”, subraya.

Para disfrutar de un sistema inmunitario maduro desde la infancia, Yolanda Sanz recomienda siempre el parto vaginal, momento en que el intestino del recién nacido es colonizado por millones de bacterias a través de la microbiota materna, y la lactancia, también materna.

Y una buena noticia: la microbiota se puede modificar voluntariamente y mejorar su función inmunológica para evitar infecciones víricas y bacterianas en todo el organismo.

Células reguladoras. “Componentes de la microbiota comensal son inductores de un tipo de células reguladoras capaces de evitar la inflamación crónica que caracteriza los casos más graves de la infección por el Sars-CoV-2”, celebra la científica.

Evacuar todos los días es también vital para nuestra salud. “De no hacerlo, las heces se van acumulando en el organismo y generan productos tóxicos que son inflamatorios e incluso pro cianogenéticos”, insiste enfrascada en dilucidar cómo ese Sars-CoV-2, un virus que se aloja en el tracto respiratorio, puede llegar al tracto gastrointestinal y abrir así las puertas a nuevos tratamientos para la enfermedad.

“La función de la microbiota sobre el sistema inmune afecta a nivel local, en la barriga, y puede influir en infecciones que se producen en otras regiones del organismo como las vías respiratorias”, confirma la científica, volcada en identificar todo tipo de bacterias beneficiosas para reproducirlas en el laboratorio y usarlas como medicina. “Son alternativas de futuro que tendrán que incorporarse al cuidado y mantenimiento de la salud, igual que la dieta, el ejercicio físico y, en algunos casos, ciertos medicamentos”, concluye sin apartarse del mensaje con el que apuntala sus estudios: “Hay que pensar en cómo alimentar a nuestro organismo, pero también en cómo nutrir la microbiota” para mejorar nuestra calidad de vida.

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