Un recorrido en vídeo y fotografía para reinterpretar la tonada. Una escenografía de la memoria histórica con guiños familiares a la máquina de coser y de escribir de los abuelos. O una instalación para reflexionar sobre el desarrollismo voraz de las ciudades. Los artistas del programa de residencias de Laboral Centro de Arte en el año 2020 presentan ahora, dentro de la actividad de retorno, las exposiciones de sus trabajos en el espacio cultural gijonés.
“RCCA (Reinterpretación contemporánea de la cultura asturiana)” es la obra de Ricardo Villoria. En la primera pieza, audiovisual, aparecen cinco cantantes consagrados de tonada: Mari Luz Cristóbal, Adelita Fernández, Lorena Corripio, Juan Robledo y Celestino Rozada. “Quería descontextualizar la tonada y abrirla a nuevas vías de comunicación, con un primerísimo plano de los cantantes, en blanco y negro, a capela y en los que se ven los gestos”, apunta Villoria. En la parte de fotografía abordó los trajes tradicionales de finales del siglo XVIII y todo el XIX.
Covadonga Valdés, tras 34 años en Londres, regresó a su Asturias por la pandemia. Con “El puente”, un trabajo de reinvención artística personal, en el que ha pintado toda la inspiración que le producen los paisajes de Ribadesella –donde nació– y Cangas de Onís –el lugar en el que creció–. “Me cautivaron los perfiles de las montañas. No utilizo ni listón ni marco, traslado esa ambición a extendernos y cruzar todo”, comenta.
Las historias vinculadas a la memoria democrática familiar fueron el origen de la pieza “Examen de memoria histórica”, de la artista vasca Ana Izarzugaza. Lo que empezó como una pieza narrativa de anécdotas familiares acabó en una instalación musical de visuales y abstractos. “La composición se tocó sobre el piano de mi madre, las telas las cosimos mi madre y yo con la máquina de mi abuela. Y aparece también la maquina de escribir de mi abuelo, de cuando con 19 años en un campo de concentración en Valencia, le pusieron delante a mecanografiar, y cuando nadie miraba se comía las ordenes de fusilamiento”, señala.
Pablo Pandiella apuesta en “Poética estructural” por otra instalación que aborda la coherencia estética y la belleza en los espacios que habitamos. “La belleza es alimento para el alma, se despreocupa mucho esa idea en la ciudad de Gijón. Me fijo en cómo se cuidan las fachadas, se rehabilitan espacios públicos, o se organizan bancos solo por rellenar”, señala. En su propuesta presenta “un espacio que poder recorrer, en el que hay complejidad visual, organización, armonía y ritmo, y tiene los ingredientes principales de la arquitectura: acero, cemento y cristal”.
De otra ciudad asturiana, en este caso Avilés, reflexiona Ana Carreño sobre las ciudades decrecientes en las que la industria ha dejado de funcionar. “Heterotopías” cuenta con elementos significativos de la ciudad reproducidos en piezas en 3D, con un vídeo con imágenes antiguas, en las que se proyectan esas piezas. “La investigación pasa de los elementos arquitectónicos como las chimeneas o paneles publicitarios a las fachadas, grúas del puerto o el Niemeyer”, apunta.
Laura Fjäder, con la performance “Lugares Anfibios”, presenta una pieza híbrida. “Las texturas sonoras van a articular una narrativa de lo perturbador, y que convergen con oralidad y experiencia física, para explorar dos temas muy presentes en la producción: el vínculo como territorio de conflicto, y la colonización de los cuerpos y los afectos”, resume.
Chantal Franco, Verónica Rodríguez y Patricia Toral integran “Luz, micro y punto”, que ha desarrollado un espectáculo de teatro de sombras con orquestas, titulado “La noche imaginada”, con el que han dado imagen al repertorio de la OSPA (Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias). “Nuestras obras son muy poéticas, son los elementos que hemos podido percibir en todas las melodías. Hablamos de la vida, la muerte, a través de la danza macabra, y en esta pieza también del amor, la pasión, los encuentros, la luz y la oscuridad”, relatan.